Él dice que no es tan aventurero. Sin embargo, ha vivido una vida llena de aventuras alrededor del mundo y se ha ganado la reputación de “rey de la comunión”. Ahora pasa a descanso ministerial.
Viajando por todo el mundo, cercano a los hermanos, querido por los jóvenes: la imagen previa a Pentecostés 2025 en Alemania resume lo que caracteriza a Frank Dzur, el Ayudante Apóstol de Distrito de Canadá.
Nació en marzo de 1959 en Toronto. Sus padres habían emigrado de Alemania y a menudo recibían la visita de un compatriota, el que más tarde sería el Apóstol Gottfried Schwarzer. Este quería acercarlos a la fe nuevoapostólica. Y una vez, cuando Dzur padre estaba empapelando, Schwarzer dejó a un lado el saco negro y la corbata, y se puso manos a la obra. Dar testimonio también es posible mientras se renueva una casa.
Primeros pasos en el amplio mundo
Durante años, la familia asistió a los Servicios Divinos antes de decidir, en 1966, recibir el Sacramento del Sellamiento. Entonces todo fue muy rápido, al menos para Frank Stephan Dzur. A la edad de 15 años ya portaba el ministerio de Subdiácono.
Poco después comenzaron para él los viajes al extranjero. La primera parada fueron las Bahamas. Y luego se fue con su Anciano de Distrito a varias islas del Caribe. Hasta que en algún momento le preguntaron: “¿Quieres hacer trabajo misionero de verdad?”. Y se fue a África, a la región de la que se enamoraría.
Entre la profesión y la vocación
Mientras tanto, Frank Dzur se formó en finanzas y trabajó para una gran empresa informática, como último en marketing y ventas. En 1981 se casó con Lori Anne. Tienen tres hijos, dos mujeres y un varón. El año 2000 marcó un punto de inflexión en su vida.
La necesidad de viajar al extranjero para la Iglesia había aumentado considerablemente. Pero eso ya no era compatible con su profesión. Entonces se tomó un descanso de varios años. Hasta que le dijeron: “¡Te necesitamos!”. Con el nombramiento como Obispo (mayo de 2000) y Apóstol (abril de 2002), se dedicó a tiempo completo a recorrer el mundo.
Fe sin fronteras
Frank Dzur viajó mucho, todos los meses, rara vez solo unos días, a veces hasta cuatro semanas. Sus viajes lo llevaron a la República Democrática del Congo, Ruanda, Chad, la República Centroafricana y la República del Congo, así como a Pakistán, Bangladesh y Camboya.
Así conoció las más diversas culturas, tradiciones y condiciones de vida. “He tenido el privilegio de visitar muchas comunidades en todo el mundo y he sido testigo de la fe de nuestros hermanos y hermanas”, dice: “Me siento humilde ante su firmeza, su entusiasmo y su celo por el Señor”. Su recomendación para todos: “Viajar a un país extranjero y experimentar allí la Obra de Dios en otra Iglesia regional”.
Sabiduría con una sonrisa
A pesar de todo ello, desde los 15 años el Ayudante Apóstol de Distrito Dzur mantuvo siempre el contacto con los jóvenes. “Eso te mantiene joven”, dice sonriendo durante la conversación. Por supuesto, sobre todo en el contacto personal, pero también en el trabajo oficial en los distintos comités. Así, no solo fue uno de los autores del grupo de trabajo “Pensamientos Guía”, sino que también fue miembro del grupo de proyectos “Cuidado de la juventud”.
“Su enfoque equilibrado, su sabiduría y su humor han sido muy beneficiosos para la Obra de Dios”, escribe el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider en su comunicado sobre el pase a descanso a los Apóstoles de todo el mundo. “Junto con su capacidad para establecer relaciones y atender a los portadores de ministerio y dirigentes, ha sido de gran ayuda y apoyo para sus Apóstoles de Distrito”.
La dicha de la comunión
Queda aún este título de “rey de la comunión”, al que se refiere incluso el Apóstol Mayor. Se trata sobre todo de su gran corazón para con todas las personas y su puerta abierta como anfitrión, a veces durante semanas y meses. “No necesitaría ningún ministerio ni responsabilidad, me bastaría con estar con los hermanos y hermanas en la fe”.
La siguiente escena lo demuestra: Chad, en algún lugar perdido. Es de noche, no hay luz artificial que perturbe; el cielo está lleno de estrellas. Frank Dzur está sentado afuera, en una mesa enorme, solo; los anfitriones han desaparecido en la casa. “¿No viene nadie?”, se pregunta después de media eternidad. Entonces se produce un ruido. Oye risas y cantos, luego el sonido de platos, la mesa y los bancos se llenan. “Ahora”, piensa, “ahora, Señor, puedes venir”.
Foto: Christian Deubel