El amor al prójimo es trabajo, al menos cuesta más que solo completar un cheque con una donación. Porque la vida cotidiana tiene sus propias exigencias. Pero con el impulso adecuado, se puede. Reflexiones sobre el “Día Internacional de la Beneficencia”.
Una mendiga en la estación. Una mujer joven pasa, se detiene, se vuelve: “Lo siento, no llevo dinero. Pero puedo comprar algo de comer con la tarjeta”. “Gracias, es usted la primera persona que me habla en mucho tiempo, es más que suficiente”.
¿La dedicación ya es beneficencia?
Con amor
Beneficencia, hacer el bien. Esta palabra se traduce como caritas. Originalmente, este término latino significaba caridad en general, antes de convertirse en sinónimo de amor al prójimo, caridad benévola en particular. Caritas es la traducción de la Vulgata, la Biblia latina, donde aparece en el griego del Nuevo Testamento la palabra agape, el amor desinteresado como don de Dios.
“En reconocimiento del papel de la caridad a la hora de mitigar las crisis humanitarias y el sufrimiento humano dentro de las naciones y entre ellas, así como de los esfuerzos de las organizaciones y personas caritativas”, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió designar el 5 de septiembre como Día Internacional de la Beneficencia.
Ah, estupendo, así que donando rápidamente algo de dinero a una organización de ayuda… ¿el buen cristiano ya ha cumplido su cuota de beneficencia?
Con dolor
“Es muy doloroso para mí ver esta miseria”, escribe Anjezë Gonxhe Bojaxhiu. Lleva más de 45 años atendiendo a cientos de miles de pobres, enfermos y moribundos en la India y otros países. Se la conoce por su nombre religioso: Teresa, Madre Teresa. El 5 de septiembre es el aniversario de su muerte.
La beneficencia es la hermana práctica de su gemela sensible, la misericordia. Es lo contrario de dureza de corazón. La misericordia es una decisión consciente, una actitud, en el mejor de los casos una cualidad. Así como es una característica de Dios: Su misericordia nunca decae, cantan las Lamentaciones.
La viuda, los ciegos, los leprosos: splanchnízomai es la palabra griega que designa la compasión de Jesús por los que sufren. Traducida literalmente, significa algo así como: se le revuelven las tripas. Hoy diríamos: se le revuelve el estómago. Toca lo más íntimo de su ser.
Con actividad
Las obras de misericordia se producen cuando la compasión pasa del corazón a las manos. Jesús mismo las describió en la parábola del juicio de las naciones: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al forastero, cubrir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos.
La lista no es exhaustiva. Y el hambre o la sed no siempre son físicas o prisiones hechas de muros. Pero aquí se cierra el círculo, este es el campo de la beneficencia, para cada creyente personalmente.
La primera obra de misericordia, sin embargo, es la misericordia misma, dejarse tocar por el sufrimiento de los demás: no mirar hacia otro lado, pasar de largo, sino mirar, volverse, dedicarse al otro.
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