Después de 48 años de ministerio y seis años como Apóstol de Distrito, el próximo domingo Jürg Zbinden pasará al estado de descanso. Ha disfrutado estando al lado de sus hermanos y hermanas, y seguirá estándolo como miembro del consejo de la fundación caritativa NAK-Humanitas en los diferentes países.
Cuando entra en el recinto, sale el sol. El Apóstol de Distrito Jürg Zbinden tiene una cálida sonrisa que le sale de adentro. Cuando llega a la administración de la Iglesia Nueva Apostólica Suiza, entra en cada oficina, saluda a todos sus empleados, habla con ellos, les pregunta por sus preocupaciones, escucha.
Sabe lo que es bueno
“Lo que caracteriza al Apóstol de Distrito es su amor por los helados”, dice su secretario Urs Frei. Cuando estaba de viaje con el Apóstol de Distrito en una ciudad suiza, se llevaba a su secretario aparte y le enseñaba dónde encontrar los helados más deliciosos. “Sabe dónde se fabrica y vende el mejor helado en prácticamente todas las ciudades”.
En general, al Apóstol de Distrito le gustan los dulces. “Bebe café expreso en taza precalentada y siempre lo acompaña con una bola de chocolate. Eso le encantaba”. El secretario conoce bien los hábitos de su jefe en la oficina.
De camino a los creyentes
“Le gusta viajar en tren”, dice su hijo Maurizio Zbinden sobre el Apóstol de Distrito. Durante los Servicios Divinos que celebraba en Suiza, también le gustaba subirse al tren para llegar a la iglesia. “Luego lo pasaban a buscar en la estación de tren o iba caminando desde allí hasta la iglesia”.
Como Apóstol de Distrito, Jürg Zbinden no solo trabajó en Suiza, sino también en los países que le fueron confiados: Bulgaria, Gibraltar, Italia, Cuba, Moldavia, Rumania, Eslovaquia, Eslovenia, España, República Checa, Hungría y Austria.
Dominar los desafíos
El tiempo del Covid coincidió con el período del Apóstol de Distrito Jürg Zbinden en el ministerio. “Lo afectó mucho”, recuerda Urs Frei. De repente había reglas que cumplir, el Apóstol de Distrito tenía que desarrollar conceptos para las iglesias y estar junto a todos los creyentes, independientemente de su opinión sobre el tema, e independientemente del país en el que vivieran. “Siempre intentaba viajar. Si era posible, iba, no se cuidaba ni tenía miedo. Esa era su misión y la llevaba a cabo, a veces casi al límite de su propia salud”.
Sin embargo, también hubo buenos momentos durante este tiempo. Urs Frei recuerda una situación en la que se rieron a carcajadas juntos: En la preparación de un Servicio Divino sobre el tema del agradecimiento, Urs Frei sugirió a su jefe que se dirigiera específicamente a los niños. “Los niños podrían enviarnos un abecedario del agradecimiento, escribir en cada carta algo por lo que están agradecidos”, recomendó. El Apóstol de Distrito preguntó si esto era factible. Y entonces llegaron muchísimas cartas. “Me conseguí a mí mismo un trabajo”, recuerda Urs Frei. “Y se echó a reír y dijo: ‘Te pregunté antes si realmente debía decirlo’”.
Un portador de ministerio que sabe escuchar
“Una vez le pregunté por qué sonreía siempre así”, cuenta su colega de muchos años, el Apóstol Rolf Camenzind. “Me dijo –y esto se me ha quedado grabado– que en una comunidad ve a los hermanos y hermanas que están presentes y se alegra por ello. Y, por supuesto, también ve las dificultades o a los que no están. Pero ese es otro problema. Se alegra de los que están y ese es el motivo por el que se alegra”.
El Apóstol de Distrito Jürg Zbinden tiene un gran corazón para todos los hermanos y hermanas confiados a su cuidado, escucha y hace preguntas. “No se limitaba a tomar nota y luego no se sabía nada más. Esa fue siempre su preocupación. Cada carta, cada mensaje era contestado”, dice Urs Frei. “Es un Apóstol de Distrito para todos y al alcance de la mano”.
Un lugar de descanso y apoyo
“Se nota que la familia es importante para él”, dice su hijo mayor, Davide Zbinden. Su padre es ahora abuelo de siete hijos. “La familia era su refugio, donde podía desprenderse de todo por completo”. Puede que Maurizio y Davide hayan visto a su padre con menos frecuencia, pero cuando podía, se tomaba el tiempo para aprender vocabulario francés con Maurizio cuando aún estaba en el colegio, o pasaba espontáneamente a tomar un café con Davide y su familia. En su trabajo voluntario como Pastores, los dos siempre pueden recurrir a su padre. “Nos ayudaba con su optimismo”, dice Maurizio. “Cuando estábamos desbordados, podía darnos un poco de tranquilidad”.
El Apóstol de Distrito Zbinden también cuenta con el apoyo de su familia, especialmente de su esposa Esther, que vivió durante mucho tiempo en la Suiza italiana y por ello le enseñó italiano. “Cuando celebraba Servicios Divinos en italiano y nuestra madre estaba allí, ella escuchaba dónde estaban los errores y se los señalaba de camino a casa”, recuerda Maurizio.
Superar las diferencias
El antiguo profesor aprendió “aparte” varios idiomas de su área de actividad. Quería hablar al menos los textos litúrgicos en rumano, por ejemplo. “Nunca vino como un extraño”, opina el Apóstol Camenzind. “Intentó estar realmente donde estaba”. Para ello, no solo tuvo que superar las barreras nacionales y lingüísticas, sino también las diferencias culturales. “Hay que tener un corazón enorme”, dice el Apóstol.
Ya estando en descanso ministerial seguirá viajando, le confía el Apóstol de Distrito a Urs Frei. “Le gusta mucho viajar. Y en el futuro viajará con su esposa. Pero entonces un poco más cómodamente, conociendo un poco el país”.