Un final que es un principio. Con su ascensión, Jesucristo no se alejó de los seres humanos, sino que se acercó aún más a ellos. Reflexiones sobre la festividad que se sitúa en medio del tiempo de Pascua.
La Pascua aún no ha terminado. Porque, en realidad, el tiempo de Pascua, con todo lo que conlleva, dura 50 días y no termina hasta el domingo de Pentecostés. Y el día 40 del tiempo de Pascua se celebra la ascensión. El motivo: por segunda vez, Jesús parece abandonar a sus discípulos. La primera vez, el Viernes Santo, los discípulos lo vivieron como tocar fondo. Pero ahora, el Día de la Ascensión hace que la Pascua tenga un efecto completamente distinto en los discípulos. El famoso teólogo y autor de himnos Dietrich Bonhoeffer describe este efecto con las palabras: “Quien conoce la Pascua no puede desesperar”.
Entre la resurrección y la ascensión
Las apariciones del Señor después de la Pascua contrarrestan los rumores de que sus discípulos habían robado el cuerpo y documentan que Cristo había resucitado de verdad.
Tras su resurrección, Cristo volvió a pasar tiempo con sus discípulos. Primero convenció de su resurrección a escépticos como Tomás, volvió a enseñar a sus discípulos y les dio encargos y poderes. Además de la gran comisión, en ese tiempo también les dio consuelo y les volvió a prometer la venida del Espíritu Santo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
La ascensión en ese entonces
Los discípulos no acompañaron a Jesús a la cruz y al principio tampoco pudieron comprender su resurrección de entre los muertos. Pero fueron testigos de la ascensión de Cristo. Experimentaron por sí mismos cómo la naturaleza humana de Jesús entraba finalmente en la gloria divina. Esta experiencia hizo que esta vez no se sintieran abandonados y no se escondieran. Al contrario, llenos de alegría volvieron a Jerusalén, el lugar donde hasta hacía poco habían permanecido llenos de miedo. De vuelta a donde se alojaban, se reunieron con las mujeres, oraron y se prepararon para el acontecimiento de Pentecostés.
La ascensión hoy
Muchos pasajes bíblicos se refieren a Jesús ocupando su lugar a la diestra de Dios. Así lo describe también el segundo artículo de la fe. Al lado del Padre, el servicio de Jesús no cesa, sino que intercede por nosotros desde este lugar tan elevado. Qué reconfortante pensar que Cristo sigue intercediendo por los suyos, como ya lo expresó en la oración sacerdotal: “Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno” (Juan 17:19-21).
La ascensión da respuestas
Con su ascensión, Cristo responde también a las preguntas de hoy: “¿Qué nos espera?” o “¿Dónde soy bienvenido?”. Sin embargo, las respuestas no solo se dan en función del “dónde”, sino que también se responde a la pregunta de “¿Cómo llego hasta allí?”.
Jesús mismo es el camino que los seres humanos deben seguir aún hoy para vivir en la verdad y poder tener vida eterna. Así que no sigue siendo un viaje hacia lo desconocido, sino que al seguir a Jesús es un viaje con Él. Jesús es brújula y acompañante.
Ascensión significa cercanía
Ascensión no significa separación y reencuentro lejano. Jesús ya ha anticipado la meta, la comunión eterna con Dios, y por eso hoy ya es posible tener un encuentro con Dios una y otra vez. Mediante la ascensión de Jesús y el posterior acontecimiento de Pentecostés, Dios no se ha alejado, sino que se ha acercado a los seres humanos. O como dijo Lutero sobre Cristo: “Cuando estaba en la tierra, estaba lejos de nosotros; desde que está en el cielo, está cerca de nosotros”.
Este Cristo está cerca en su Iglesia, en la palabra y en los Sacramentos, y en el amor al prójimo. La comunidad creyente es siempre una comunidad que espera impaciente y llena de anhelo el retorno de Cristo.
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