En la calma se encuentra la fuerza, la humanidad siempre lo ha sabido. Aquellos que brindan asistencia espiritual necesitan tener momentos de calma bien aprovechados y saber escuchar.
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:35-36).
Las palabras de Jesús dejan claro que la asistencia espiritual es compleja. Pero también sugieren que, a largo plazo, solo pueden brindar asistencia espiritual aquellos que son capaces de dar algo y no aquellos que no tienen fuerza y están enfermos y encarcelados.
No asistir solo al prójimo, sino también a su propia alma, es tarea de todo asistente espiritual. Consejos de hace miles de años que siguen siendo relevantes en la actualidad:
Tomar distancia: “Él (Jesús) les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto…” (de Marcos 6:31). Después de un período de esfuerzo especial, los colaboradores cansados y exhaustos deben descansar en un lugar tranquilo. Retirarse por un tiempo, no estar por un tiempo en medio de las cosas, es importante para mantener la propia fuerza física y mental de forma permanente. Porque nadie debe esforzarse en exceso, seguir funcionando o incluso quemarse internamente por una responsabilidad mal entendida y luego no poder hacer nada más.
Descansar a conciencia: “Él (Jesús) les dijo: (…) y descansad un poco” (de Marcos 6:31). – Entre todo trabajo, es necesario una pausa para generar nueva fuerza. Esto no significa una abstinencia de tareas importantes durante muchos días. Pero una fase de calma consciente y activa para descansar antes y después de la asistencia espiritual es importante para aquellos que la brindan. Él mismo y su prójimo se beneficiarán. Jesús llama a sus discípulos a este significativo equilibrio interior.
Ganar perspectiva: “No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes” (2 Corintios 1:24). Esto se aplica a todos los asistentes espirituales: con y sin ministerio, jóvenes y mayores, mujeres y hombres. La asistencia espiritual acompaña en las más diferentes situaciones de la vida, la asistencia espiritual lleva a Dios y la asistencia espiritual también es una ayuda práctica en la vida (Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica 12.4). Pero la asistencia espiritual no controla, no exige, no gobierna. Quienes brindan asistencia espiritual se ocupan de reconocer esta perspectiva una y otra vez.
Ser escuchado: Si se le exige al asistente espiritual más de lo que puede dar o si ya ha dado más de lo que tenía… entonces es importante que él mismo haga uso de la asistencia espiritual. Él también es un ser humano y tiene la necesidad de “ser escuchado”. Ellos escuchan, pero también deben ser escuchados.
El Apóstol Pablo hizo referencia a la exigencia especial de no tener a la vista solo al prójimo y de consumirse brindando asistencia espiritual. En ese entonces pidió expresamente: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño” (Hechos 20:28). Si el asistente espiritual mira por sí mismo, si está en paz consigo mismo, si mantiene su fuerza física y espiritual permanentemente, podrá ocuparse de su prójimo con fuerza y amor.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18). ¡Este mandamiento no termina después de la cuarta palabra!
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