"Lucho por aquello en lo que creo"

Una personalidad notable: Lucie Bindu es periodista. Nacida en el Congo, hoy vive en Oslo. En la entrevista la joven de 27 años cuenta qué le dio su impronta en la fe y como persona.

En su patria ya hace más de dos décadas que hay agitaciones políticas y persiste una guerra civil tras otra. ¿Vivió esa situación siendo niña?

De pequeña vivía ingenuamente y no sabía lo que estaba pasando en mi país. Pero las cosas cambiaron. A los cinco años viví por primera vez lo que es la guerra y el miedo. Nuestro lugar de residencia fue asediado por bombardeos y tuvimos que salir de allí. Durante días caminamos por un bosque antes de llegar a una aldea, donde una caravana con mucha gente nos llevó a Kisangani, a otra provincia. Aquí me guardaré los detalles.

¿Cuándo supo cómo es la situación política? ¿Cómo influyó esto en su vida?

A la edad de 15 años tuve conciencia de lo que estaba pasando en mi país. Escuché de personas que eran asesinadas en las aldeas, pero también en las ciudades, de mujeres y jovencitas que eran violadas. Todo el tiempo que escuchaba esas historias me sentía tan impotente.

Durante mis estudios completé un programa de entrenamiento como periodista. Cuando tuve la oportunidad de trabajar como periodista en una radio local en Goma, no dudé un segundo. Quería ser la voz de las víctimas de la guerra, contarle al mundo su historia.

Más tarde recibí un empleo en medios internacionales. Viajé a aldeas y campos para refugiados. Era peligroso pero tenía la sensación de que tenía que hacer exactamente eso: luchar por los que no pueden luchar por sí mismos.

Una tarea que a uno le pesa mucho …

No esperaba que esas cosas tan terribles fuesen para mí una carga tan grande tanto psíquica como hasta físicamente, pero todas esas historias que escuché, sobre las que escribí, y la gente con la que me encontré, me mantuvieron en vilo y no me soltaban.

Desde un cierto punto ya no pude dormir de noche. En los últimos diez años fueron asesinados muchos periodistas en el Congo. Después de que fui apresada en mi aldea durante un trabajo, tuve aún más miedo. La situación se hizo insostenible para mí, de modo que aproveché la oportunidad para irme del país.

Ahora trabajo en una organización no gubernamental de Noruega que apoya a las víctimas de violaciones y a los niños que perdieron a sus padres durante una guerra o en conflictos ocurridos en el Congo. Para mí es una forma de seguir luchando por la justicia y por una vida mejor para "mi pueblo". Estoy contenta de poder seguir ayudando a los que más lo necesitan, ante todo a las mujeres y los niños.

En la última entrega de los premios Nobel estuvo presente en vivo. ¿Cómo llegó a eso? ¿Qué significa esa experiencia para usted?

La organización no gubernamental para la que trabajo apoya desde hace muchos años el trabajo del médico congolés, Dr. Denis Mukwege, –uno de los dos premiados–. Así, fue invitado todo el equipo a participar de la ceremonia.

Como periodista y congolesa significó mucho para mí poder estar presente. De hecho, todos los medios de la República Democrática del Congo informaron sobre la entrega del premio Nobel.

Pasemos a hablar sobre la fe. ¿Cómo es vivir como cristiano en el Congo?

Todos tienen el derecho de hablar abiertamente sobre su fe. De hecho, a las personas les gusta debatir sobre religión, están muy orgullosas de sus Iglesias. Casi todos van los domingos a la Iglesia. Solo el diez por ciento de la población no son cristianos. Nadie guarda su fe solo para él. Al mismo tiempo, se respeta la fe del otro.

Cuente por favor sobre su comunidad. ¿Como era en el Congo y cómo es ahora en Oslo?

En mi comunidad en Goma todos los domingos éramos más de 800 creyentes en el Servicio Divino. Naturalmente no esperaba que aquí en Oslo fuese lo mismo, pero cuando uno se acostumbra a una comunidad grande, el cambio al principio puede ser algo difícil. Somos una pequeña comunidad con unos 60 miembros.

Lo que se parece en ambas comunidades (Goma y Oslo) es el amor que compartimos. Es igual donde esté, estoy rodeada de hermanos y hermanas, ellos son mi familia y estoy tan agradecida por ser parte de una Igleisa en la que en cada comunidad del mundo me siento en casa y amada.

¿Cuál fue para usted una de las experiencias de fe más hermosas?

Recuerdo que hace un año estaba muy deprimida. Un fin de semana estaba tan mal que tomé la decisión de no ir a la Iglesia. Pero el domingo a la mañana oí en mi interior una voz que me decía que tenía que ir a la Iglesia.

El Servicio Divino comenzó y el Pastor en el altar dijo durante la prédica: "Yo sé qué defraudado estás en la vida, yo sé cómo te sientes. Pero, ¿sabes cuánto te amo? Tú no estás solo, yo estoy contigo en todo el camino. Todo estará en orden".

Mis ojos estaban llenos de lágrimas, ya no era el Pastor el que predicaba, era Dios que hablaba directamente conmigo. Yo sabía que todo se arreglaría. ¡Y así fue!

Si hoy miro hacia atrás, estoy agradecida por todos los sufrimientos que pasé. Crecí en la fe y también como persona. Ahora tengo aún más motivos para confiar en Él. Es un hermoso sentimiento poder descansar en Dios, nuestro Padre, en la certeza de que es Él el que nos guía.

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