A los testigos se les puede creer o no, cada uno decide por sí mismo. Lo que cuenta es la credibilidad de sus declaraciones, ¡si ellos mismos creen lo que informan! Los discípulos, que vieron a su Señor Jesucristo ir al cielo, se aferraron a su historia y no se movieron ni un milímetro de ella.
Hoy las personas tienen dificultades para creer lo que se les cuenta. Hay que reconocer que la Ascensión –como todos los milagros de la fe– no se puede entender ni explicar científicamente. Es una cuestión de fe. Y está permitido preguntar: ¿Es posible ser cristiano sin fe?
¿Qué había pasado?
Imaginemos la siguiente escena: Tras su resurrección, el Jesucristo muerto entra en la habitación cerrada donde están los discípulos. Se habían atrincherado, estaban llenos de preocupación y muy asustados, se sentían impotentes y desorientados. Su fe se había visto poderosamente afectada. Habrían esperado muchas cosas, pero esto los superaba con creces. Su amado Maestro ya no estaba con ellos, los había abandonado. Estaban solos.
Y ahora este Jesucristo viene y devuelve a sus discípulos a la realidad de la fe. Respalda sus afirmaciones, les aclara su misión y los acompaña durante un tiempo más. ¡Ojalá pudiéramos viajar a esa apasionante época con una máquina del tiempo!
Otra vez una despedida
Y luego, 40 días después, ¡hay otra despedida! Pero tiene lugar de una manera completamente diferente. Los Apóstoles, y con ellos la comunidad, parecen más ordenados, llenos de entusiasmo, contagiados de celo y expectativa. Esta es una de las razones por las que el Día de Ascensión es tan importante: habla del celo ardiente por la fe.
Los testigos observan a Jesús, son reconfortados y fortalecidos, y luego son enviados a su mundo de fe; ya no están solos, sino que sienten una valiente comunidad a sus espaldas: “Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:10-11).
Un versículo revelador en las Sagradas Escrituras. Y un llamamiento: “¿Por qué estáis (parados) mirando al cielo?”.
No quedarse parado, ¡seguir adelante!
La Ascensión es una fiesta del movimiento. Los cristianos no deben quedarse parados de brazos cruzados, sino que han sido llamados para realizar trabajo cristiano. Todavía queda mucho por hacer. La fe cristiana no quiere ser ahogada en fórmulas de cortesía ni en la laboriosa ponderación de “lo verdadero y lo falso”. Eso solo cansa y conduce a un sueño intranquilo. La fe cristiana quiere vivir, estar viva, saltar de alegría y contagiarse a sí misma y a los demás. Seguir a Cristo no conduce a la inacción, sino a la misión de proclamar: su ascensión es nuestra ascensión, su resurrección es nuestra resurrección. Que la gente piense que esto es posible o no, es algo relativamente secundario. El llamamiento a los cristianos de hoy es: Haz algo con esto, empieza algo con esto. ¡Se trata de ti, de tu ascensión!
Aprender de los misioneros
Y hay ejemplos maravillosos de personas que salen y hacen grandes cosas en nombre de su fe. Aquí solo un ejemplo reciente: un Apóstol muere en la India a causa de Covid-19 y el Apóstol Mayor puede decir de él: “Durante sus 25 años como Apóstol, recorrió más de 850.000 kilómetros, la mayoría de ellos en motocicleta, para servir a los hermanos. Ningún viaje era demasiado largo ni ningún sacrificio demasiado grande para él. Trabajó con celo y motivó a sus hermanos a proclamar el Evangelio de Jesucristo. Fundó muchas iglesias, se quedaba a menudo con los hermanos y hermanas y cuidó con amor de las almas que le fueron confiadas”. Abundan los testimonios de mujeres y hombres valerosos, de niños con coraje y jóvenes comprometidos, de misioneros y héroes de la fe.
Cristianos, no os durmáis, no os quedéis parados, seguid adelante. ¡Este es el lema de la Ascensión!
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