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El ministerio (4): La herencia del Nuevo Testamento

julio 23, 2019

Autor: Andreas Rother

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Fundamento, naturaleza y autoridad. Jesucristo especifica todo para el ministerio. ¿Todo? ¿Y qué sucede con el orden de los diferentes ministerios? A esto el Nuevo Testamento da tres respuestas, como mínimo.

Lo que está claro es: El apostolado es el único ministerio instituido por Jesucristo mismo, cuando le transmitió al círculo íntimo de sus discípulos la misión de enseñar, bautizar y celebrar la Santa Cena. Y cuando los facultó para anunciar el perdón de los pecados.

El mensaje en nombre de Cristo

El Nuevo Testamento caracteriza ampliamente qué hace a un Apóstol: es el ministerio que da el Espíritu, que conduce a la justificación, que predica la reconciliación, como embajador en nombre de Cristo y como administrador de los misterios de Dios.

Entre las autoridades del ministerio de Apóstol también está el poder para atar y desatar, lo que significa declarar algo vinculante o no vinculante y por consiguiente, también ordenar la vida de la comunidad. Los Hechos de los Apóstoles informan sobre cómo los primeros Apóstoles ya en aquellos tiempos utilizaron este poder.

Ayuda para los pobres

A fin de poder dedicarse por completo al anuncio del Evangelio, los Apóstoles pidieron a la primitiva comunidad de Jerusalén que eligiese a siete varones para ayudar a los pobres. Ese servicio fue transmitido por imposición de manos y oración. Aunque el concepto no fue aplicado en ese momento, tales instituciones son consideradas como la hora del nacimiento del ministerio de Diácono.

En las epístolas a los Corintios, el Apóstol Pablo se llama a sí mismo «diákonos» (del griego antiguo, servidor, ayudador). Como título de un determinado portador de ministerio, esta palabra recién aparece en la epístola a los Filipenses. Y, finalmente, la primera epístola a Timoteo describe los requisitos personales de los Diáconos: deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas.

El dirigente de comunidad

Los Diáconos realizaban su servicio bajo la supervisión de los dirigentes de comunidad. Según el círculo cultural, se los llamaba de muy diferentes maneras. En el contexto de Palestina, siguiendo el judaísmo contemporáneo, se hablaba de Ancianos (presbýteros). En el contexto helenístico se hacía alusión a los Obispos (epískopos). De Grecia y Asia Menor, este concepto llega en Occidente hasta Roma y en el sur hasta Siria.

Al comienzo, ambas palabras cumplían la misma función, por lo que los Hechos informa cómo Pablo convocaba a los Ancianos de Éfeso y les hacía recordar que el Espíritu Santo los había instituido como Obispos. Pero en las cartas pastorales ya se distingue un desarrollo: mientras que los Ancianos siempre son mencionados como un grupo, del Obispo siempre se habla en singular. También sobre ellos la primera epístola a Timoteo menciona los respectivos requisitos: un Obispo debe ser irreprensible, sobrio, hospedador, apto para enseñar, amable, no ser un neófito y tener un buen testimonio de los de afuera.

Los dones espirituales

Asimismo, las epístolas neotestamentarias aún mencionan a los profetas y maestros, así como a los Pastores y Evangelistas. No obstante, estos no son mencionados junto con ministerios como Diácono, Anciano u Obispo, sino en el contexto de la diversidad de los dones espirituales, como, por ejemplo, el hacer milagros, los dones de sanidades o el hablar en lenguas. Además, falta aquí una caracterización o bien los correspondientes requisitos como los que se mencionan para los demás ministerios.

Sin embargo, ninguna palabra sale del Nuevo Testamento sobre el Pastor en el sentido actual. Lo que sí aparece es el sumo sacerdocio de Jesucristo y el sacerdocio real de los creyentes. Pero aquí se trata del concepto de Pastor o sacerdote del Antiguo Testamento (en hebreo kōhēn, en griego hiëreús). La palabra y la posición del Pastor recién se desarrollaron en el período posbíblico a partir del presbýteros, es decir, el Anciano.

Una visión general deja claro que el Nuevo Testamento no conoce una doctrina uniforme sobre el ministerio. Sin embargo, hay primeros acercamientos a la misma que se desarrollan recién en el curso posterior de la historia de la Iglesia. ¿Cómo? De esto se tratará el próximo capítulo de la serie.

(Son fuentes de este artículo, ante todo, el Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica, un comentario que complementa el capítulo 7, la documentación para la capacitación sobre interpretación de ministerio, así como la edición 04/2005 de la revista de la Iglesia «spirit» / Foto: vadiml – stock.adobe.com)

julio 23, 2019

Autor: Andreas Rother

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