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Una vida en y para África

18 07 2025

Autor: Andreas Rother

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Su carácter se sitúa en algún punto entre Albert Schweitzer e Indiana Jones: el domingo, el Apóstol de Distrito Michael Deppner (República Democrática del Congo Oeste) pasa a descanso ministerial. Aquí un breve retrato.

Se abre la puerta corrediza de cristal. Un hombre arrastra una caja de cartón de un metro cúbico hasta el elegante vestíbulo del hotel. “Si lo llevo como equipaje adicional, me sale más barato que importarlo”, explica a los presentes. Dicho y hecho, y empuja la caja hacia el ascensor.

Es poco antes de Pentecostés 2013. La caja contiene una máquina pulidora de pisos para la comunidad Limete, en Kinshasa. Y la situación es típica de Deppner: se pone manos a la obra y no anda con rodeos.  

Como estudiante en África

Michael David Deppner nació en febrero de 1961 en Hamilton (Canadá). “Desde que tengo uso de razón, los Servicios Divinos se celebraban en nuestra casa”, cuenta. “Y así mis padres me inculcaron el deseo de servir al Padre celestial”.

En 1980, sus padres se trasladan de Canadá a Kinshasa –su padre, Edward, se convertirá en pionero de la Iglesia en 24 países–. Al año siguiente, su hijo Michael solo se propone visitarlos durante el verano y ayudar a construir una iglesia. Pero en el país vecino, Burundi, encuentra una buena oportunidad para estudiar medicina.

Como médico en campos de refugiados

La formación de Michael Deppner lo lleva a Bélgica y Canadá. Pero su primer trabajo, en un proyecto del gobierno canadiense sobre el VIH, lo consigue en la República Centroafricana. A mediados de la década de 1990, la guerra civil en Ruanda se intensifica hasta convertirse en un genocidio y cientos de miles de personas huyen al Congo. El médico se presenta como voluntario en los campos de refugiados.

Seis meses más tarde, el ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados, lo contrata de forma permanente. Trabaja en 20 países, desde Uganda, en el este, hasta Sierra Leona, en el oeste. “He visto cosas horribles”, cuenta Michael Deppner. Por ejemplo, el ataque a 200.000 refugiados, los pacientes asesinados en camas de hospital y los cadáveres del personal en las letrinas. “A veces uno ni siquiera se da cuenta del shock y del peligro. Eso llega más tarde”.

Como asistente espiritual en zonas de crisis

“En estas condiciones, siempre pude servir a los hijos de Dios y ayudar a aquellos que se encontraban en medio de las crisis”, mira agradecido hacia atrás el asistente espiritual. Aunque no siempre es fácil: “Celebré mi Servicio Divino más emotivo en 1997, en un campo de refugiados. Era el Día de Agradecimiento. Acudieron muchas personas que lo habían perdido todo. La mitad de sus familias habían muerto, la otra mitad había desaparecido, y aun así trajeron sus ofrendas de agradecimiento. La actitud de esas personas me avergonzó. Celebrar ese Servicio Divino fue muy duro para mí”.

Su recorrido ministerial refleja su labor en África: fue instituido como Subdiácono en 1976, todavía en Canadá; Pastor en 1983, ya en Burundi; Evangelista de Distrito en 1992 en la República Centroafricana; Anciano de Distrito en 1996 en el Congo y Ayudante Apóstol de Distrito en 2003 en Ruanda. Y en 2010 recibió el llamamiento como Apóstol de Distrito para la nueva Iglesia regional “República Democrática del Congo Oeste”.

Como Apóstol de Distrito en movimiento

Una tarea titánica en un territorio que antes contaba con 1,15 millones de miembros y hoy tiene 1,37 millones. Solo la capital, Kinshasa, cuenta con unas 1.700 comunidades. Para visitarlas todas se necesitarían 16 años. Así que una o dos veces al mes se pone en marcha y habla con los hermanos y hermanas que se dirigen a su comunidad y luego celebra allí el Servicio Divino.

Sin embargo, la mayor parte del tiempo, entre dos y tres semanas al mes, lo pasa viajando por el interior del país y celebrando al menos dos Servicios Divinos por día. Principalmente en auto, a veces en barco y, no pocas veces, en motocicleta. Entonces puede suceder que en un solo viaje se cruce en su camino una cabra y un tronco de árbol, lo que su cuerpo pagó con una rodilla gravemente lesionada y tres costillas rotas. “Todavía nos quedaban diez Servicios Divinos con Sellamiento. Fue duro. Pero gracias a la ayuda de Dios lo logramos”.

Un filántropo en acción

Consiguió que su área de actividad fuese autónoma, fomentó la construcción de sus propias iglesias y fomentó la educación, no solo musical: los logros del Apóstol de Distrito Deppner son difíciles de expresar con palabras y, por supuesto, imposibles de cuantificar. Sin embargo, lo que lo impulsó a hacerlo sí que está claro: el amor por los seres humanos.

Se le nota cuando habla de ellos: “Aunque son muy pobres, los congoleños tienen una actitud increíblemente positiva ante la vida. A veces irradian una alegría inexplicable”.

18 07 2025

Autor: Andreas Rother

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