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Creer cuando nadie está mirando

30 06 2025

Autor: Oliver Rütten

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¿Qué queda de la fe cuando no hay grandes celebraciones? La serie de las prédicas de julio aborda este tema de forma sincera, clara y sin simplificar lo que es difícil.

La resurrección, la ascensión, Pentecostés… todo ha pasado y el Adviento aún queda lejos. Desde el punto de vista litúrgico, comienza ahora una fase tranquila en el año eclesiástico. Sin momentos festivos destacados, solo queda lo que hay entre las grandes fiestas: la vida cotidiana. Este tiempo invita a poner a prueba la propia fe en la vida cotidiana y a vivirla conscientemente. Sin acontecimientos externos destacados, las rutinas, las decisiones y las actitudes personales pasan a primer plano. El obrar del Espíritu Santo también se manifiesta en lo cotidiano, y no solo en momentos especiales.

Estas semanas no exigen espectadores de la fe, sino actores. La Biblia conoce estos momentos cotidianos: María de Betania escucha. Rut permanece fiel. Ambas actúan de forma poco espectacular, pero siguen siendo importantes. En este sentido, también se organizan los Servicios Divinos de julio. Retoman contenidos centrales de la fe cristiana, sin grandes puestas en escena, pero con sustancia. Invitan a escuchar con atención y a actuar.

¿Hasta dónde llega mi fe? ¿Más allá de la muerte?

La prédica del Servicio Divino en ayuda para los difuntos del primer domingo se centra en la promesa central del Evangelio: la salvación en Jesucristo es para todos los seres humanos, tanto los vivos como los difuntos. El Servicio Divino nos exhorta a contemplar nuestra propia vida a la luz de esta esperanza. Deja claro que quien reconoce su propia imperfección se abre al obrar de Dios y a la cercanía con el prójimo. Cristo, a través de la cruz y la resurrección, nos ha dado acceso a la salvación. La prédica nos exhorta a pensar en esta salvación no solo para nosotros mismos, sino también para los demás: a través de la oración, la intercesión y la confianza.

¿Reina Cristo? ¿O yo?

Con el segundo domingo comienza una serie de tres partes titulada “El reino de Dios”. La primera etapa: su presencia. La prédica destaca que el reino de Dios no solo se encuentra en un futuro lejano. Obra hoy, allí donde las personas dejan que Cristo reine en su vida. Quien toma en serio las palabras de Jesús y vive sus valores, hace visible el reino de Dios. El agradecimiento, la disposición a ofrendar, el altruismo y el amor no son ideales abstractos, sino actitudes concretas que pueden cambiar la convivencia. La prédica anima a generar conscientemente espacios para estas actitudes, en la vida cotidiana, en la familia, en la comunidad.

¿Soy parte del problema? ¿O de la solución?

La paz es más que la ausencia de conflictos. La prédica del tercer domingo ilumina la paz divina como un elemento fundamental del reino de Dios. Esta paz genera comunión, fomenta el crecimiento espiritual y da esperanza en el retorno de Cristo. La prédica no solo pregunta si hay paz, sino también cómo surge: a través de la conversión, del cumplimiento de la doctrina y del fortalecimiento mutuo. El Servicio Divino invita a buscar la paz interior y exterior, como expresión de la fe vivida y como espacio en el que el reino de Dios crece de manera visible.

¿Quiero realmente pertenecer? ¿O solo permanecer?

El último domingo de julio mira hacia adelante y hacia atrás, al comienzo de la prédica de Jesús. “El reino de los cielos se ha acercado”, ese es el mensaje. Jesús llama a la conversión, a decidirse por la fe, a la obediencia a Dios. La prédica recuerda que el reino de Dios no es solo un futuro prometido, sino una invitación concreta. Quien se arrepiente, se abre a la palabra y cree en Cristo, ya participa en el reino venidero. El Servicio Divino pone este llamado en el centro, no como una amenaza, sino como una posibilidad.

Las prédicas de julio no incitan al consumo, sino a la reflexión. Dan espacio para el conocimiento, la decisión y el desarrollo. Quien escucha, no solo oye palabras, sino que encuentra impulsos para una vida creíble en la fe.

30 06 2025

Autor: Oliver Rütten

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