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Con confianza en Dios a la zona de catástrofe

noviembre 7, 2015

Autor: Andreas Rother

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¿Qué necesita un colaborador en una zona de catástrofe? Confianza en Dios, disposición para el trabajo y mucha sensibilidad. Lo dice Elke Nothaft de Alemania del Sur, que últimamente colaboró en Nepal. Su compromiso con el voluntariado no comenzó del todo por casualidad.

Levantarse a las cinco. Quizá una tasa de café, comer alguna cosita. Y entonces se larga: controlar la depuradora de agua, arreglar los lugares de tratamiento. Así vive la enfermera socorrista diplomada Elke Nothaft un día títpico de trabajo en una zona de catástrofe. Vendar, entablillar, inyectar… ella ayuda a los médicos. Según la afluencia de gente que haya, con o, casi siempre, sin pausa para el almuerzo. Por la noche, todavía ordenar, limpiar, esterilizar. Cerca de las once uno cae cansado en el catre.

Lo más normal: experimentar el amor al prójimo

¿Por qué uno hace eso? «En casa de mis padres siempre ayudábamos donde podíamos, a menudo en lo de hermanos en la fe», informa la cristiana nuevapostólica de Mamming en Baviera. «A mí me gustaba y nunca lo vi como una carga. Todos sentían alegría y eso da un sentimiento de satisfacción».

Hasta donde puede acordarse, hizo trabajos de organización y primeros auxilios. «Ayudar siempre es una necesidad para mí», dice Elke Nothaft, de 52 años. ¿Cuánto de fe hay detrás? «Nunca lo pensé conscientemente», admite. Pues: «La vivencia del amor al prójimo es completamente normal para mí».

En acción con «Navis»

La última vez Elke Nothaft estuvo en Bhaktapur, la tercera ciudad más grande de Nepal, para proveer a la gente de agua potable y ayuda médica. El lugar fue destruido casi en su totalidad por los fuertes terremotos de la primavera boreal de 2015. «No pasaba un día sin un temblor», relató su reciente permanencia en la red social nacworld.net. «Uno puede sentir el miedo metido en las personas».

«Navis e.V.» se llama la organización de ayuda para la que estuvo en acción. La entidad surgió de una iniciativa de ayuda de las filas de los bomberos del aeropuerto de Múnich: asociaciones de ayuda comunitaria, donantes privados y empresas patrocinadoras habían encaminado en pocos días en 2004 después de la catástrofe del tsunami en Asia del Sudeste gran cantidad de transportes de ayuda.

Comienzo en Honduras

Elke Nothaft trajo mucha competencia a este compromiso voluntario: ella trabaja como asistente técnica de latoratorios de medicina y alimentos. Y como miembro de la Cruz Roja y de la obra técnica de ayuda aprobó los estudios de enfermera socorrista y ayudante de intervenciones en situaciones críticas.

Y sin embargo hubo circunstancias especiales que la llevaron a realizar ese trabajo, como informa: en 2006 visité a un amigo en El Salvador. Como colaborador del Ministerio de Relaciones Exteriores tenía contacto con una organización caritativa en el país vecino de Honduras. Y entonces sin querer llegó su primera intervención en el extranjero.

Rápido en contacto con los niños

Desde entonces la madre de tres hijos estuvo activa, entre otros lugares, después de los tornados en las Filipinas y en las inundaciones de Alemania y Austria. «Siempre me gusta recordar mis trabajos. Ante todo con los niños, con quienes uno entra en contacto muy rápido», dice. Esto se puede poner muy divertido: «Pues los niños quieren enseñarte su idioma».

Pero también se puede poner muy conmovedor: Elke Nothaft todavía se acuerda de un pequeño niño en las Filipinas, que simplemente la tomó de la mano y la llevó al lugar donde estaban sepultadas las víctimas del tsunami. «Aquí está mi mamá», dijo el niño. «Yo estaba tan conmovida que acaricié la cabeza del niño y quedé sin palabras», informa la asistente: «y después él se fue saltando».

La colaboradora voluntaria Elke Nothaft busca contacto con otros que tengan los mismos propósitos dentro de la Iglesia Nueva Apostólica, a fin de intercambiar experiencias y también para proyectos en común. El que quiere contactarse con ella, se puede dirigir a la redacción en [email protected].

noviembre 7, 2015

Autor: Andreas Rother

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