Sobre el Día Mundial contra la Lepra: ¿Quién pecó?

26 de enero de 2020: Día Mundial de Lucha contra la Lepra. ¿Por qué se conmemora este día? Porque la lepra es una enfermedad subestimada y en muchos países del mundo sigue siendo una plaga de la humanidad. Un llamado a la reflexión.

El Día Mundial de Lucha contra la Lepra se celebra todos los años el último domingo de enero en recordación del día de fallecimiento de Mahatma Gandhi. Lo propuso en 1954 el "Apóstol de los leprosos" Raoul Follereau (1903–1977), ya que Gandhi se ocupaba en forma muy entrañable de las personas discriminadas. El Día Mundial contra la Lepra recuerda una enfermedad misteriosa, que a veces incluso se esconde. Prospera en lo oculto y es traicionera. Su tiempo de incubación puede durar décadas, las primeras señales de la enfermedad se desatienden o se callan. Altera el exterior y la psique de la misma manera, toda la personalidad del afectado. Sobre la lepra mejor no se habla. Para muchos es un castigo de Dios.

El "remedio" contra ella es el aislamiento. No se procura curar a los enfermos, sino proteger a los sanos. En la Edad Media surgen los así llamados leprosarios, que son casas cerradas en las afueras de la ciudad. Los enfermos que se mueven fuera de esas instituciones para pedir limosnas, deben llamar la atención golpeando maderas.

Por eso, la lucha contra la lepra es hasta el día de hoy una lucha contra la exclusión, los prejuicios y la discriminación.

No es un acto de venganza de Dios

Jesucristo ya señaló que una enfermedad no es expresión de un pecado propio o heredado de los padres: "Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él" (Juan 9:2-3). La lepra no es una enfermedad causada por la venganza de Dios, sino por bacterias, cuyo agente patógeno afecta la piel y el sistema nervioso. Se manifiesta con falta de sensibilidad en determinadas partes de la piel. Si no se la trata con la suficiente antelación, casi siempre se llega a infecciones, parálisis y las típicas mutilaciones.

La lepra se transmite por inhalación de gotícolas. Todavía no se ha investigado lo suficiente cómo funciona con exactitud. La realidad es que los familiares tienen un alto riesgo de contagio, los vecinos también. Por eso, son importantes la educación y la prevención. Pero aquí surge el círculo vicioso: los enfermos de lepra son evitados, quedan excluidos de la sociedad. Nadie quiere tener que ver con ellos. Son apartados, alejados de la sociedad. A menudo se incluye a la familia en el destierro. Los padres son hechos responsables de la enfermedad de sus hijos según el conocido modelo: "¿Quién pecó, este o sus padres?".

Solidaridad en lugar de aislamiento

Jesús demostró solidaridad para con los leprosos. Aún más, se hizo semejante a ellos, estuvo entre ellos, tuvo comunión, se tomó tiempo y ¡los sanó! Y esta es una buena noticia también hoy. Con el diagnóstico hecho a tiempo, la enfermedad es curable sin que queden daños. Existen preparados que pueden curar. Finalmente, es una cuestión de dinero. Si los países que hoy todavía son afectados por la lepra tuviesen los recursos suficientes para luchar contra la enfermedad, esta pronto sería erradicada. Aunque este es el objetivo expreso de la Organización Mundial de la Salud OMS, parece que por ahora todavía no podrá lograrse. Mientras una persona se enferme de lepra, el dilema entre pobres y ricos sigue evidente.

Esto también es bien conocido por la Biblia en la historia del "hombre rico y el pobre Lázaro": "Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas" (Lucas 16:19-21).



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Peter Johanning
24.01.2020