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Un viaje para toda la vida

diciembre 14, 2021

Autor: Tatjana Fröhlich

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El viaje en velero que Yvonne y Bob Vosse-Huisman, de la comunidad Sneek-Sperkhem (Países Bajos), emprendieron en agosto de 2019 debía durar un año. Estaban preparados para todo tipo de situaciones, pero no para el coronavirus.

En el momento en que el pequeño y robusto yate “Wauquiez Amphitrite 43” zarpó en agosto de 2019, el sueño de toda la vida de Bob Vosse-Huisman se había hecho realidad. Su sueño de tener su propio barco y llevarlo a una larga travesía nació durante unas vacaciones en un camping en Croacia: “Todavía recuerdo que de pequeño pensaba: ‘Un día quiero fondear mi barco aquí’”.

Cuando se conocieron, Bob le contó a Yvonne su sueño. Pero en ese momento ella no podía imaginarlo. Dice: “Me dije a mí misma: ‘Vete tú a navegar, yo me quedaré en casa’”. Pero poco a poco se dejó convencer por su entusiasmo y por la determinación con la que Bob renovó el barco que ya había comprado antes de que se conocieran. “En algún momento me comenzó a atraer la idea de estar juntos durante mucho tiempo, pasar mucho tiempo juntos, ver el mundo y estar cerca de la naturaleza”, confiesa Yvonne.

Viajar por los océanos como ciudadanos del mundo

Los preparativos en común duraron unos tres años. “Vivimos de forma muy frugal durante más de dos años ahorrando todo el dinero posible. Además, antes de salir de viaje, habíamos vendido muchas cosas que ya no necesitábamos, como nuestros autos”, relata la pareja.

Gracias a su experiencia en la Marina Real, Bob sabía que estaba bien preparado para el viaje, pero también aprovechó el tiempo para aprender más. Además, había que ocuparse de algunos asuntos administrativos de antemano. “Para poder navegar por los océanos, tuvimos que darnos de baja en Holanda, lo que nos convirtió en ciudadanos del mundo”, cuentan Yvonne y Bob.

Finalmente, llegó el momento y zarparon: a lo largo de la costa francesa, hacia España. Durante las paradas en los puertos, buscaron las comunidades nuevoapostólicas más cercanas y las visitaron, por ejemplo, estuvieron en las comunidades de Cascais (Portugal) y Machico (Madeira). “Fue fácil averiguar los lugares y horarios de los Servicios Divinos a través de la página web de la Iglesia Nueva Apostólica Internacional”, recuerdan los marineros y se muestran entusiasmados: “Siempre nos recibieron cálidamente en las comunidades y de inmediato nos sentimos bienvenidos y seguros. Siempre fue una experiencia muy especial. A pesar de las diferentes lenguas y costumbres, experimentamos la solidaridad, la unidad y el fundamento de la Iglesia Nueva Apostólica”.

Experimentar la ayuda de Dios

Tras siete meses de viaje, la situación en tierra firme cambió. Decidieron esperar el fin de semana en el puerto de la isla de Fuerteventura y ver las noticias. “El lunes siguiente, autos de la policía recorrieron las calles de Correlejo, el pequeño pueblo donde estábamos amarrados. Anunciaron el cierre impuesto por el gobierno español. Solo se permitía salir de la puerta para ir de compras”.

El velero estaba amarrado en un muelle a unos 70 metros del puerto. Al principio, se les permitió desembarcar con una pequeña embarcación neumática para hacer compras. Pero al cabo de unos días, la situación empeoró. “El 25 de marzo, la Guardia Civil nos silbó al entrar en el puerto. En un mal inglés nos pararon y nos dijeron que no podíamos bajar a tierra. Cuando pregunté a los policías cómo íbamos a conseguir comida, nos miraron sin saber qué decir”, cuenta Yvonne.

Siguieron días de discusiones telefónicas con la policía portuaria. “Nos enviaban de una autoridad a otra una y otra vez, y la barrera del idioma también dificultaba mucho la comunicación”, recuerda Yvonne. Ninguna de las autoridades pudo ayudar. “Cada vez me resultaba más difícil confiar plenamente en el Señor”, admite Yvonne. “En el fondo sabía que el amado Dios no nos abandonaría a nuestra suerte, pero en momentos como éste el diablo sabe bien cómo meterse en tu cabeza”. Pero, inesperadamente, llegó el permiso para desembarcar. Yvonne y Bob estaban abrumados. “Dimos gracias a Dios por la ayuda concedida. También nos dijimos que queríamos aprender a confiar más en el Señor”.

A principios de junio de 2020, la joven pareja pudo continuar su viaje. Visitaron las demás Islas Canarias y navegaron desde La Palma hasta las Azores. Allí permanecieron un mes en la isla de Terceira. En agosto, se dirigieron a Irlanda y luego volvieron a los Países Bajos a través del Canal de la Mancha.

Experiencias enriquecedoras para toda la vida

“Estamos muy contentos de haber podido hacer este viaje y lo recordamos como viaje fantástico, aunque también hayamos tenido contratiempos”, es su resumen de la expedición. “Fue muy agradable pasar tanto tiempo juntos y disfrutar de la naturaleza tan intensamente. Crecer dentro de nosotros mismos en términos de desarrollo personal, crecer juntos en nuestra relación y crecer en la fe fue tan enriquecedor, que no lo podríamos haber imaginado antes. Tampoco esperábamos vivir encuentros tan hermosos con otras personas. De muchos de estos encuentros surgieron nuevas amistades”.

diciembre 14, 2021

Autor: Tatjana Fröhlich

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