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“Sin la ayuda de Dios nunca hubiera llegado tan lejos.”

octubre 19, 2016

Autor: Sonja Rehberg

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Rebekka Hartmann comenzó a tocar el violín a los cinco años. Con su violín Stradivarius, hoy ofrece conciertos en todo el mundo. A pesar del duro trabajo y de su éxito, Rebekka nunca olvida quien le ha donado el talento que tiene.

En el año 2012, esta cristiana nuevoapostólica de la comunidad de Starnberg, Alemania del Sur, celebraba el mayor de sus éxitos hasta ese momento: tras muchos años de arduo trabajo tenía en sus manos un «ECHO Klassik», el premio que entrega la “Deutsche Phono-Akademie”, a través de la cual la industria de la música de Alemania distingue todos los años a las producciones de música clásica y a los artistas de este ámbito. “¡Recibir un ‘Echo’ por un CD como solista es un gran honor! ¡Me sentía realmente muy orgullosa y feliz!”, describe sus sensaciones la violinista.

Por supuesto que cada artista siente una enorme alegría cuando recibe un premio de renombre. Aún así, Rebekka Hartmann expresa: “¡Estuve y estoy muy agradecida al amado Dios, quie me donó el don de conmover y dar felicidad a las personas cuando toco mi violín! Sin la ayuda de Dios nunca hubiera llegado tan lejos.”

“Es importante andar mis caminos junto con Dios.”

Por momentos, la escalera por la que asciende mi carrera es un camino escabroso que me depara sorpresas. En él, la fe puede fortalecer las espaldas y ofrecer la serenidad necesaria en situaciones difíciles. Rebekka Hartmann está convencida: “¡El amado Dios encarrila todos nuestros caminos! Es cierto que tenemos nuestro libre albedrío. Aún así, para mí es importante andar mis caminos junto con Dios. Porque Él sabe lo que hace y hacia dónde nos quiere conducir. Durante toda mi carrera siempre he sentido que Dios estaba a mi lado. Además, siempre pude experimentar que con mi música era capaz de conmover a las almas.

En su vida privada, Rebekka también experimentó asistencia desde lo alto. “A los 16 tuve que someterme a una compleja cirugía, porque mi columna vertebral estaba muy deformada. Nadie me podía ofrecer garantías de que sanaría. Bien hubiera podido estar hoy en una silla de ruedas», nos cuenta.

Es la única en su familia que se dedicó profesionalmente a la música. No por eso sus personas más amadas dejan de compartir su pasión por la música. “Mi madre cantaba en el coro de la comunidad y mi padre es amante de la música clásica, aunque ninguno de los dos jamás aprendió a tocar un instrumento. Únicamente mi hermano aprendió piano hasta los 16 años“. Para Rebekka, lo más hermoso de tocar el violín es la conexión que tiene con este instrumento.

“¡Experimenta con qué intensidad, la música conmueve a las almas!”

¿Cómo se logra vivir la fe viajando sin parar y con una profesión tan extenuante y demandante de tiempo? En la agenda de un músico profesional, justamente los fines de semana y las noches están ocupados con compromisos de trabajo. Aún así, la violinista vive su fe, incluso entre ensayos de orquesta, noches de conciertos y en giras. “He recibido mi don y pienso que sería fatal no utilizarlo. La asistencia al Servicio Divino es muy importante para mí. Pero a causa de mis compromisos, lamentablemente no siempre puedo ir. Tanto más me alegro cada vez que puedo asistir a un Servicio Divino”, afirma Rebekka Hartmann.

La música es el lenguaje del alma, así se dice. Rebekka Hartmann ya pudo experimentar que es así al tocar el violín. “Creo que nosotros, los músicos, simplemente tenemos muchas posibilidades de llegar a los corazones y a las almas de las personas.» En las presentaciones en público muchas veces experimento que los asistentes a un concierto me comentan después de la función, en parte con lágrimas en los ojos, que mientras yo tocaba vieron pasar ante sus ojos espirituales toda la historia de sus vidas como en una ráfaga de tiempo”. Rebekka afirma sentir el efecto de la música con particular intensidad, toda vez que toca en nuestra iglesia: “Me fue dado poder acompañar con mi música varios Servicios Divinos. ¡Cada uno de ellos fue un acontecimiento por sí mismo!”

Foto: Stephen Lehmann

octubre 19, 2016

Autor: Sonja Rehberg

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