Buenas nuevas para los pobres ¡y para todos!
Jesús vino a liberar a los seres humanos del mal. Cuando Él se fue, envió a los Apóstoles a transmitir sus buenas nuevas. Y hoy, cada cristiano es enviado por Jesús para dar testimonio de su amor.
Hay un joven que viene a la sinagoga, al que todo el mundo conoce desde que era pequeño y cuyo padre es un simple carpintero. Y lee a los reunidos en la sinagoga un pasaje de Isaías sobre Aquel que pregona la libertad a los cautivos y da la vista a los ciegos. Y, de repente, afirma que es Él. Es comprensible que los oyentes se indignaran tras su entusiasmo inicial. No puede ser el enviado por Dios, el que vieron crecer. Se indignan tanto que quieren matarlo. Pero Dios lo impide.
Afortunadamente… porque el joven era Jesucristo, el Hijo de Dios. Trajo la buena nueva de que era Él el que había venido por los pobres, quebrantados, afligidos, cautivos y ciegos. El 17 de octubre el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider llevó esta historia bíblica a los hermanos en la fe de París (Francia) y a las comunidades conectadas. La base del Servicio Divino fue el pasaje bíblico de Lucas 4:21-22: “Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?”.
Jesús, el Salvador
Jesús vino para quienes tienden a estar menos en el lado soleado de la vida. ¿Por qué? “Porque Dios quiere liberar a los seres humanos de la sujeción del pecado”, explicó el Apóstol Mayor, “porque quiere liberarlos del sufrimiento del mal causado por el pecado, venciendo a la muerte y liberando a los seres humanos, llevándolos a la comunión con Él”. Así que Jesús estuvo especialmente cerca de “los que más sufrían las consecuencias del pecado”.
Jesús no vino a revolucionar la sociedad, “vino a liberar a los seres humanos del pecado”, explicó el Apóstol Mayor. Y Jesús lo hizo sin mucha intervención humana. Solo había unas pocas condiciones para que las personas fuesen salvas: había que ser humilde, ser consciente de ser cautivo del pecado y sufrir por estar separado de Dios. No parece complicado, pero lo fue para algunos. “Su mensaje no fue recibido, el mensajero no fue aceptado», relató el Apóstol Mayor. Pero Jesús no se dio por vencido con la humanidad.
Los Apóstoles, enviados por Dios
“Jesús volvió a su Padre, ¿y qué hizo? Envió a sus Apóstoles. Sus Apóstoles, dotados del Espíritu Santo, fueron enviados a proclamar el mismo mensaje”, informó el Apóstol Mayor. “La misión del apostolado es exactamente la misma, es decir, anunciar estas buenas nuevas. Hoy esta palabra se cumple en su Iglesia, Cristo quiere liberar a los pobres, a los pecadores, a los oprimidos, a los enfermos, a los quebrantados de corazón. Jesús está aquí para traerles la salvación. Y ese es el mensaje que los Apóstoles transmiten hoy, enviados por el Señor Jesús”.
A través de los Apóstoles, Jesús se dirige a todos, especialmente a los que sufren las consecuencias del pecado. Pero el Apóstol Mayor también dejó claro: “Para ser salvo, incluso hoy en día, no hay que ser infeliz, no hay que ser pobre, no hay que ser desfavorecido. El mensaje de los Apóstoles se dirige a todos, a los enfermos y a los sanos, a los pobres y a los ricos, a los jóvenes y a los ancianos, a los hombres y a las mujeres y a los niños”. Para recibir el mensaje de los Apóstoles, se aplican hoy las mismas condiciones que en tiempos de Jesús: ser humilde, aceptar la dependencia de Dios y querer estar cerca de Él.
… y nosotros
“El Señor vino, enviado por Dios, a proclamar estas buenas nuevas. Los Apóstoles fueron enviados por Jesús para proclamar estas buenas nuevas”. Pero eso no fue todo: “La Iglesia, tú y yo, somos enviados por Dios, estamos llenos del Espíritu Santo para proclamar las mismas buenas nuevas”, dijo el Apóstol Mayor. “Todo hijo de Dios es ungido con el Espíritu Santo y enviado por Dios a este mundo para transmitir las mismas buenas nuevas”. En términos concretos, esto significa hacer tangible a otras personas el amor de Jesús a través de las acciones y el comportamiento. “En la Iglesia, los que tienen el corazón quebrantado son consolados. En la Iglesia no se ignora a los infelices, se los ayuda, se consuela a los que lloran, a los débiles”, apeló el Apóstol Mayor.
Y era especialmente importante para Él perdonar. “Dejemos estas rencillas, estas susceptibilidades, estas molestias que se producen desde hace años”, dijo a los hermanos en la fe, pidiendo que se reconcilien.