Por qué es mejor que Dios sea incalculable

Es bueno que la fe no se pueda demostrar matemáticamente. Al menos esa es la opinión del Apóstol Mayor en descanso Wilhelm Leber. Y sabe lo que dice: la entrevista con el Doctor en Matemáticas con motivo del Día Mundial de las Matemáticas, el 14 de marzo.

¿Cómo se pueden relacionar la ciencia y la fe? ¿No nos aleja eso de la fe?

Siempre entendí que son áreas completamente diferentes y creo que esa también es la solución. Por eso nunca vi un conflicto. Hay que separarlas estrictamente. La Matemática, o la ciencia en general, es algo que se orienta hacia nuestra vida material con nuestros conceptos materiales, por ejemplo, de lógica y experiencia. Pero la fe es algo que está más allá de nuestra experiencia humana y donde tenemos que encontrar un enfoque diferente. Y eso sí se puede hacer. Pero mezclar las dos cosas, por cierto, nunca lleva a ninguna parte. Uno siempre termina en problemas.

Entonces, ¿no le parece mucho una prueba matemática de Dios, como hizo Kurt Gödel?

No. Es un intento honorable, pero en última instancia muy imperfecto, de demostrar algo que no se puede demostrar. Uno puede encontrar indicios, tal vez de su propia vida, de que existe un Dios, de que reconoce a Jesucristo como el que ofreció el sacrificio y es un apoyo importante para nosotros. Pero esto no se puede demostrar en un sentido matemático o lógico. Todos estos son intentos honorables, pero ciertamente nunca son tan trascendentes como para que todo el mundo pueda aceptarlos.

¿Y qué dice de la afirmación de Einstein “Dios no juega a los dados”?

Siempre se pueden encontrar indicios de la intervención divina. No es plausible que un mundo tan complicado y con tanta diversidad exista sin una mano que lo guíe. Pero también hay otras teorías que creen que esto surgió de las condiciones naturales. Se puede ver de una u otra manera. Pero en realidad no puede haber ninguna prueba para un punto de vista o el otro, sino que en realidad es una opinión que cada uno tiene que encontrar por sí mismo individualmente.

¿Nunca deseó que hubiera una prueba de Dios?

Sí, eso estaría bueno, debo decir (risas). Pero no es posible sistemáticamente, porque son cosas diferentes. No se deberían mezclar. Y siempre me ha ido bien con eso. Porque la fe sigue siendo la fe. La fe es algo tan superior al pensamiento terrenal. Si también se pudiera demostrar, entonces sería, en última instancia, algo insignificante, tal y como lo vivimos como seres humanos. Por eso creo que la fe es mucho más elevada que lo que podemos entender con el razonamiento humano.

En la universidad o durante su época científica, debió de haber muchos matemáticos o estudiosos de las Ciencias Naturales que no creían en absoluto, que decían: Dios no existe. ¿Se rieron de usted?

¡Oh, no! Eso no era realmente un gran problema en nuestros círculos. Pero conocí a algunos que eran bastante religiosos. No necesariamente nuevoapostólicos, pero sí cristianos. Cuanto más conocimiento científico se tiene, más se tiende a decir que no hay necesidad de Dios. Se pueden explicar muchas cosas, pero creo que al final uno se queda corto. Siempre se encontrará con límites si intenta explicar a Dios con argumentos racionales.

¿Por qué, en realidad, eligió las Matemáticas?

En aquel entonces, teníamos Educación Cívica y Alemán en la escuela. En esas materias había muchas conversaciones e interpretaciones. Y eso a veces me resultaba muy molesto, tengo que decir. Pensaba: prefiero Matemáticas. Aquí solo hay mal o bien. Y por eso me acerqué a las Matemáticas.

¿Y cómo surgió la tesis doctoral?

En realidad, no tenía intención de escribir una tesis doctoral en Matemáticas. Primero hice la carrera de Matemáticas y luego tuve la oportunidad de conseguir un trabajo como matemático en el sector de los seguros. Pero en aquella época, solo se estaba exento del servicio militar obligatorio si se continuaba con los estudios o se seguía con la formación. Y como no quería hacer el servicio militar, simplemente continué mis estudios y finalmente hice el doctorado. Así que fue una historia muy pragmática (risas).

Después trabajó para una compañía de seguros. ¿Disfrutó de su trabajo?

Sí. Trabajar en una empresa y colaborar con muchos compañeros diferentes, con distintas percepciones e intereses, es una experiencia que no me hubiese gustado perderme.

¿Le resultó difícil dejar su trabajo en la compañía de seguros cuando llegó a ser Apóstol y trabajó a tiempo completo para la Iglesia?

Sí, bueno, fue una historia de doble filo, pero como Apóstol tienes naturalmente mucho contacto con la gente. Eso es algo que apreciaba mucho y que también me fascinaba. Por un lado, me gustaba el trabajo y también tenía cierta responsabilidad en la empresa y perspectivas de progresar en ella. Pero también me alegraba por poder ejercer la asistencia espiritual como profesión, con una dimensión completamente diferente.

¿Extrañó alguna vez las Matemáticas?

La verdad es que no, porque me concentré mucho en las nuevas tareas. Y, por supuesto, eso también se nota ahora que estoy muy lejos de ese tiempo. Cuando ahora leo mi tesis doctoral, ya ni siquiera entiendo algunas cosas. Durante el tiempo que fui Apóstol, no me preocupé en absoluto de temas matemáticos, eso se ha ido alejando cada vez más de mí.

Y ahora que está en descanso ministerial, ¿sigue dedicándose a los problemas matemáticos o ya no le interesan?

En realidad, muy poco, tengo que admitir. A menos que se me hagan preguntas especiales como las que está haciendo ahora (risas).


Para celebrar el Día de las Matemáticas, el Apóstol Mayor e.d. Wilhelm Leber explica su tesis doctoral en nac.today: “En busca de propiedades límite” .


Foto: NAK Westdeutschland

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Katrin Löwen
14.03.2022
apóstol mayor