El gran amor de Dios y cuál es nuestra respuesta

El sacrificio de Jesús, por cruel que haya sido, muestra el amor incondicional de Dios por sus hijos. La respuesta de los creyentes consiste en devolverle su amor. Este fue el contenido de la prédica del Apóstol Mayor en Viernes Santo.

En el día de la conmemoración de la muerte de Jesús en la cruz, el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider visitó la comunidad de Ginebra llevándole un pasaje bíblico de 2 Corintios 5:14-15: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”.

El Servicio Divino del Viernes Santo comenzó, según la liturgia, con una lectura bíblica de Mateo 27:31-50, en la que se hizo partícipes a los oyentes del sufrimiento de Cristo. El Apóstol Mayor volvió a insistir en el sufrimiento físico, pero también en el sufrimiento espiritual del Hijo de Dios. A los participantes del Servicio Divino les quedó claro que Dios ama mucho a la humanidad. “Dios vino, adoptó la condición de hombre, para mostrar su solidaridad con todos los seres humanos, con todos sin excepción”, enfatizó el Apóstol Mayor.

Liberados del pecado

Debido a su amor ilimitado, Dios quiere liberar a los seres humanos del pecado. Lo hizo a través de su muerte en sacrificio...

  • venciendo al mal: “Permaneció fiel a Dios hasta el final, y esa fue su victoria. Y gracias a esta victoria, tendió un puente entre los seres humanos y Dios, allanando el camino para que volvieran a Dios”.
  • revelando la verdadera naturaleza del pecado: “Amó a Dios en forma perfecta y también amó a los seres humanos en forma perfecta. Así que si queremos saber qué es un pecado, tenemos que mirar a Jesús. Y Jesús nos muestra lo que es el pecado. Cada vez que no actuamos como Jesús, cada vez que no amamos a Dios como Jesús, cada vez que no amamos al prójimo como Jesús, cometemos un pecado”.
  • perdonando los pecados: “Él murió por todos sin excepción, diciendo: Todos los que creen en mí pueden obtener el perdón de los pecados”.

El pasaje bíblico dice que Jesús murió por todos y por eso todos murieron. Al principio suena confuso, pero el Apóstol Mayor desglosó el texto: Jesús hizo el sacrificio, pero está dispuesto a compartir sus beneficios con todos los que creen en Él. No exige ser obediente hasta la muerte y sin pecado, “porque sabe muy bien que no seríamos capaces de hacerlo”. La fe en Jesucristo es suficiente para obtener su victoria. “Y los que verdaderamente creen en Jesucristo, lo siguen y serán salvos como si hubieran sido obedientes como Jesús y como si hubieran muerto como Jesús”. Aquí también se muestra el amor ilimitado de Dios por sus hijos: “Dios adoptó la condición de hombre y se dejó tratar como el peor de los pecadores para que el hombre pudiera ser tratado como el mejor de los hombres y habitar en comunión con Dios”.

La fe es suficiente

“Jesús ofrece todo esto a los que creen en Él”, dijo el director de la Iglesia. La fe en Jesucristo incluye creer en...

  • su amor: “Jesucristo no es solo un profeta que dijo cosas hermosas. Jesucristo es realmente Dios que adoptó la condición de hombre para demostrar a los hombres que Dios los ama”.
  • su gracia: “Lo único que puede salvarnos es el sacrificio de Jesucristo; dependemos de su gracia”.
  • su palabra: “Creer en la palabra de Jesucristo es creer en su promesa, porque Él dijo que vendrá otra vez. Eso es cierto, porque Él lo dijo. Así que me preparo y espero su retorno”.

La respuesta es el amor

El amor de Dios que se puede reconocer en su sacrificio debe provocar una reacción en el creyente. “Ese amor evoca una respuesta en mí y yo le devuelvo el amor”, dijo el Apóstol Mayor. “Y entonces me esfuerzo por hacer lo que me pide, entonces quiero estar cerca de Él, quiero llegar a ser como Él; Él es mi ejemplo, eso es lógico”. Además, uno se toma en serio el pecado: “Quien ama al Señor, quien cree en su sacrificio, no juega con la gracia. Está sinceramente decidido a luchar contra el pecado”. Y “quien cree en su palabra, en su promesa, hace del retorno de Jesucristo el objetivo más importante de su vida”.

Las palabras finales del Apóstol Mayor: “Ya no vivimos para nosotros mismos, sino que vivimos para el que murió por nosotros. Vivimos para amarlo, vivimos para servirlo y vivimos para estar con Él por toda la eternidad”.

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