Movido y conmovedor: de un Servicio Divino para niños que se destacó por sus características muy especiales pudo participar el vocero de la Iglesia, Peter Johanning, en el Congo. Pero los pequeños no son las únicas personas especiales que conoció. Parte dos de su diario de viaje.
Lo que pasó hasta ahora: «¿Qué es lo especial en el Congo?», le pregunto en el avión al Apóstol Mayor. «La gente», responde de inmediato. Ya al llegar a Lubumbashi y en la recepción que le prepararon los hermanos en la fe comienzo a entender lo que esto quiere decir.
Viernes: primero los niños
Viernes por la mañana, 10:00 horas, Servicio Divino para niños en la comunidad Kawama en el centro de Lubumbashi (RD Congo). Un viernes por la mañana hay sentados 4.000 niños con mucha expectativa en la enorme iglesia, muchos otros miles están conectados por televisión. Bien, es época de vacaciones escolares, pero igual resulta sorprendente que a esa hora un viernes se reúnan tantos niños para un Servicio Divino.
El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider esperó con mucha alegría este instante. Es algo nuevo para la Iglesia aquí. Nunca antes se reunieron tantos niños, nunca antes se transmitió un Servicio Divino de este tipo por televisión a todo el país, nunca antes estuvo presente en él el Apóstol Mayor, nunca antes un Apóstol Mayor ofició un Servicio Divino para niños tan conmovedor.
Recorrió las filas de los niños provisto de un micrófono solapero, hizo preguntas a distintos niños, escuchó pacientemente sus respuestas, en ocasiones sonrió, por ejemplo, cuando un niño a la pregunta de qué no le gustaba tanto y quería vencerlo, respondió: el ensayo de coro.
Fue un Servicio Divino movido y conmovedor. A los niños les salió todo bien: prestar atención, acompañar, cantar, aprender. Y el Apóstol Mayor estuvo absolutamente «en su salsa»: creo que él mismo fue el que más se alegró.
Llevar la responsabilidad sin presión
Después del almuerzo y una breve pausa estuvimos en el círculo de los y las responsables de algunas tareas. Aquí ante todo hay muchas mujeres trabajando, ellas se identifican con su Iglesia, se hacen cargo de responsabilidades y colaboran. Estaban invitados los responsables de la música, la juventud y las clases para niños.
Estaban parados formando un gran círculo, cuando el Apóstol Mayor entró en la sala. Y él, aunque sabía poco de este encuentro, se puso un micrófono y habló una buena media hora sobre llevar responsabilidades en la Iglesia. ¡Improvisando, sin un manuscrito!
Que es importante dar la gloria a Dios, aunque sin duda los talentos personales pueden ayudar mucho. Que la música en el Servicio Divino no cumple una finalidad en sí misma, sino que es expresión del amor al Señor y a las comunidades. Que los niños necesitan ejemplos, es particular en los tiempos de orientación. Un buen maestro transmite sus sabidurías de vida sin presión, dijo. En primer lugar están la fe en Jesucristo y el ofrecimiento de salvación que esta lleva vinculada, no las propias fuerzas ni las propias capacidades. «La música es un mensaje de Dios a la comunidad», resumió para los músicos invitados.
Conozco a Marie e Higelin. Ella estudia periodismo, nos entendemos en seguida. Él ejecuta el órgano en el Servicio Divino del domingo por la mañana. Un muchacho maravilloso. ¿Cómo dijo el Apóstol Mayor? ¡La gente es especial!
Mañana en la tercera parte del diario de viaje: la cosa se pone seria. Pues en el Congo hay guerra. Más hermanos y hermanas en la fe están huyendo, que los que concurren a los Servicios Divinos en Alemania. Sobre esto toma la palabra el Apóstol Mayor tanto en el Servicio Divino como en la reunión de Apóstoles y Obispos.