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Diez cabras alcanzan para una nueva vida

agosto 4, 2016

Autor: Andreas Rother

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Tienen 60, 70 o hasta 100 años de edad. Y tienen que luchar para sobrevivir –muchas veces por sus propios medios–. Son los ancianos de Etiopía después de la gran catástrofe de la sequía. Un proyecto de la Iglesia Nueva Apostólica Alemania del Sur muestra qué importante es la ayuda para la autoayuda.

Fue una de las peores hambrunas de las últimas décadas. En 2011 más de once millones de personas en el este de África necesitaron ayuda. Los medios todavía estaban llenos de imágenes de refugiados y acciones de salvataje. Pero al irse los socorristas y con ellos también las cámaras, recién empezó la verdadera lucha por la supervivencia. Pues la sequía destruyó las bases existenciales, mayormente la agricultura y la ganadería.

Viejos, enfermos, sin sustento

Jillo Wario Guyo tiene 70 y es viuda. Está enferma y vive en la cocina de un pariente. Galgalu Gebaba tiene 100 años exactos, y aunque posee su propio techo ya no tiene terreno, animales ni sustento. Por el mismo motivo, Jillo Elema (60 años) fue con su esposo a trabajar como jornalero en la explotación minera. Los hijos y los nietos pueden ayudar poco porque ellos mismos casi no pueden cubrir sus propias necesidades.

Pero la vida de las tres mujeres del sur de Etiopía cambió para mejor, igual que la de otras 7.000 personas mayores y sus familias en la región de Borana: la red humanitaria «„HelpAge International“» les brindó ayuda para la autoayuda. El financiamiento de este proyecto para asegurar la existencia de personas mayores y enfermas estuvo a cargo de la Obra Misionera de la Iglesia Nueva Apostólica Alemania del Sur.

La población de la aldea decide

No son las organizaciones caritativas, sino las mismas poblaciones de las aldeas las que deciden quién se beneficiará localmente con la ayuda, en algunos casos como simples pagos, pero por lo general como ayuda inicial para la reconstrucción de un sustento en forma sostenible.

Jillo Wario Guyo recibió una suma de dinero que invirtió en un tratamiento médico y en la construcción de una casa. Galgalu Gebaba recibió diez cabras con las que pudo materializar un pequeño criadero. Y Jillo Elema pertenece a un equipo de 30 mujeres que con la ayuda de un molino que les fue donado levantaron un emprendimiento molinero.

Devolver la dignidad

300.000 euros puso a disposición la Obra Misionera para el proyecto de tres años de duración. Ya antes de ponerlo en marcha, en noviembre de 2012, la organización caritativa se había comprometido en la lucha contra el hambre: con 25.000 euros a Humedica en julio de 2011 para alimentos y requerimientos médicos, así como con 75.000 euros a HelpAge para rehabililtación acuífera y gestión de forrajeras de octubre de 2011 a febrero de 2012.

Ahora ha finalizado el gran proyecto de ayuda y con éxito sostenible. Pues la ayuda para la reconstrucción les dio más a las personas que una base para su existencia: «Tengo más seguridad y soy más independiente», se alegra Jillo Wario Guyo. «Estoy orgullosa y más fuerte», dice Galgalu Gebaba. Y Jillo Elema está agradecida porque la ayuda inicial le ha «devuelto la confianza y mi dignidad».

agosto 4, 2016

Autor: Andreas Rother

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