Contra el odio y la violencia: “Tu prójimo es el extranjero”

“¿Has visto todo lo que ocurrió?”, así citó el Apóstol Mayor las reacciones a los últimos acontecimientos. En los atentados del 7 de enero en París en contra de la redacción de una revista satírica y de un supermercado judío, fueron asesinadas en total 16 personas. Ese mismo día, las milicias del grupo terrorista Boko Haram masacraron a cientos de personas en Borno, uno de los Estados en los que se divide Nigeria. Y en Mali, las Tropas de Paz de las Naciones Unidas luchan desde hace dos años en contra del terrorismo extremista. Entre tanto, miles de manifestantes aprovechan las víctimas de estos desgraciados hechos para su propia propaganda en contra de lo que han dado en llamar la islamización de Occidente.

Ya en su oración inicial, el Apóstol Mayor Schneider recordó a las víctimas de violencia, expresando: “Oramos por todas las personas que se encuentran en profunda aflicción. Oramos por los que son víctimas de la injusticia”. Y en la oración de cierre dijo: “Oramos, en especial, por todas las personas, que se encuentran en gran peligro a causa de su religión. Porque como tienen otra fe se los quiere perjudicar o asesinar. Esta situación nos genera preocupación”.

El Servicio Divino del 11 de enero en el Parc-Hotel Alvisse de Luxemburgo se realizó bajo la cita bíblica de Romanos 12:2: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Con sus palabras, el Apóstol Pablo contrastó dos actitudes a modo de referencia: por un lado el espíritu de la época en permanente transformación y por el otro, la transformadora voluntad de Dios. “Nuestra relación con Dios debe seguir siendo siempre la misma, suceda lo que suceda. Nuestra relación con el prójimo no debería ser influenciada por lo que suceda en el mundo. Nuestra referencia es el Dios todopoderoso”.

¿A qué se refiere Pablo, cuando menciona la buena voluntad de Dios? “La Ley de Dios, el mandamiento del amor a Dios, el amor al prójimo, son buenos”, explicó a continuación el Apóstol Mayor. “No le hagas al prójimo, lo que no quieras que él te haga”. Este principio se aplica a todas las épocas. Rige en todas las circunstancias y en todo lugar.

Luego, el Apóstol Mayor Schneider enunció lo que es placentero a Dios tomando tres hechos de la Sagrada Escritura como ejemplo:

• Cuando al ser detenido Jesús en Getsemaní y Pedro intentó proteger con su espada a su Señor, Jesús intervino (Mateo 26: 47-56). “No es placentero a Dios si nosotros, para anunciar o defender nuestra fe, herimos al prójimo”. En tal caso no sólo se trata de la violencia que se ejerce por las armas, sino también del poder de las palabras.

• Cuando los discípulos quisieron actuar en contra de un hacedor de milagros que afirmaba hacerlo en nombre de Jesús, este los detuvo (Marcos 9: 38-41). “Hay muchas personas en esta tierra que no comparten nuestra fe. A pesar de ello se esfuerzan por hacerle el bien al prójimo y servir a Dios. No sería placentero a Dios que no lo valorásemos y en cambio lo despreciásemos o atacásemos.”

• Cuando Juan y Santiago querían que los samaritanos fuesen castigados, porque rechazaban a Jesús, este los reprendió (Lucas 9: 51-56). Al respecto, el Apóstol Mayor dijo: “No es placentero a Dios que se motive a la gente amenazándola e infundiéndole temor”.

Las conclusiones del Apóstol Mayor fueron: “No es posible servir a Dios y despreciar y estar enemistado con el prójimo. El amor a Dios y el amor al prójimo forman un conjunto. Ambos son inseparables”.

¿Pero quién es nuestro prójimo? “El prójimo es quien está enfermo, en la cárcel o en el extranjero, el que es completamente diferente. Es el extranjero con una cultura diferente, una religión diferente, una esencia diferente, una opinión diferente: este es tu prójimo». Con estas palabras hizo referencia a Mateo 25: 35-40 y dijo: “¡Es a él a quien tienes que amar! No puedes determinar por ti mismo quien es tu prójimo. Prójimo es al que Dios colocó a mi lado”.

Este hecho insta a los creyentes a cumplir con una tarea: “Debemos preguntarnos una y otra vez a nosotros mismos: ¿Cuál es mi actitud frente a Dios, cuál es mi actitud frente a mi prójimo? ¿Qué puede cambiar, qué debo cambiar? Es muy incómodo; también lo es para mí. Pero es estrictamente necesario. Verificad lo que es bueno, lo que es placentero a Dios. Verificad lo que todavía debéis cambiar para acercaros cada vez más a Dios”.

En la preparación para la Santa Cena, el Apóstol Mayor Schneider incursionó en la idea de la reconciliación. Los respectivos pensamientos que expresó en su oración de cierre tuvieron especial repercusión: “Pensemos también en las personas que están tan confundidas, que hacen el mal y piensan que haciéndolo, te están sirviendo. En el sentido de tu Hijo es que también oremos por ellas. Sé misericordioso con ellas. Realmente no saben lo que hacen”.

Entre los invitados al Servicio Divino se encontraban representantes de alto cargo de diversas religiones y confesiones. Entre ellos se encontraban, entre otros, el gran rabino Alain Nache del Consistorio Israelita de Luxemburgo, Jean-Luc Karleskind, el vicepresidente de la comunidad musulmana del Gran Ducado, Jutta Bayani, presidente de la Comunidad Bahai, Théo Péporté, representante del arzobispo católico y el obispo Adama Ouedraogo de la Alianza Evangélica de Luxemburgo.

En una reunión posterior al Servicio Divino, el Apóstol Mayor Schneider agradeció por la presencia de todos los dignatarios y anunció la solidaridad con todas las víctimas del racismo y la intolerancia, sean estos judíos, musulmanes o cristianos. La participación comunitaria es particularmente importante. Ese mismo día, millones de personas de diferentes religiones manifestaron juntas en contra del terrorismo.