La música de órgano es una expresión de nuestro interior

Holger Hantke (70) participó como compositor en la creación de varias colecciones de música de la Iglesia Nueva Apostólica. Nació en Lübeck (Alemania) y vive en Hamburgo. Aquí cuenta de su vida y de lo que piensa de la música nuevoapostólica.

Holger Hantke estudió música escolar y religiosa en la Academia de Música de Hamburgo y Ciencias lingüísticas y de la educación en la Universidad de Hamburgo. Trabajó como profesor y ejecutó el órgano en muchas iglesias. Él y su esposa pronto celebrarán sus bodas de oro.

El camino hacia la música

¿Tomó clases de música?

Cuando tenía siete años, mis padres me anotaron en clases de piano. Iba progresando bastante. Y después de una visita de asistencia espiritual a mi hogar, la decisión fue: “Holger tiene que aprender a tocar el órgano”. Empecé a tocar el órgano a los doce años. Nuestro Apóstol de entonces, Karl Weinmann, se encargó de que la Iglesia pagara la mitad de los gastos. Estoy muy agradecido a la Iglesia por ello.

¿Qué lo motivó a componer?

Mi motivación siempre fue hacer música para gloria de Dios. Esa fue la actitud con la que empecé a componer. Mi primera composición, quizás tenía 14 años en ese momento, fue una musicalización de un pasaje de Apocalipsis 14 que se predicaba una y otra vez en relación con el retorno de Cristo: “Señor, mete tu hoz, y siega”. Era una expresión muy fuerte en mí, una imagen tan viva que empecé a ponerle música a esas palabras.

Me sentía más cómodo con la música de la Iglesia. Para mí, la música de órgano es un momento de expresión interior, uno toca el órgano con un corazón profundamente creyente. La música conmueve, llega directamente al corazón.

Su música orquestal, sus composiciones y variaciones para órgano, así como sus arreglos de cantos para coro gustan mucho en nuestra Iglesia. Pero, ¿cómo llegó a la música de Iglesia?

Mi abuelo materno tenía un tocadiscos y poseía los primeros discos publicados por la Editorial Bischoff. Dos obras en particular me fascinaban de niño –tenía entonces unos cinco años– y más tarde como alumno: “Castillo fuerte, el buen Dios” y “Gloria al Señor y poderoso Rey”, dos preludios corales de Max Reger, interpretados por Friedhelm Deis. En su momento me impresionaban las notas bajas del pedal. Eso también fue lo que me llevó a la música de la Iglesia.

Música de la Iglesia Nueva Apostólica

¿Cómo llegó a trabajar con el departamento de música de la Editorial Bischoff?

Hermann Ober, jefe del departamento de música, siempre estaba buscando coros para la producción de discos. En 1968 vino a Lübeck para un Servicio Divino. Yo acompañaba a nuestro coro de comunidad en el órgano y luego también lo hice para las grabaciones. Así surgió nuestro primer encuentro y una primera composición por encargo para nuestra Iglesia, una cuarteta a la que había que poner música: “Kein Wörtlein geht verloren” (Ni una palabrita se pierde).

He escrito y arreglado muchas composiciones para nuestra Iglesia: obras para coro masculino y coro mixto, pequeñas cantatas para coro de niños, composiciones orquestales para cantos de coro. Puse el alma y el corazón en los “Preludios para órgano” (1984) y en el “Himnario instrumental” volumen 1 (1986).

¿Cómo ve el desarrollo musical en nuestra Iglesia hoy en día?

Ya se hicieron muchas cosas. El hecho de que, además de la adoración y la alabanza a Dios, también la música pueda ser una forma de proclamación, no siempre se entendió así. En el pasado era impensable que hoy se hagan musicales o que se toque una batería en la Iglesia.

No solo música de la Iglesia

También dirige una gran banda. ¿Por qué el jazz?

Porque hay mucha improvisación, mucha libertad. El jazz es la alegría de la variación. Lamentablemente, debido a la pandemia, no ha sido posible realizar más ensayos conjuntos desde hace más de un año.

Desde 2016, usted imparte talleres de coro gospel para coros nuevoapostólicos junto con Timo Schmidt. ¿Cómo surgió esto?

En 2000 me hice cargo del coro gospel de una congregación protestante, que dirigí durante siete años. Timo Schmidt asistió a uno de nuestros conciertos durante ese tiempo. En 2015 me llamó porque necesitaba un pianista para el taller de coro gospel que tuvo lugar en nuestra comunidad Blankenese. Desde entonces lo hacemos juntos: Timo dirige y yo toco el piano.

¿Cuáles de sus composiciones son más importantes para usted personalmente y por qué?

Por un lado, el canto “Ni una palabrita se pierde”, el arreglo coral “Yo quiero amarte, Padre amado” y también la composición para la musicalización del salmo “Señor, mi Dios”, así como mi “Historia de Navidad para niños”.

Como todo esto me afectó personalmente, como lo respaldo, las palabras de Salmos 71:1-5: “Tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza…” son también mi credo, salen de lo más profundo de mi interior.

Información del artículo

Autor:
Fecha:
Palabras claves:

Dinara Ganzer
11.10.2021
vida en la comunidad