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El altar, punto de encuentro con Dios

septiembre 3, 2016

Autor: Peter Johanning

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El órgano empieza a escucharse, el Pastor cruza la nave de la iglesia y se para detrás del altar. La mesa del altar está construida algo más prominente, detrás de ella, la cruz. En el altar se venera a Dios, en él se conmemora la muerte de Jesús en sacrificio, en él se predica. El altar también es llamado «mensa domini», o sea la mesa del Señor.

Así comienzan los Servicios Divinos en muchas comunidades cristianas. Una imagen familiar. En el centro de la liturgia establecida está el festejo conjunto de la Santa Cena. Y también por eso, el altar es la articulación del encuentro de Dios con la comunidad. Los concurrentes al Servicio Divino van hacia adelante para recibir la hostia consagrada. La meta de esta pequeña procesión es nuevamente el altar. En él son consagrados el pan y el vino para que el cuerpo y la sangre de Cristo puedan estar presentes. Allí, en el lugar del obrar santo de Dios, les son suministradas las hostias a los creyentes.

La mesa del Señor

Por eso, el altar tiene una importancia fundamental para muchas comunidades cristianas y su festejo de los Servicios Divinos. Ya sea estén hechos de madera o de piedra, siempre siguen siendo una mesa. Aunque existan altares de realizaciones arquitectónicas completamente diferentes, la mesa del Señor (1 Corintios 10:21) recuerda el acontecimiento de la Santa Cena: Jesús come con sus discípulos. Una mesa los vinculó en aquel tiempo para estar en comunión; así también debe ser hoy. En muchas Iglesias, el altar, y también el espacio que lo rodea, son santos. El creyente se le puede acercar, pero no cruzar un determinado límite. Esto lleva a que en las grandes iglesias haya un cordón rodeando el área inmediata al altar que hace de límite para el recorrido habitual por la nave de la iglesia. Allí está el ministerio consagrado, el sacerdote, que ofrenda o predica. En las Iglesias ortodoxas, el altar incluso está completamente oculto para la comunidad. En ellas es casi el Santísimo, al que sólo puede acceder el sacerdote.

Altar del sacrificio y la prédica

En el antiguo templo de Jerusalén había un altar para sacrificios y un altar para holocaustos de belleza sublime. Con la muerte de Jesucristo en sacrificio, estos ritos de las ofrendas, sin embargo, perdieron su sentido. Para muchos cristianos, el altar es el lugar en el que se encuentran con Jesús. En la Iglesia Nueva Apostólica, el altar es al mismo tiempo un altar del sacrificio y la prédica. Por eso en la mesa del altar hay un púlpito. Esto hace referencia al doble uso. La prédica prepara el camino al Sacramento. El Sacramento es el centro del Servicio Divino. Ambos tienen lugar en el altar. El Pastor actúa como herramienta de Dios en el lugar sagrado: anuncia la palabra de Dios y dispensa cuerpo y sangre del Señor. En otras Iglesias hay varios altares o bien una mesa del sacrificio separada del púlpito de la prédica. En las Iglesias católicas hay por lo general dos altares: un altar mayor, espléndidamente ornamentado, y un altar menor, utilizado por los sacerdotes. En las congregaciones en las que la Santa Cena es más bien entendida como símbolo de la presencia de Jesús, el púlpito es el centro de la comunidad.

En las comunidades nuevoapostólicas, desde la reforma de la liturgia, se aplica el ambón, desde donde tienen lugar las lecturas de la Biblia en las principales festividades religiosas del año. Por lo general se utiliza para ello un atril.

Un lugar sagrado

«Sobre el primer altar que construyen los hombres para servir a Dios, adorarlo, agradecerle y traerle ofrendas, se informa en Génesis 8. Noé edifica un altar y ofrece holocausto a Dios. El Señor le responde con la promesa de preservar de allí en más la creación», así dice en el Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica bajo el punto 12.1.2. Dios le dio a Moisés disposiciones exactas para erigir un altar.

El altar, entonces, siempre fue un lugar sagrado.

septiembre 3, 2016

Autor: Peter Johanning

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