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Preservar la paz en lugar de ganar disputas

08 10 2025

Autor: Sophie Berg

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A veces no es fácil tratarse con paz y armonía. Porque las disputas pueden surgir rápidamente. El ejemplo bíblico de dos hermanos puede servir de solución.

“Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos, entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos”. Esta palabra bíblica de Génesis 13:8 fue el centro del Servicio Divino del domingo 10 de agosto de 2025 en Dakar, Senegal.

Abram y su sobrino Lot eran muy ricos y poseían grandes rebaños. Pero el agua y los pastos escaseaban. Así surgieron disputas entre sus pastores. Abram dejó que Lot decidiera dónde quería establecerse. Abram renunció a su privilegio como mayor. Porque sabía: “Dios me ha prometido que cuidará de mí”.

La armonía destruida por completo

“Dios creó a los seres humanos para que vivieran en armonía y paz”, subrayó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider. Pero esto quedó destruido con la caída en el pecado. Desde entonces hay disputas entre los seres humanos, también en la Iglesia, pero “hoy dice el Señor a través del Espíritu Santo que no debe haber altercados entre nosotros, porque somos hermanos y hermanas, somos hijos de Dios”.

Esto también es importante a largo plazo. Porque Dios quiere liberar a los seres humanos de la influencia del pecado, llevarlos a su reino, donde puedan volver a vivir en perfecta armonía unos con otros. Hay que prepararse para ello y aprender a ser uno ya desde hoy.

¿Por qué se discute?

Para evitar las disputas, hay que mirar dentro de nuestro propio corazón, reconocer las razones y limitar el riesgo. Las causas de las disputas son:

Cosas materiales: “Todos quieren tener tantas como sea posible”. Por supuesto, cada uno debe satisfacer sus propias necesidades, pero “nunca a costa de nuestros semejantes”. Porque “el mandamiento del amor al prójimo es más importante que la riqueza material”. Quien quiera tener vida eterna debe cumplir este mandamiento. “Si prefiero renunciar a algo antes que causar daño a mi prójimo, seré una fuente de paz en la comunidad”. Y continuó: “Al igual que Abram, confiamos en Dios”.

Envidia y celos: “No todos somos tratados igual y, a veces, vemos que Dios le da a otro algo que a mí no me da”. Esto puede provocar envidia y enojo. “Nos centramos en lo que no tenemos y nos olvidamos de todo lo que Dios nos ha dado”. Es mejor recordar todo lo que Dios ha dado y lo que hace por el alma: “Jesucristo murió por ti”. Él quiere dar a todos lo mismo: la vida eterna y su gloria. “Si anclamos este pensamiento en nuestro corazón, disminuirán la envidia, los celos y las disputas”.

Delirio de grandeza: ¿Quién es el más grande? Los discípulos de Jesús discutían sobre ello. Todavía hoy sigue siendo un tema: “El más meritorio es el más grande, el que más tiene que decir”. Pero “es ridículo discutir sobre eso”. Muchos problemas en la Iglesia se deben a esta actitud. A menudo se olvida que todos dependemos de la gracia y el perdón de los pecados. “Por lo tanto, no hay ninguna razón para averiguar quién es el más grande. Nuestro objetivo es ser como el Señor Jesús. Y el Señor Jesús vino para servir, no para ser el más grande”. Y siguió diciendo: “Si quieres ser grande como el Señor Jesús, aprende a ser pequeño como Él”.

Discusiones innecesarias: Ya en la primera comunidad cristiana había disputas. También hoy en día hay disputas entre hermanos y hermanas en la fe. “Todos quieren imponer su opinión”. Todas las disputas desaparecerían si todos se concentraran en Cristo, en su Evangelio, en la Confesión de fe nuevoapostólica y en los Diez Mandamientos. “Dentro de la Iglesia, Dios ha confiado la interpretación de la Biblia a los Apóstoles”, afirmó el dirigente de la Iglesia.

El prójimo quiere discutir, ¿qué hacer?

A veces uno mismo se esfuerza por mantener la paz, pero la otra parte no. En tales casos, la Biblia da un consejo:

  • Perdonar, y hacerlo setenta veces siete. Incluso “si es imposible, nos esforzamos”.
  • No devolver mal por mal. “Puedes defenderte de quien te hace mal, pero esfuérzate por vencer el mal haciendo el bien”.
  • Tomar distancia, como lo hizo Abram. Algunas personas son tan intolerantes que lo único que ayuda es la distancia. “No estás obligado a hablar con ellos ni a escucharlos”.

“Por lo tanto, si todavía hay disputas dentro de la comunidad, cada uno debe preguntarse: ¿realmente vale la pena discutir? ¿Es esta disputa más importante para mí que la salvación de mi alma?”, preguntó el dirigente de la Iglesia y apeló: “Quizás sea mejor hacer como Abram: renunciar a algo para tener paz”.

08 10 2025

Autor: Sophie Berg

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