Como imagen de Dios con una triple misión
Trabajar, ¿una maldición? No, más bien una cualidad divina de los seres humanos. Y que además hace crecer y prosperar regalos divinos: lo que tienen en común la protección del medio ambiente, la salvación del alma y la vida en la comunidad.
«Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase». Con este texto bíblico de Génesis 2:15 ofició el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider el domingo 6 de octubre de 2019 en San Petersburgo (Rusia).
Tener que trabajar sería una maldición. No obstante, «lo que Dios dijo aquí, lo dijo en seguida al principio, antes de la caída en el pecado». Y significa que «como imagen de Dios», el Creador, «el ser humano fue creado para trabajar» en provecho de sí mismo y en provecho de toda la humanidad.
Con responsabilidad
«El ser humano debe administrar la creación en lugar de Dios, por encargo de Dios. Así también en el sentir de Dios», enfatiza el Apóstol Mayor mencionando tres puntos principales:
- «El ser humano es responsable del estado de la creación. Se debe ocupar de no dañarla».
- «Nosotros también somos responsables de la distribución de los tesoros de la tierra. No podemos acusar al amado Dios. Esa responsabilidad se la dejó al hombre».
- «También somos responsables del futuro» como de lo que le dejamos a la próxima generación.
«Esto no es una declaración política, es una verdad divina», destacó el Director de la Iglesia.
Trabajar en la salvación
Ahora Dios dio mucho más que la creación: «Nos da todo lo que necesitamos para alcanzar la salvación». Aunque esto no se puede adquirir, pues «la salvación es y seguirá siendo gracia», «damos testimonio a través de nuestro trabajo de que queremos la salvación». Y esto significa:
- «No podemos consumir simplemente el Servicio Divino. Aunque la música no haya sido linda y el predicador no haya sido bueno, nos tenemos que ocupar del mensaje».
- «Debes trabajar en ti mismo hasta que puedas amar al prójimo. No puedes esperar del otro que cambie».
- «Hoy tenemos que trabajar para nuestro futuro eterno en el reino de los cielos».
Guardar la salvación
«Mi salvación es una gracia que Dios me regala», dijo el Apóstol Mayor Schneider: «Si la alcanzo o no, en realidad depende de mis decisiones». Por eso, es muy importante prestar atención a los peligros:
- «Lamento mucho que más de un hijo de Dios se sobrestime y crea: ‘Ah, ir de vez en cuando al Servicio Divino, eso alcanza, yo lograré mi salvación’. No, sin concurrir regularmente a los Servicios Divinos no lo lograrás».
- «Hay personas que nos quieren privar de nuestra paz, destruir nuestra confianza en Dios. Guardemos nuestra salvación. No me necesito dedicar a todo y escuchar todos los ofrecimientos».
- «Cada pecado pone en peligro nuestra salvación. Por eso, seamos lo suficientemente sabios y comportémonos de manera que podamos hallar gracia una y otra vez».
Trabajar mancomunadamente
«Dios no nos concede la salvación haciéndola caer directamente del cielo», dejó claro el dirigente de la Iglesia. «La salvación nos es transmitida en la Iglesia. Trabajemos también en esto».
- «Cada uno sirve con sus dones en provecho de la comunidad».
- «Sigamos trabajando en difundir el Evangelio».
- «Trabajemos para el futuro. El que siembra no necesariamente será el que siega».
Guardar la comunión
«Guardemos esta comunión, esta Iglesia». Forma parte de ello:
- «Somos responsables de la atmósfera que hay en la comunidad. No diseminemos veneno».
- «Adaptemos nuestras expectativas a la Iglesia», como por ejemplo en lo que respecta a la música, el edificio o las actividades caritativas. De lo contrario, «secularizaremos la Iglesia y el transmitir salvación se convertirá en algo secundario».
- «Lo que es decisivo para la salvación, eso lo transmitimos. Todo lo demás debemos ser capaces de adaptarlo para que la próxima generación también pueda recibir salvación en la Iglesia».
La conclusión del Apóstol Mayor: «Dios nos da la creación, nos da la salvación, nos da la Iglesia. Estamos agradecidos por eso. Tenemos que, debemos, podemos trabajar por ello. Y somos responsables de la creación, de nuestra salvación, de la Iglesia. No las dañemos, sino que ocupémonos de que hoy las podamos disfrutar. Y miremos al futuro».