Ricos, lindos y sanos, ¿son estas las bendiciones de Dios? Lo que Dios realmente quiere regalar a los seres humanos es la bendición espiritual. ¿En qué consiste y qué se puede hacer con ella?
“Cuando el Nuevo Testamento habla de bendición, siempre se trata de la relación entre Dios y el ser humano”, dijo el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider el 20 de octubre de 2024 en Glasgow (Escocia). “Dios quiere darnos sobre todo bendiciones espirituales, se trata de nuestra alma”.
En torno a esto giró el texto bíblico para el Servicio Divino: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él” (Efesios 1:3-4).
“Y la epístola a los Efesios enumera una serie de bendiciones”, explicó el Apóstol Mayor.
La elección divina
“Lo primero que hemos oído es la elección”. Pero esto debe entenderse correctamente. Porque no se trata de que alguien sea elegido y otro rechazado. Lo único importante es que la decisión viene de Dios, no del ser humano: “Dios ha decidido: Yo te amo; quiero que estés conmigo”. Dios elige antes incluso de que exista el ser humano. Esto deja claro que la elección no se basa en el mérito, sino únicamente en el amor de Dios.
La revelación de su voluntad
“La segunda bendición: Conocemos la voluntad de Dios”. A veces se tiene una idea muy negativa de su voluntad: Dios quiere que obedezcamos, que sirvamos o incluso que suframos. Y tenemos que someternos a su voluntad. Pero olvidamos lo que Dios realmente quiere: “Él quiere que yo entre en su reino. Él ha preparado el camino; yo solo tengo que recorrerlo”. Y “también quiere que todos los seres humanos tengan comunión eterna con Él”.
El sacrificio de Jesucristo
“Otra bendición mencionada aquí es que Cristo vino a la tierra y murió por nosotros”. Esto tiene una dimensión muy personal: “Tuvo que morir por mí, por mi persona”. Y “eso estaba decidido antes de la fundación del mundo, porque para Dios el futuro es el presente y el pasado es el presente”.
La filiación divina
“Hemos llegado a ser hijos de Dios y coherederos con Cristo”. Por un lado, Dios dice: “Hagas lo que hagas, eres y seguirás siendo hijo mío”. Por otro lado, “puedes heredar la vida eterna, la gloria de Dios”. Y ambas no son promesas vacías: “Te doy la garantía y esta garantía es el don del Espíritu Santo”.
El poder del Espíritu Santo
“El don del Espíritu Santo es también un poder que actúa en nosotros” y más precisamente, uno extremadamente poderoso, el mismo poder que resucitó a Cristo de entre los muertos. Este poder permite a los creyentes caminar en la luz y el amor, es decir, seguir el ejemplo de Jesús. Pero no se trata de seguir ciertas reglas, sino de dejar el mal y hacer el bien.
La adopción en la Iglesia
“Un último punto y con esto concluye la epístola: Hemos sido integrados a la Iglesia, al cuerpo de Cristo”. Y eso significa: “Recibes la palabra, recibes los Sacramentos, recibes el perdón de los pecados, todo lo que necesitas para llegar a ser como Jesucristo. Esto no es posible fuera de la Iglesia”. Los miembros del cuerpo de Cristo están vinculados entre sí. Aunque tengan personalidades, dones, responsabilidades y circunstancias diferentes, pueden llegar a ser uno en Cristo.
La doble respuesta
Dar gracias a Dios por las bendiciones no se limita a alabarlo juntos en el Servicio Divino. “Tenemos que ir un poco más allá”. Por un lado, corresponder al amor de Dios y orientar nuestra propia vida a poder estar con Él. Y, por el otro, utilizar el poder del Espíritu Santo para luchar contra el mal y seguir a Cristo, así como emplear nuestros propios dones para contribuir al bienestar de la Iglesia y de sus miembros.