En foco 3/2024: El efecto crece con la confianza

¿Por qué no todos experimentan de la misma manera el tremendo poder de la oración? El Apóstol de Distrito Jürg Zbinden (Suiza) plantea esta pregunta en el tercer “En foco” del lema anual 2024. Su respuesta tiene que ver con las expectativas.

Los discípulos de Jesús sabían orar, pero cuando oyeron orar a Jesús se sintieron tan conmovidos que le pidieron al Maestro: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1). Probablemente, nosotros también hemos crecido teniendo nuestra idea de cómo hay que orar. Sin embargo, bajo el servir del Espíritu Santo en la casa de Dios fue madurando en nosotros el deseo: queremos orar como Jesús, pues Él es nuestro mayor ejemplo.

La oración es un diálogo con Dios. Este diálogo debe ser para nosotros una necesidad del corazón. Así era para Jesús. Le gustaba hablar con su Padre a menudo porque lo amaba más que todo. ¿Cómo sucede con nosotros? El amor de Cristo nos impulsa a orar. Cuando este amor arde en nuestro corazón, buscamos la cercanía de Dios. El mero hecho de sabernos amados y comprendidos por el Padre celestial en todo momento nos reconforta y nos da confianza.

Lamentablemente, para algunas personas hoy en día, la oración es comparable a ir a la “oficina de asistencia social”: solo se va allí en momentos de necesidad para pedir ayuda. Para otros, es como llamar a los bomberos cuando la casa está en llamas. La lista de ejemplos podría continuar.

El siguiente pequeño incidente me hizo sonreír, por un lado, pero también reflexionar, por el otro:

En un distrito estaban preparando un evento que iba a tener lugar sobre todo al aire libre. El tiempo era bastante bueno, así que todos los hermanos y hermanas esperaban con impaciencia ese acontecimiento tan especial. Pero de repente, en contra de todas las previsiones, aparecieron oscuras nubes de lluvia y los organizadores se dirigieron a uno de sus predecesores muy preocupados pidiéndole que orara con ellos para que hiciera buen tiempo. Se reunieron y le imploraron intensamente a Dios. Los hermanos tenían mucha fe en que el Señor iba a ayudar. El siervo predecesor no debía de estar tan seguro. Se acercó a uno de los hermanos, le dio un billete y le dijo: “Ve a comprar paraguas, nunca se sabe...”.

Nuestra oración debe basarse en la fe infantil y la confianza en Dios. Por un lado, esto complace a nuestro Padre celestial y, por el otro, la persona que ora experimenta paz y certeza, se siente segura y protegida en la cercanía de Dios. Verdaderamente, ¡la oración funciona!


Foto: Frank Schuldt

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