En los 100 años que transcurrieron después de su introducción, la hostia combinada casi no ha sufrido cambios. Sin embargo, en ese periodo sí hubo modificaciones en el concepto de la Santa Cena de la Iglesia Nueva Apostólica. En el centro de dichos cambios está la relación con el perdón de los pecados.
En la Santa Cena subyace riqueza. Esto ya lo muestran sus diferentes nombres: la “Santa Cena” en el círculo de los discípulos de Jesús, el agradecimiento en la “Eucaristía” que (en griego) significa dar gracias, el confesarse al Redentor en la “Cena del Señor” y la comunión en el “Partimiento del pan”.
Todo ello se refleja en los aspectos de la Santa Cena que describe el Catecismo (Catecismo INA 8.2), ya que la Santa Cena es cena de conmemoración, de confesión, de comunión y cena del tiempo final, al remitir a las bodas en el cielo.
Las dimensiones espirituales son determinantes. Ante todo, la verdadera presencia de cuerpo y sangre de Cristo en los elementos pan y vino, aunque también la relación con el sacrificio de Jesús y el perdón de los pecados.
Tras los pasos de la buena tradición
En este aspecto, las raíces de la Iglesia Nueva Apostólica (INA) pueden hallarse en la tradición de las Comunidades Católicas Apostólicas (CCA). En cuanto al concepto de la Santa Cena, la Iglesia antecesora se encuentra entre dos polos confesionales. Por un lado, sigue la doctrina evangélica-luterana de la consustanciación en lo relativo a la presencia real de Cristo. Por otro lado, al resaltar la Santa Cena como aquella que: “le hace tener presente a cada participante una y otra vez la muerte del Señor en sacrificio…” está cerca del concepto católico-romano de la actualización del sacrificio de Cristo.
En gran cantidad de enunciados, la INA está cerca de las CCA, aunque los haya formulado tardíamente. En 1917, en la revista de la Iglesia “Panorama Nuevoapostólico” se publicaron claras explicaciones sobre la presencia real, cuando se introdujo la hostia con la aplicación de unas gotas de vino. Y en 1935, el libro “Ministerios y Sacramentos de la Iglesia Nueva Apostólica” exponía cómo la comunidad responde en la Santa Cena al sacrificio de Jesús: “Pero también nosotros debemos… realizar ofrendas, consistentes en el pan y el vino bendecidos para anunciar de esta manera la muerte del Señor con agradecimiento”.
De accesorio a punto central
Ya con la “libreta auxiliar” para Pastores y enseñanza para niños del año 1908 otro aspecto pasó a ser característico del concepto de Santa Cena en la Iglesia Nueva Apostólica. Se trata de la relación entre el perdón de los pecados y la Santa Cena: “Por medio de las palabras de la absolución (perdón de los pecados), el creyente es perdonado, pero al gustar de la Santa Cena recibe la confirmación y el sello de la absolución de la que fue objeto cuando se le perdonó el pecado y recibió vida nueva”. De este modo, el Sacramento propiamente dicho se convertía en un accesorio de la remisión de los pecados (absolución), mientras que el perdón de los pecados adquiría prácticamente la jerarquía de un Sacramento, sin ser declarado expresamente como tal.
En el transcurso de los años, la Iglesia Nueva Apostólica se desprende de esta tradición. Recién en las “Preguntas y Respuestas” de 1972, la idea del perfeccionamiento o confirmación del perdón de los pecados deja de tener esa relevancia: “La absolución tiene por efecto el estado espiritual en el que la Santa Cena puede ser recibida dignamente”. Y con la reforma litúrgica del año 2010, la Santa Cena adquirió definitivamente su valor actual como momento culminante del Servicio Divino.
En el centro del abanico de confesiones cristianas
Para el concepto de la Santa Cena de la Iglesia Nueva Apostólica fue y es central el rol del ministerio de Apóstol. Porque establece el Catecismo: “Jesucristo instituyó la Santa Cena en presencia de los Apóstoles, confiándosela a ellos” (punto 8.2.15). Por eso: “Cuando el Apóstol o el portador de ministerio sacerdotal autorizado por él, realiza la consagración, esto acontece por encargo y poder pleno de Jesucristo. Es el Espíritu Santo el que hace posible la verdadera presencia del Hijo de Dios, su cuerpo y sangre en la Santa Cena”.
De este modo, la INA se acerca al concepto católico-romano, porque según éste sin sacerdotes ordenados reglamentariamente “no queda preservada la realidad completa (sustancia) del misterio eucarístico”. Asimismo, en la Iglesia Nueva Apostólica cada cristiano bautizado con agua que confiese a Jesús como su Señor está invitado a participar de la celebración de la Santa Cena en calidad de invitado. Esto a su vez se parece más a la “hospitalidad eucarística” de la Iglesia Evangélica-Luterana. Con lo cual, la INA –de manera semejante a su antecesora católica-apostólica– se concibe posicionada en el centro del abanico de confesiones cristianas.
Foto: Romolo Tavani