Ora mientras tocas

Brandon Phillips es fagotista principal y director titular de la Orquesta Filarmónica de Ciudad del Cabo. Al principio, no le hizo ninguna gracia que su padre intentara interesarlo por la música. Hoy, él mismo inspira a los jóvenes a dedicarse a la música.

De chico prefería jugar al fútbol con sus amigos. Solía sentarse en su cama y mirar fijamente la flauta dulce que le había comprado su padre. Se le saltaban las lágrimas porque sabía que debía ir a clases de flauta dulce como sus hermanos mayores. “Todos los sábados iba a clase con lágrimas en los ojos”, dice Brandon Phillips hoy, 30 años después. “Pero mira dónde estoy ahora. He aprendido a amar la música. La música desempeña un papel importante en mi vida”.

Brandon Phillips es ahora fagotista principal de la Orquesta Filarmónica de Ciudad del Cabo, desde 2015 es el primer director principal de color de esa orquesta y desde este año trabaja como docente de vientos y ensambles en la Universidad de Ciudad del Cabo.

Crecer con un gen musical

“El padre de mi padre era pianista en la marina y creo que de ahí me viene el gen musical”, explica Brandon sobre su éxito en la música. Sus padres también eran músicos, su padre tocaba el órgano y la guitarra, su madre cantaba en el coro de la Iglesia y aprendió violín y viola junto con sus hijos. Gavin y Ashley, los hermanos mayores de Brandon, recibieron clases de flauta dulce desde el principio y pronto aprendieron flauta tenor y más tarde violonchelo y clarinete. Al principio, Brandon era la “oveja negra” de la familia, como él mismo dice, pero pronto también encontró alegría en hacer música. No tardó en aprender otros instrumentos. Y fue tan rápido que pronto se descubrió su talento musical. Cuando faltaba un instrumento en la orquesta, Brandon lo aprendía. Junto con sus hermanos, visitaba comunidades remotas e impartía allí clases de música. “Es muy importante que los niños participen en las clases de música, que vayan a la Iglesia, que haya comunión y que todos se mantengan unidos desde pequeños”, dice Brandon. “Esto no solo ayuda al crecimiento espiritual del individuo, sino también al crecimiento musical en las comunidades de nuestra Iglesia”.

Brandon estudió música para poder enseñar en la Iglesia. Quería devolver algo a la Iglesia, enseñar a los niños a amar la música, disfrutar alabando a Dios en la Iglesia y tocar música profesionalmente. “Mi objetivo no es ganar dinero ni ser famoso. Quiero ser lo suficientemente bueno para el cielo. Eso es todo”.

Músico del futuro

Brandon también disfruta iniciando en la música a su hija Skylar, de seis años, y a su hijo Elijah, de tres. Su padre también dirige ballet en Ciudad del Cabo, lo que a Skylar le gusta mucho. “Definitivamente va a ser una artista, quizá en la música, quizá bailarina de ballet”, asegura Brandon.

No solo dirige el Ballet de Ciudad del Cabo y trabaja en la universidad, también dirigió durante muchos años la Orquesta Filarmónica Juvenil de El Cabo. “Nuestros niños y jóvenes son importantes. Si no los cuidamos, no tendremos música en el futuro”, afirma Brandon. En sus viajes a otros continentes, pudo adquirir muchas experiencias con jóvenes de otras orquestas. De la Orquesta Juvenil de Alemania Federal, de Bonn, dice: “El nivel allí es muy alto. Simplemente fantástico”. Y describe así a la Orquesta de Compositores de Estados Unidos: “Son músicos fenomenales en el extranjero, allí hay mucha competencia, la competencia por los puestos es realmente dura”.

Copiando la disciplina

No son solo las orquestas las que le han llamado la atención en otros países, sino también el paisaje y la cultura. Y en Estados Unidos le impresionó la disciplina de algunos de sus colegas: “La mayoría tiene una rutina. Se levantan por la mañana, salen a correr, desayunan, practican tres horas, van a trabajar y vuelven a practicar otras tres horas”, dice. “Yo intento llevar la rutina a mi vida”. ¿Lo lograré? “Sigo intentándolo”.

Sus múltiples actividades requieren disciplina. “Si tengo que ensayar para un concierto, el único momento para hacerlo es cuando los niños están en la cama. A las 12 hasta la mañana”, dice el Diácono, al que también le gusta dirigir en la Iglesia cuando encuentra tiempo.

Por ejemplo, en el concierto del Apóstol Mayor en diciembre del año pasado. Allí se sintió muy honrado de que se lo pidieran, pero también un poco nervioso. “Es bueno estar un poco nervioso”. Pero conoce un buen truco que le ayuda: “Oro antes de cada actuación. Le pido al Señor que envíe a sus ángeles y que toquen a través de mí, que actúen a través de mí”, dice. “Y luego simplemente voy y hago lo que he preparado, porque si estoy preparado, Dios hará el resto”. Y se ciñe a lo que le enseñó su padre: “Ora mientras tocas”.

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