Quien cree, le habla a Dios y las personas (sobre la fe). Bajo el título “Dedicación a Dios”, el mes de febrero gira en torno a la confesión, la alabanza, el agradecimiento y la intercesión. Porque ¡orar funciona!
La fe es una dádiva. Las personas inspiradas por el Espíritu Santo son exhortadas a dedicarse a Dios y a permanecer vinculadas a Él para que su fe pueda ser fortalecida. Esto sucede por medio del perdón de los pecados, recibiendo la Santa Cena y a través de la prédica. Por eso, recibir los Sacramentos y anunciar la palabra son parte esencial de la vida del cristiano.
Más que transmitir
Pero eso no es todo: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare”, dijo Pedro. Estas palabras de Hechos 2:39 son el tema central del primer domingo de febrero.
El mensaje central: Todo creyente es exhortado a compartir la promesa de salvación, especialmente a las futuras generaciones. Los niños deben poder conocer y amar a Jesucristo, la doctrina y la comunión de la fe. Para ello es necesario transmitir conocimiento, convicción y aliento.
Poderoso y grandioso
“Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la magnificencia de su firmamento. Alabadle por sus proezas; alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza” es el texto bíblico del segundo domingo. Muchas personas suelen encontrar muchas palabras para expresar sus peticiones a Dios. Para alabarlo, en cambio, a muchos les faltan palabras.
Pero si lo pensamos un momento, hay muchas razones para alabar a Dios. Por sus obras como Creador del mundo material y del mundo espiritual. Y por su gloria en su obrar salvífico como Preservador y Consumador.
Fe, amor y esperanza
De la alabanza al agradecimiento no hay mucho trecho, sobre todo para los cristianos a quienes acompaña en la vida la tríada “fe, amor y esperanza” de 1 Tesalonicenses 1:2-3: “Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”.
Así pues, el tercer domingo trata de cuatro cosas: la fe en Cristo y su Obra Redentora, el amor a Cristo, el amor al prójimo y la esperanza en el retorno de Cristo. Y esto no queda sin consecuencias para la vida cotidiana.
Intercesión aquí y allá
El amor al prójimo lleva a la intercesión. Y en la fe nuevoapostólica, esta no termina en este mundo, sino que se extiende también al más allá. El cuarto domingo de febrero nos prepara para el próximo Servicio Divino en ayuda para los difuntos una semana después.
La base para ello es 2 Crónicas 30:18-20: “Mas Ezequías oró por ellos, diciendo: Jehová, que es bueno, sea propicio a todo aquel que ha preparado su corazón para buscar a Dios, a Jehová el Dios de sus padres, aunque no esté purificado según los ritos de purificación del santuario. Y oyó Jehová a Ezequías, y sanó al pueblo”.
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