La ascensión de Cristo es una festividad cristiana de la que mucha gente no sabe demasiado. No suficientemente representada, se halla oculta entre Pascua y Pentecostés. Aún así, implica una trascendencia inmensa para la salvación.
Jesucristo, el Hijo de Dios, había resucitado. Era domingo de Pascua. Bien temprano las mujeres se allegaron al sepulcro, pero su sepulcro estaba vacío. Esta es por cierto la frase de mayor contenido de todo el Evangelio: ¡su sepulcro estaba vacío! Las personas de aquella época no lo podían entender, tampoco las personas de hoy. Estaban asombrados, enojados, irritados, escandalizados. Se dieron casi todas las sensaciones y sentimientos. La alegría, la verdadera alegría porque Jesucristo había resucitado, se presentó recién más tarde.
40 días en la comunidad
40 días todavía permaneció el Resucitado junto a su comunidad en la tierra. Se mostró en muchas partes, se dejó ver, tocar. Informan sobre ello todos los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y la primera epístola a los Corintios. Este tiempo de 40 días entre la resurrección y la ascensión sirvió para que Jesús se mostrase como el «viviente», como aquel que había vencido a la muerte.
El Evangelio según Marcos informa con unas pocas palabras la ascensión al cielo: «Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes» (Marcos 16:19-20).
Ascensión significa cumplir el encargo
En los Hechos de los Apóstoles se explican otros acontecimientos sobre la ascensión del Señor: «Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo (Hechos 1:9-11).
Esa es una frase esencial de la primera comunidad de los Apóstoles: los Apóstoles no deben mirar tras el Señor, sino hacia adelante, cumplir su encargo y llevar el Evangelio al mundo. Su encargo recién se habrá cumplido con el retorno del Señor.
En el cristianismo temprano aún no existía una fiesta para recordar la ascensión de Cristo. Recién en el siglo IV se comenzó en algunas regiones de la Iglesia del este a celebrar el día 40 después de Pascua como la fiesta de la «ascensión de Cristo». Esta costumbre también se impuso a partir del siglo V en la Iglesia occidental. De esa manera, la festividad de la ascensión del Jesús resucitado forma parte de los orígenes de la fe cristiana.
Una Confesión de la Iglesia
En la Confesión de fe apostólica dice: «… al tercer día resucitó de entre los muertos; ascendió a los cielos; está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso, desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos». Así también expresa el segundo artículo de la fe de la Iglesia Nueva Apostólica.
Y en el Catecismo está escrito: «En diferentes ocasiones, Jesucristo hizo alusión a su retorno al Padre (Juan 3:13; 16:28; 20:17). El día 40 después de Pascua fue con los Apóstoles al Monte de los Olivos y les dio indicaciones sobre su misión. A continuación «viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos». A través de dos ángeles, los Apóstoles recibieron la promesa: «Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo» (Hechos 1:3-11).
Estas palabras están incluidas en el noveno artículo de la Confesión de fe nuevoapostólica: «Yo creo que el Señor Jesús vendrá nuevamente tan seguro como ascendió al cielo» (Catecismo INA 12.5.5). En estas palabras se refleja la trascendencia especial que tiene la ascensión para la salvación.
Foto: Oliver Rütten