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Marta y María, todo a su tiempo

diciembre 5, 2019

Autor: Andreas Rother

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¿»A los pies del Salvador»? o ¿»trabajar a diario para el Salvador»? El mismo Jesús les da a María y a Marta una respuesta clara, pero que puede confundir bastante. La explicación se puede encontrar en las palabritas «περισπάω» y «τυρβάζω‭».

Se desconoce la cantidad de huéspedes que había. Poco antes el texto bíblico habla del regreso de los 72 discípulos. De todos modos, Jesús no estaba solo cuando llegó a Betania (Lucas 10:38-42). Pues en algunas traducciones bíblicas dice: «Aconteció que yendo ellos de camino, él entró en una aldea».

Este lugar, traducido como «casa de pobres», le brindó a Jesús un polo de descanso. Aquí vivían tres de las cuatro personas de las que el Evangelio de Juan dice que el Señor las amaba: los hermanos Marta, María y Lázaro.

Dueña de casa y alumna

Como la hermana aparentemente mayor, Marta tenía el papel de dueña de casa y con ello la responsabilidad de ocuparse de todos los huéspedes. No era solo un mandamiento de hospitalidad, sino ante todo un asunto de respeto hacia los demás.

Lo que hizo María, en cambio, era bastante indecoroso. Se sentó a los pies del Maestro que enseñaba, así como hacían los alumnos. Normalmente solo se toleraba que lo hiciera la hija de un rabino, en caso de que ella también estuviese casada con un rabino.

Ejemplo y representante

Había bastante que hacer. Entonces Marta le pidió al Señor que le pidiese a María que la ayudase. Mas al final fue ella la que fue reprendida: «María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada».

Una situación con alto valor simbólico: Marta representa aquí a una persona tipo, que vive creyendo en el trabajo práctico y la actividad social. María, en cambio, representa el hundirse en silencio en la observación. ¿Se declara Jesús aquí efectivamente en contra del carácter del que le gusta dar y a favor del temperamento del que le gusta recibir?

Los demás discípulos, mucho más adelante

María tampoco se limita a una devoción pasiva. En Juan 12 es ella la que unge los pies de Jesús con costoso aceite revelando en este ungimiento anticipado, como el que se hacía habitualmente a los muertos, su entendimiento de la cercana muerte del Señor en sacrificio, que los demás discípulos todavía no comprendían.

Y tampoco Marta se agota en el activismo. En Juan 11 es ella la que confiesa: «Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo». Un reconocimiento al que el resto de los discípulos recién llega al final del Evangelio.

La fe necesita de ambos

De qué se trata realmente, se ve echando una mirada más precisa al texto básico griego. Cuando dice que Marta se preocupaba con muchos quehaceres allí figura «peri–spáo». Y esto significa tanto como: ser llevado a la fuerza de acá para allá, ser atrapado completamente por algo, ser distraído de algo que se hacía.

Y cuando Jesús habla de que Marta estaba turbada, allí dice «tyrbázo». Esto viene de «týrbe» (embrollo, bullicio, confusión) y significa «dejarse llevar de un lado al otro sintiendo intranquilidad». En Betania, Lucas, entonces, no estaba en contra del estar activo, sino en contra del ser sacado a la fuerza de lo que es realmente importante.

Cada uno de nosotros es un poco María y un poco Marta. Y está bien que así sea. Pues una fe viva necesita de la observación en silencio así como de vivir estando activo. Lo decisivo solo es elegir el ejemplo apropiado en el momento apropiado.

Foto: Gorodenkoff Productions OU

diciembre 5, 2019

Autor: Andreas Rother

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