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Beneficencia en dos ruedas

diciembre 15, 2016

Autor: Andreas Rother

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Motores que resuenan, máquinas brillantes y toda una colección de ositos en el manubrio: escenas con estas se ven cada año en una comunidad sudafricana. Y esto no sólo para diversión personal, sino con un buen fin.

9.500 kilómetros de ida y 9.500 kilómetros de vuelta: una vez al año Elke y Joachim Schmidt van al Servicio Divino volando, de Alemania a Sudáfrica. Mas no es un Servicio Divino de los habituales: los participantes están sentados en los bancos con ropa de cuero negra. Y al final reciben un montón de juguetes de los niños de la comunidad.

Es el Servicio Divino anual para motoristas en la comunidad Dunrobin-Bellville: desde hace ocho años se encuentran fans nuevoapostólicos de las motos de la región de Ciudad del Cabo en las horas de la mañana en el estacionamiento de un restaurante de comida rápida. Y después las pesadas máquinas se dirigen en columnas de doble fila a la iglesia.

En camino al Toy Run

El Servicio Divino en sí no se diferencia de los demás. La diferencia la hace la reunión que le sigue. Los motoristas hacen unos minutos de silencio para recordar a sus compañeros fallecidos en los últimos meses y pronuncian algunas palabras en su honor. Y los niños de la comunidad les entregan juguetes en cajones. Pues este encuentro de motoristas no tiene sólo ese motivo.

«Toy Run» se llama la gran acción en beneficio que se realiza en Ciudad del Cabo desde hace 34 años. Decenas de miles de motoristas se encuentran para una excursión y un tipo de festival. Atados a las máquinas, a cuestas o de ser necesario, en un sidecar llevan juguetes como equipaje. Estos son juntados y más adelante, repartidos a niños sin recursos. Los juguetes se entregan a hogares, hospitales u otros institutos de bien público.

Con la bendición de la Iglesia

De este festival también participa el grupo de motoristas nuevoapostólico. El Servicio Divino en Dunrobin, efectuado en uno de los fines de semana precedentes, es el punto de partida. Son como 170 participantes. Alrededor de la mitad son miembros de la Iglesia. La otra mitad son cónyuges, amigos e invitados.
A veces el marco también es más grande. Fue en 2015 cuando el Apóstol Marc Ashley Diedricks condujo el Servicio Divino con unos 700 participantes y dispensó la bendición de casamiento a una pareja de motoristas. Esto valió incluso un largo informe en el canal de televisión de la Iglesia NACTV.

De esos encuentros surgió en 2014 NACMA («New Apostolic Church Motorcycle Association»), una asociación de motocicletas de la Iglesia Nueva Apostólica, que no es un club, sino una colectividad de intereses en común. Con la bendición de la Dirección de la Iglesia, como informaron ambos iniciadores Andre Bell y Trevor Davids a NACTV: cuando el Apóstol Mayor Wilhelm Leber convocó a que el año 2013 fuese el año de la confesión, los motoristas preguntaron si lo podían hacer a su modo. A partir de la luz verde de la administración de la Iglesia, llevan el emblema de la Iglesia sobre sus trajes de cuero.

Confesar más allá de las fronteras

Entre ellos están también Elke y Joachim Schmidt de Karlsruhe en Alemania. Este año él ya estuvo cuatro veces en Ciudad del Cabo. El contacto que traspasó las fronteras pudo establecerse en 2014 en el Día Internacional de la Iglesia. Mientras tanto los sudafricanos están buscando otros amigos de las motos que pertenezcan a la Iglesia, y ya los han encontrado en Indonesia y en Canadá.

Ahora la gente de NACMA se encuentra todos los meses para una excursión en la que visitan un Servicio Divino. La meta son las comunidades rurales en un radio de 300 kilómetros alrededor de Ciudad del Cabo. En el equipaje siempre llevan una donación financiera para la escuela dominical local.

Joachim Schmidt también trae donaciones cada vez. «Es hermoso que con tu hobby puedas mover algo», dice. «Y demostrar que los motoristas no son malas personas», sonríe Andre Bell. «Y pueden confesar su fe», enfatiza Trevor Davids.

diciembre 15, 2016

Autor: Andreas Rother

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