Entre la alegría y el temor: las guerras y la violencia sacuden desde hace años a la República Democrática del Congo. El Apóstol Mayor conoce los miedos y las esperanzas, y los toma como tema doblemente. Parte tres del diario de viaje del vocero de la Iglesia, Peter Johanning.
Lo que pasó hasta ahora: ¿Cómo dijo el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider? La gente es lo especial en el Congo. Después de las primeras impresiones durante la llegada y la recepción en Lubumbashi, al día siguiente lo sentí en múltiples ocasiones, ante todo en un Servicio Divino para niños tanto movido como conmovedor.
Sábado: consuelo en tiempos difíciles
Sábado: A las 10 horas, el Director de la Iglesia invitó a todos los Apóstoles y Obispos de la Iglesia regional a una asamblea. En seguida al comienzo les dice que conoce las dificultades que hay en el país. Hay muchos refugiados que huyeron a Angola, ¡entre ellos también 175.000 hermanos y hermanas nuevoapostólicos! Una cantidad inconcebible para mi mente alemana. ¡Son tantos como los que concurren a los Servicios Divinos en mi país!
El Apóstol Mayor: habla con los Apóstoles y Obispos congoleños sobre temas espirituales, sobre la interpretación de ministerio, permite preguntas y las responde tranquilo y relajado. Les dice que Jesucristo es una señal de solidaridad de Dios con nosotros, los seres humanos. Una hermosa cantidad de hombres, competentes, firmes en la fe, seguros de sí mismos.
Por la tarde a las 16:30 horas comienza el concierto. Miles y miles se han acercado. Los coros y los músicos, los solistas y los niños presentan todo lo que es posible. Y es mucho. Aquí queda bien claro: las largas, largas horas de preparación llegan con esta presentación a su punto culminante: ¡ha venido el huésped de Europa! ¡Lo mejor se hace posible!
Domingo: no hay lugar para la violencia
Y finalmente llega el domingo. El tiempo pasa tan rápido. Una vez más, la iglesia de Kawama es la meta de nuestro viaje por las calles de la ciudad repleta de gente, con una pequeña escolta policial. Ya desde lejos se reconoce que aquí todo es grande, desbordante: hombres y mujeres con chalecos amarillos chillones hacen de barrera de contención frente a las muchedumbres sorprendidas y entusiasmadas que sólo quieren ver rápidamente cómo el Apóstol Mayor y los Apóstoles de Distrito se acercan en su vehículo al frente de la iglesia. Aplauden, saludan, cantan, todo expresión de una alegría indescriptible.
En el Servicio Divino, que siguen más de 30.000 personas en la iglesia y en las carpas levantadas en el jardín, el Apóstol Mayor se pone muy serio. Él sabe de la presión que sufren las personas en el Congo, dice. Conoce sus dolores, sus aflicciones, sus deseos de paz. Y ora por ellos y no es el único. Y más aún: «Dios no os ha abandonado. Y Él no os abandonará», les dice.
Y luego acuña en ellos la frase que suena tan fácil y obvia, pero que en esa parte del mundo adquiere un sonido particular: «¡La Iglesia Nueva Apostólica rechaza toda forma de violencia! ¡Esta es la posición de nuestra Iglesia, esta es mi posición como Apóstol Mayor y esto también dice el Evangelio!». Reina un silencio total, la calma ha vuelto, una profunda nostalgia a la espera de tiempos mejores y consuelo, sin perder la esperanza.
Lunes: regreso con reflexiones
El viaje de regreso al día siguiente dura 15 horas. Tiempo para reflexionar. El Congo es especial. Estoy agradecido al Apóstol Mayor por haberme llevado. Y entiendo su entusiasmo, sus emociones, cuando piensa en la gente de allí.
Aprendí mucho: que hay gente con preocupaciones más grandes que las mías, preocupaciones existenciales, que no hacen flaquear la vida cristiana ante los problemas de la vida, que la originalidad de la fe y la alegría por la elección no son asuntos de la teología y la tradición. Un regalo maravilloso, esa gente del Congo…