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Al otro lado del Atlántico, con la fe en el equipaje

abril 16, 2024

Autor: Katrin Löwen

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Nunca había estado allí, pero se sentía atraída. Irene Berger-Chreim creció en Uruguay y quería ir a Alemania, el país de sus antepasados. Así que emigró, siempre llevando a Dios con ella.

Montevideo es la capital de Uruguay, una ciudad viva y vibrante. En comparación con otras capitales, Montevideo es menos ruidosa, pero siempre pasa algo. La gente baila tango, toma mate y los artistas venden sus obras en la calle. La ciudad, de 1,3 millones de habitantes, está situada junto al ancho Río de la Plata y es el centro industrial y cultural de Uruguay. Hay muchos monumentos para admirar y museos para visitar y, gracias a su clima cálido y húmedo durante todo el año, siempre es agradable ir a la playa.

Irene Berger-Chreim ha estado innumerables veces en esta playa, ha paseado por las calles de Montevideo y ha tomado mate. Ahora vive en Ammerbuch-Pfäffingen, un pueblo de 2.000 habitantes en Alemania. La ciudad está rodeada de campos verdes y huertos. Hay más de 400 kilómetros en línea recta hasta el mar. Pero Irene se siente como en casa: “También me gusta vivir en un paisaje donde hay mucho verde. Ver estos campos, experimentar estos colores en las diferentes estaciones, al principio todo era totalmente diferente para mí. Todo eso me inspira”.

Familia multicultural

Irene es uruguaya de segunda generación. Sus abuelos maternos emigraron al país sudamericano desde Alemania, mientras que los paternos procedían de Austria. “En nuestra familia siempre cultivamos las tres culturas”, dice Irene, que aún hoy mantiene un círculo multicultural de amigos. “Mi padre tenía una orquesta con su nombre y un grupo de Schuhplattler, un baile tradicional alemán. Era muy activo en los clubes alemanes. Hace cuatro años, celebré mi 60 cumpleaños en uno de estos clubes y pude ver los nombres de mis abuelos y preciosas fotos antiguas en una pizarra”.

“Volver” a Alemania

“Muchos otros hermanos de mi comunidad, la capilla Unión, que también tenían antepasados alemanes, pero habían nacido ellos mismos en Uruguay, luego ‘volvieron’”. Su tía cruzó el Atlántico para empezar una nueva vida en Alemania. “Y en algún momento también nosotros sentimos el deseo de ‘volver’ aquí. De alguna manera nos sentimos atraídos”.

Así que en 1979 “volvieron” a Alemania. Irene acababa de terminar un aprendizaje de secretariado y de tomar clases de alemán, y emigró a Europa con dieciocho años y medio. Su hermana, que se había casado poco antes, se quedó. Los Berger dejaron atrás todo lo que habían construido en Uruguay. “Fue –no sé– un deseo”, dice Irene.

Nieve por primera vez

El padre de Irene es católico, pero su fe nuevoapostólica la heredó de su madre. “Cuando éramos niños, mi padre no quería que fuéramos a la Iglesia”, cuenta. “Mi madre luchó mucho para que fuéramos. Nos llevaba todos los domingos. Desde pequeños, solo íbamos a la Iglesia los domingos porque había demasiados enfrentamientos”. En Alemania, las cosas de repente fueron muy diferentes: “Curiosamente, mi padre lo aceptó de alguna manera aquí en Alemania”. Irene y su madre se asombraban cuando su padre se mostraba siempre amable y hablaba con los portadores de ministerio durante las visitas de asistencia espiritual.

Su vida de fe adquirió una nueva intensidad en Alemania. Al principio, la familia vivía con los tíos de Irene en su casa de Sindelfingen. “Allí participé en el coro de la comunidad de habla española, viajé con los jóvenes e hice amigos enseguida”, relata. Dice que se sintió como en casa en todas las comunidades, tanto en Uruguay como en Alemania. Aunque no pudo participar tanto en su juventud en Uruguay, sí lo pudo hacer mucho más en Alemania. “De las comunidades Sindelfingen o Magstadt, donde estuve más tarde, viajábamos a otras regiones con el grupo de jóvenes. Una vez viajamos en invierno, donde había nieve. Pude experimentar la nieve por primera vez, porque en Uruguay no existe”.

Irene también hizo amigos después de su juventud. “Tanto los jóvenes como los mayores siempre intentábamos reunirnos”. Irene también piensa que la tradición de las comunidades alemanas de organizarse para tomar un café con la comunidad después de algunos Servicios Divinos es una forma estupenda de entrar en contacto con otros hermanos y hermanas en la fe.

Experiencias que conectan

Por supuesto, también hubo problemas en el nuevo país. “Al principio, el idioma fue una barrera para mí”. Y “en Uruguay éramos los alemanes o los austriacos, y aquí también éramos los extranjeros”.

A sus 24 años, Irene es madre de una hija con una grave discapacidad. “El padre de Cintia se fue a Portugal y nunca volvió a tomar contacto. No mostró ningún interés por ella”. Durante este tiempo, Irene vivió muchas experiencias en la comunidad”. “Llegué a conocer a hermanos y hermanas que también tenían hijos discapacitados. Por ejemplo, una niña con síndrome de Down. Todavía hoy soy amiga de la familia, aunque vivimos a una hora en auto unos de otros. Es hermoso que podamos intercambiar ideas. Y que seamos nuevoapostólicos”.

Llegar a los demás

En otra ocasión, Irene experimentó la ayuda de otros hermanos en la fe cuando se vio obligada a abandonar su casa. “Un Pastor de la comunidad y su esposa me dejaron quedarme con ellos un mes hasta que encontré una nueva vivienda”. Fue en su actual comunidad Ammerbuch-Pfäffingen, donde Irene se siente muy a gusto.

Durante el período del coronavirus no asistió a los Servicios Divinos durante un tiempo. “Estaba un poco demasiado cómoda”, admite. “El Servicio Divino también estaba disponible en Internet”. Pero se sentía sola. Cintia está internada en un centro asistencial de Reutlingen, mientras que su hija menor, Melanie, vive en Suiza. “También es bueno para mí estar en la comunidad”, pensó. Así que empezó a asistir de nuevo a los Servicios Divinos y se alegra de poder socializar con otros hermanos y hermanas en la fe.

“Hay que integrarse”, dice desde su propia experiencia a quienes también se trasladan a otro país y se enfrentan a la pregunta de cómo vivir activamente su fe. “Hay que buscar el contacto con la comunidad, con los hermanos y hermanas. El camino es mucho más agradable“.

abril 16, 2024

Autor: Katrin Löwen

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