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Entre agradecimiento por la cosecha y el domingo para los difuntos

septiembre 28, 2020

Autor: Peter Johanning

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En el hemisferio norte, a menudo se hace referencia a octubre como un mes “dorado”: Todavía trae algo de sol, hermosos atardeceres y colorea las hojas de los árboles. Con ello crece el reconocimiento de que ¡la creación de Dios es maravillosa!

“Tanja mató una araña”, grita su hermano pequeño con horror. La madre lleva a sus dos hijos a un lado y les habla de las maravillas de la naturaleza y de que toda criatura viviente tiene un lugar en la creación de Dios. Tanja lo entiende, así como los niños entienden muchas cosas mejor que los adultos. Todo tiene su lugar en la creación de Dios, incluido el hombre. Hay tan poca hierba inútil (malezas) como gente inútil. Todos y cada uno son parte de la creación única. Pero como el hombre es un “forastero en la tierra” (Salmos 119:19), debe dar un trato cuidadoso y respetuoso a la creación, y preservarla en lugar de destruirla. Hoy en día, se está imponiendo una impresión diferente: que toda la humanidad –todos nosotros– está cometiendo iniquidades contra la creación. Los seres humanos no solo tratamos el aire, el agua y la tierra con ligereza, sino que envenenamos estos bienes de Dios, de modo que amenaza con ser destruido el orden de la vida. “No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles”, dice la Biblia (Apocalipsis 7:3). Una palabra clara. Como dice un famoso dicho: “Solo cuando se corte el último árbol, se envenene el último río, se pesque el último pez, te darás cuenta de que el dinero no se puede comer”.

La regla de oro

El segundo domingo de octubre las prédicas de los Servicios Divinos nuevoapostólicos tratarán la “regla de oro”: “Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas» (Mateo 7:12). No hace falta explicarlo, ¿no? El sentido común deja claro que es mejor prestar atención no solo a uno mismo sino también a los demás. Pero la situación no es tan simple. Para los cristianos reflexivos, se plantea la pregunta: ¿Cómo vivo mi cristianismo en la vida cotidiana? ¿Me ocupo solo de mí mismo o también de los demás? La respuesta es simple y a la vez tan difícil: ¡Tratamos a nuestro prójimo como Jesús nos trata a nosotros! Una importante frase del Evangelio en este contexto es: “¿Cómo puedes amar a Dios a quien no has visto, y no amar a tu hermano a quien has visto?”. ¡El amor honesto al prójimo no es un espectáculo, no es para que el público aplauda!

Una vida sin mentiras ni engaños, sin egoísmo ni manipulaciones, sin humillaciones ni discriminaciones, podría ser tan hermosa.

Libertad…

El tercer domingo de octubre, la prédica se dedica a un antiguo salmo que narra que Moisés y el pueblo, que habían atravesado el Mar Rojo, entonaban un cántico: “Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, yo lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré” (Éxodo 15:12). Es un cántico de agradecimiento y respeto a Dios. Trata de la libertad y la liberación: Dios había liberado al pueblo de Israel del cautiverio en Egipto y solo Él podía lograrlo. Traducido al mundo cristiano de hoy, esto significa: Entona un cántico de agradecimiento a Dios, que te liberó de la esclavitud del pecado a través del sacrificio de Jesucristo. Nadie más podría haberlo hecho.

… para todos

Esta libertad de pecado y culpa es válida más allá de la vida en la tierra. Bajo el lema “Redención para todos los seres humanos”, el domingo para los difuntos de principios de noviembre debe prepararse bien. “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:20). Dios velará para que todos los seres humanos tengan la posibilidad de decidirse por Jesús. Dios llevará su Obra a la consumación y permitirá a todos los que sigan a Jesús alcanzar la comunión eterna con Él.

Foto: JavierArtPhotography – stock.adobe.com

septiembre 28, 2020

Autor: Peter Johanning

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