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Tomar el timón en medio de la tormenta

abril 19, 2021

Autor: Andreas Rother

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De repente, con la responsabilidad ¡y en problemas! Eso es lo que Hendra Tansahsami experimentó una y otra vez. Como Apóstol de Distrito reunió en Indonesia a las dos Iglesias nuevoapostólicas hermanas. Una retrospectiva en su centenario.

En una familia que buscaba a Dios, Tan Bian Sing, como se llamaba originalmente, nació el 19 de abril de 1921 en lo que entonces eran las Indias Orientales Holandesas. El padre investigaba exclusivamente la Biblia, la madre asistía a Servicios Divinos de diferentes denominaciones. Y el hijo menor perteneció al Ejército de Salvación durante todo un año. Al final, todos ellos se volvieron a encontrar en la Iglesia Nueva Apostólica.

Diácono, Anciano, Apóstol de Distrito

Lo que ocurrió en el verano de 1947 parece un prólogo: Tan Bian Sing fue ordenado como Diácono. Y ya el domingo siguiente quedó solo en el altar frente a la comunidad. El dirigente de la comunidad, un soldado, había sido trasladado con poca antelación.

La historia se repitió: en 1951 viajó a Alemania como Anciano de Distrito para ver al Apóstol Mayor y regresó como Apóstol de Distrito. Lo que Tan Bian Sing encontró cuando volvió a casa fueron solo tres comunidades. Era el final de una larga historia y el comienzo de un capítulo totalmente nuevo.

Internacionales en las grandes ciudades

Estas comunidades se remontaban a Frederik Lodewijk Anthing, un exitoso misionero con raíces europeas. Al principio trabajó con sociedades misioneras de la denominación reformada, pero en 1879 se convirtió a la confesión apostólica.

Su eficacia como Apóstol duró poco tiempo. Tras su repentina muerte accidental en 1883, muchos seguidores volvieron a las Iglesias reformadas. Los que se quedaron eran de origen chino o europeo, principalmente de las grandes ciudades.

Nativos en el campo

Mientras tanto, un misionero aún más exitoso se enfrentaba a las sociedades misioneras por sus métodos poco ortodoxos. En su evangelización, Sadrach Soeropranoto, antiguo musulmán, fue tan sensible a la cultura local, predominantemente islámica, que también hizo construir iglesias con estilo de mezquitas.

En 1899 se convirtió a la fe apostólica junto con muchos de sus seguidores. Trabajó como Apóstol hasta los 96 años. Tras su muerte, la comunidad se dividió en varios grupos, algunos apostólicos y otros reformados. Incluso el grupo principal –los nativos de las zonas rurales– acabó independizándose. Esto tuvo mucho que ver con la historia del mundo.

En sus propios caminos

La Segunda Guerra Mundial hacía estragos. El ejército japonés conquistaba las Indias Holandesas. En 1943 Indonesia se liberó de 350 años de dominio colonial. El Apóstol Gradus Faassen, que dirigía la rama Anthing, acabó en campos de internamiento por ser holandés. Al final tuvo que huir a su tierra natal.

El Obispo Raden Markam Martasudarma, que dirigía la rama de Sadrach, en ese momento sin Apóstoles, buscó ayuda en la crisis, pero no pudo llegar ni a la Iglesia hermana de Indonesia ni a la Iglesia madre de Europa. Fundó entonces su propia Iglesia, se hizo elegir como Apóstol y más tarde fue proclamado Apóstol Mayor.

Un caso casi sin esperanza

Esa era la situación en la que Tan Bian Sing, con apenas 30 años, asumió el ministerio de Apóstol de Distrito. Como “chino de ultramar”, también fue objeto de represalias. Esto incluía un decreto que lo obligó a cambiar su nombre.

Con un puñado de compañeros, Hendra Tansahsami se puso a trabajar. Comenzó a aprender javanés y cultivó contactos con el grupo Martasudarma. Y efectivamente, en 1956 el antiguo Obispo volvió con sus seguidores.

Al final las dos ramas se unieron para formar la Gereja Kerasulan Baru di Indonesia, la Iglesia Nueva Apostólica en Indonesia. Cuando el Apóstol de Distrito Tansahsami murió en julio de 1985, contaban con 120 comunidades y 12.000 miembros. El Servicio Divino de consolación en el día de su entierro se llevó a cabo bajo las palabras de 2 Corintios 9:6: “… el que siembra generosamente, generosamente también segará”.

abril 19, 2021

Autor: Andreas Rother

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