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Un escéptico como modelo

julio 8, 2021

Autor: Oliver Rütten

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¡Un incrédulo, alguien que aparentemente fracasó por no perseverar hasta el final! En la historia muchas veces sirvió de antihéroe. Sin embargo, hizo muchas cosas bien.

Seis meses antes del nacimiento de Jesús, nace un niño. Los padres son considerados ancianos y estériles, pero, no obstante, se convierten en madre y padre: Elisabet y su marido Zacarías, sacerdote de la orden de Abías. Llaman a su hijo Juan (Lucas 1). El precursor de Jesús nace en la ciudad montañosa de Kerem, a siete kilómetros al oeste de Jerusalén; así concluyen hoy los estudiosos de la Biblia.

Cambiando por completo su propia vida

Juan crece en la región montañosa, llevando una vida sencilla en el desierto durante años, subsistiendo a base de langostas y miel silvestre, y vistiendo túnicas de pelo de camello y cinturones de cuero, la ropa de los penitentes y los pobres. Un asceta del que no se sabe mucho de su infancia y juventud.

A los 27 años, aproximadamente, sigue su vocación y anuncia inequívocamente a sus contemporáneos la llegada del Mesías (Lucas 3). Llama al arrepentimiento y a la conversión, bautiza con agua y se une al círculo de predicadores errantes. A lo largo de los años, Juan el Bautista atrae repetidamente la atención con su drástico discurso. Después de todo, no solo hace hincapié en el Bautismo con Agua, sino que también se refiere al próximo Bautismo con el Espíritu Santo (Mateo 3:11).

Dando paso a Jesús

Mientras lo hace, se las arregla para no convertirse él mismo en un ídolo. Constantemente señala hacia Jesucristo: “Es necesario que él [Jesús] crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:28-30). Y se alegra cuando Jesús es aceptado.

Sin inmutarse, Juan viaja por el desierto, predica aguas arriba del Jordán, en Enón, luego al este del Jordán y encuentra a Jesús, de 30 años, entre los que piden ser bautizados. Tras la oposición inicial, también bautiza al Hijo de Dios.

En todo esto no se preocupa por lo externo, ni por sus propias ventajas. Las condiciones generales parecen ser más que desventajosas: la soledad en el desierto, la falta de medios, las circunstancias de pobreza y luego también las discusiones con sus propios discípulos, que temen que Jesús les robe. Juan establece la calma, resuelve las aparentes incoherencias.

Elocuente en el estrado

Sin embargo, las palabras y acciones de Juan son tan sobresalientes que la gente de Jerusalén y de todo el país sale a su encuentro en el Jordán. Su testimonio es tan convincente que cada vez más personas se bautizan (Mateo 3:5). Gana una gran multitud ¡para Jesús!

En su testimonio, Juan va al grano una y otra vez: Jesucristo es el Salvador que lleva a los seres humanos a la comunión con Dios (Juan 1:29 y 36). El pecado impide la relación de cercanía con Dios y debe ser eliminado. En su testimonio se centra en lo esencial de la buena nueva y no hace aparecer a Jesús como un predicador de buenas costumbres o un hacedor de milagros.

Inquisitivo más allá de la mente humana

Juan el Bautista predica principalmente sobre el juicio y aún no habla sobre la gracia a través de Jesucristo (Lucas 7:19-23). No entiende todas las conexiones, no conoce por completo el Evangelio. Algunas cosas le parecen poco claras, le surgen dudas que no puede resolver del todo.

Pero defiende sistemáticamente el cumplimiento de los mandamientos de Dios, no tiene pelos en la lengua. Cuando denuncia el adulterio y el segundo matrimonio de Herodes Antipas, es encarcelado en la fortaleza de Maqueronte junto al Mar Muerto y finalmente ejecutado a petición de la hijastra de Herodes.

¿Quién será este niño?

Hace 2.000 años, tras el nacimiento de Juan el Bautista, los vecinos se preguntaban: “¿Quién, pues, será este niño?” (Lucas 1:66). Se convirtió en alguien que preparó el camino para Jesucristo como nadie antes. Se convirtió en alguien que cambió por completo su vida por Jesucristo; en alguien cuyo testimonio inspiró un entusiasmo duradero por Jesucristo. Y se convirtió en alguien que puede ser un modelo para los cristianos del siglo XXI.

“Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe”. El versículo bíblico de Juan 3:30 fue la base del Servicio Divino de Saber bíblico de junio 2021. Una mirada intensiva a la historia, los contextos sociales, así como la cuestión de la transferibilidad a la vida cotidiana personal, es lo que hace especial a este formato de Servicio Divino. Además de los encuentros en los días festivos de la Iglesia, son los Servicios Divinos de Saber bíblico en los que se pueden escuchar las lecturas de la Biblia.

Foto: Wittaya – stock.adobe.com

julio 8, 2021

Autor: Oliver Rütten

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