Se acerca el así llamado «tiempo tranquilo»: cuando está por finalizar el año litúrgico, los cristianos deben reflexionar, mirar hacia atrás con autocrítica y juntar nuevo valor con la perspectiva a un futuro mejor.
Se aproximan los últimos domingos en el año litúrgico que está en curso. Pronto comienza, con el Adviento, el nuevo año litúrgico. Pero antes comienza una intensiva mirada al futuro cristiano. «Esperanza en el futuro» se llama, por eso, el tema de la prédicas dominicales de noviembre.
En la vida hay momentos –gracias a Dios– en los que el corazón rebosa de alegría porque una esperanza se ha hecho realidad: el cumplimiento de un instante ansiado de todo corazón es lo más hermoso que le puede pasar a una persona.
Una mirada hacia adelante que vale la pena
Ya antes del nacimiento de Jesús, la esperanza de un futuro mejor era uno de los temas preferidos que se anunciaban. Isaías escribe: «He aquí que Jehová hizo oír hasta lo último de la tierra: Decid a la hija de Sion: He aquí viene tu Salvador; he aquí su recompensa con él, y delante de él su obra» (Isaías 62:11). En aquella época, poco después de la liberación del exilio babilónico, se trataba de un nuevo e incipiente aliento.
El cautiverio había sacudido hasta la médula a muchos en Israel. Habían desaparecido las esperanza y la alegría que antes tenían, se habían difundido la frustración y el dolor. Los cristianos de hoy también conocen algo así: No siempre el aliento y las ganas son los motivos impulsores. Pero al final vale la pena echar una mirada a la Jerusalén celestial, la ciudad en la que el alma se siente en su patria. Una perspectiva así ilumina la vida cotidiana. La promesa dice: En su retorno, el Señor compartirá su gloria con los suyos. Entonces podremos ser partícipes definitivamente de su victoria y seremos liberados del mal.
Después del retorno viene el reino de paz
Un recurso acreditado para prepararse correctamente para un proyecto, una tarea, un plan, es la pregunta: ¿Como puedo involucrarme por completo? ¿Dónde y cómo debo comprometerme?
En el reino de paz de Jesucristo, la tarea consistirá en servir al lado del Señor. Tendrá que haber muy buenos ayudantes cuando el Evangelio tenga que ser anunciado a todos los vivientes y a los muertos de todos los tiempos sin restricciones para que todos los hombres encuentren el camino a la comunión con Dios.
Los cristianos comprometidos no pueden comenzarlo con la suficiente antelación: ya hoy se están ejercitando en este servicio y demuestran amor y comprensión frente al prójimo. ¡Ser «sacerdotes de Dios y de Cristo» es el nombre de una profesión muy especial!
Del reino de paz a la nueva creación
El último domingo del año litúrgico mira hacia un capítulo todavía más lejano en el futuro: después del reino de paz está al término de la dedicación a Dios, la eterna comunión con Él. «Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios» (Apocalipsis 21:3). Una hermosa perspectiva a la consumación del plan de salvación, la eterna comunión con Dios en la nueva creación.
El «tabernáculo de Dios con los hombres» es una imagen de la nueva creación. Allí se encuentra Dios con los hombres teniendo comunión directa. La Iglesia de Cristo habrá llegado a la perfección y estará llena de la gloria de Dios. La lejanía del hombre de Dios habrá desaparecido definitivamente: los hombres tendrán comunión directa con Dios.
¡Con perspectiva a semejante futuro vale la pena ser fieles y estar en el seguimiento hasta el final!