El ministerio (28): “No seáis tropiezo”

¿Un “no” a la ordenación de mujeres? Esto solo puede deducirse en forma precisa de un versículo bíblico. Pero este pasaje contradice otros pasajes bíblicos, al igual que su justificación. Al final, ¿se trata solo de una cuestión de normas culturales?

“No permito a la mujer enseñar”, sino “estar en silencio”. Esto es lo que dice 1 Timoteo 2:12 y “enseñar” es la misma palabra que figura en la gran comisión de Jesús a los discípulos. Por lo tanto, el autor quiere prohibir que las mujeres prediquen el Evangelio.

Sin embargo, 1 Corintios 11:5 permite explícitamente que las mujeres oren y profeticen en el Servicio Divino. Y pueden hacerlo siempre que en su peinado observen las costumbres establecidas. Y profetizar también es anunciar la voluntad de Dios.

Aún más contradicciones

El fundamento teológico es igualmente contradictorio. La epístola a Timoteo busca su salvación culpando a las mujeres. Porque “Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión”. Según este pasaje, Eva habría traído el pecado al mundo.

Sin embargo, esto choca enormemente con Romanos 5:12-21, donde Pablo menciona explícitamente a Adán como autor del pecado: Así reinó la muerte “aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán”. Porque “como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres”.

No es un mandamiento de Dios

Timoteo cita también el orden de la creación como argumento auxiliar: “Porque Adán fue formado primero, después Eva”. Sin embargo, que el orden implique necesariamente un valor, contradice ejemplos teológicamente significativos: Jacob y Esaú, David y sus hermanos, y Adán y Jesucristo como el nuevo Adán.

Es cierto que existe una gradación entre el hombre y la mujer en los antiguos relatos: “... él se enseñoreará de ti” (Génesis 3:16), pero esto no tiene lugar hasta después de la caída en el pecado. Esta predicción no es un mandamiento de Dios ni corresponde a la voluntad del Creador, que prevé la igualdad de la mujer y el hombre.

Solo en virtud de su propia autoridad

Lo sorprendente de la argumentación de 1 Timoteo es que el autor no justifica su norma de silencio para la mujer con mandamientos divinos o con palabras de Jesús. Al final, invoca únicamente su propia autoridad: “quiero, pues” y “no permito”.

Esto es especialmente notable porque se discute quién escribió realmente esta epístola. La mayoría de los biblistas suponen que el autor no fue el Apóstol Pablo, sino uno de sus discípulos.

El poder del entorno social

Por último, llama la atención la fuerza y la frecuencia con que el ordenamiento del Servicio Divino de 1 Timoteo y 1 Corintios encuentra su justificación en las condiciones culturales y sociales de su época. Se habla de vergonzoso y deshonroso en el caso del peinado y de decoroso en el caso de la vestimenta. Se trata de qué corresponde para quién y quién tiene qué costumbre.

“Pero hágase todo decentemente y con orden”, es el llamamiento de 1 Corintios 14:40, pues si “entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?” (1 Corintios 14:23). En general, lo que vale es, pues, “no seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1 Corintios 10:32).


Hasta aquí queda claro que la visión de conjunto de los Evangelios y las epístolas de los Apóstoles no ofrece una imagen clara del Nuevo Testamento sobre la cuestión de la ordenación de mujeres. ¿Qué conclusiones saca de ello la Iglesia Nueva Apostólica? Este será el tema de los próximos episodios de esta serie.

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