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Cuando se vencen gigantes

octubre 10, 2016

Autor: Andreas Rother

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¿Cómo se llamaba ese joven guerrero que mató al gigante Goliat? ¡Claro, fue David! ¿O fue un cierto Elhanán? Quien lee la Biblia con precisión, encontrará muchos nombres de matadores de gigantes, quizás hasta su propio nombre.

Los navegantes irrumpieron sobre el pueblo de Israel. En la lucha contra los filisteos, la muerte los amenazaba una y otra vez. Demasiado fuerte era la alianza de los cinco estados, cuyos soberanos conocían los secretos militares de trabajar el hierro y podían darse el lujo de tener un ejército.

Como símbolo de esta superioridad, en uno de los numerosos ataques a Israel le presentaron a un luchador de magnífica estatura. Parece que tenía más de dos hasta tres metros –según el texto de la tradición– de altura corporal; considerando que en aquel tiempo los hombres en promedio medían un poco más de 1,60 metros, de todas maneras era un gigante.

Una historia antigua muy conocida…

60 kilogramos pesaba su equipo, siete kilos solamente la punta de hierro de su lanza. Por 40 días el soldado profesional exigió a los novatos israelitas que alguien pelease de hombre a hombre en representación de ellos. Pero bajo sus burlas todos de agachaban y se iban, nadie se animaba a la lucha de a dos. Excepto uno: un niño pastor, cuyo padre en realidad lo había enviado solamente al campamento para llevarle a sus hermanos mayores pan y queso.

El resto de la historia lo conoce casi todo niño: David vence al gigante Goliat con su miserable honda, pero ante todo con una porción gigante de confianza en Dios. «Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos … Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré» (de 1 Samuel 17:45-46).

…en muchas versiones

¿Pero fue efectivamente David, el que aniquiló al gigante de Gat? De todos modos, informa 2 Samuel 21:19: «En la cual Elhanán, hijo de Jaare-oregim de Belén, mató a Goliat geteo». ¿Una información equivocada? Pues en 1 Crónicas 20:5 no se menciona a Goliat, sino a su hermano Lahmi como el oponente de aquel Elhanán, que pertenecía a la tropa de los 30 valientes de David.

Y hay más, a cada rato un luchador de Dios derriba a un gigante: Abisai salvó a David de un hijo de un gigante. Benaía venció a un gigante egipcio. Sibecai asesinó al rafaíta Sipai. Y el sobrino de David, Jonatán, mató a hombre de gran altura que tenía doce dedos en las manos y doce en los pies. Así explican 2 Samuel 21:16-20 y 23:20-21, como 1 Crónicas 20:4-7.

El secreto del éxito

¿Y para qué toda esta mezcolanza de gigantes? La gran cantidad nos transmite un mensaje que es mucho más importante que los hechos históricos sobre el interrogante de quién y exactamente cuándo obligó a caer de rodillas a qué coloso: Sí, afuera hay muchas cosas que nos causan un trabajo enorme, que nos resultan inconcebiblies y nos parecen invencibles.

Pero también hay muchas personas que se comprometen para vencer esas montañas. Si Abisai, Benaía, o cómo se llamaban todos ellos, pudieron igualar a David, ¿por qué no también nosotros? Para vencer a gigantes, sólo hay que apropiarse de secreto del éxito del pastorcito: su confianza incondicional en Dios. «Jehová me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo“ (de 1 Samuel 17:37). Así, es válida la promesa de Romanos 10:10: «Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación».

Entonces unámonos a los mejores matadores de gigantes: ¿Cuáles son nuestros Goliats? ¿Y cómo nos enfrentaremos a ellos?

Foto: James Steidl / Fotolia

octubre 10, 2016

Autor: Andreas Rother

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