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Cuando el cielo guarda silencio

febrero 10, 2021

Autor: Oliver Rütten

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Guerras, terremotos, coronavirus… La vieja pregunta surge una y otra vez: ¿Por qué el amor de Dios permite que las personas sufran? Más importante que la respuesta es una certeza absoluta, y la luz que nos guía en los días oscuros.

El Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider se reunió con 89 participantes del Servicio Divino en la iglesia de Friburgo (Alemania del Sur). Debido a la pandemia del coronavirus, el domingo 27 de diciembre de 2020 solo hubo presente una pequeña comunidad; sin embargo, miles de creyentes celebraron el Servicio Divino a través de una transmisión en directo por YouTube. El director de la Iglesia basó su prédica en las palabras de 1 Pedro 1:6-7: “En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.

El retorno de Cristo no se pospone

“Han ocurrido muchas cosas, mucho se ha dado vuelta: En nuestra vida personal, en la vida de la sociedad, también en la Iglesia, muchas cosas han cambiado», dijo el Apóstol Mayor echando una mirada al año 2020. Pero al margen de las múltiples opiniones y explicaciones que tienen las personas: “Si miramos este año bajo la luz del Espíritu Santo, queda claro que este año es una etapa en el plan de salvación de Dios”. Y luego uno comprueba: “Dios no ha cambiado su plan en absoluto. Todavía quiere enviar a su Hijo, no ha cancelado el retorno de Cristo ni lo ha pospuesto”. Lo más importante para el creyente sigue siendo “que mantengamos la fe a pesar de todo lo que es especial, extraordinario, inusual. Este es el criterio que determinará nuestra participación en el retorno de Cristo”.

La fe significa confiar en Dios e invertir en nuestra relación con Él. Jesucristo lo vivió y lo enseñó como ser humano. El Apóstol Mayor Schneider mencionó tres aspectos de este contexto: “Muy pronto, Jesús se ocupó de las Escrituras, las estudió”. Luego se interiorizó de las palabras divinas: “¡Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia!” y una y otra vez “se retiró y oró”. Esto también lo debe afrontar el creyente de hoy: comprometerse con la Sagrada Escritura, oír las palabras divinas y cultivar una relación con Dios en la oración.

La relación con el dador es más importante que la dádiva

“Esta fe, esta confianza es sometida a prueba”. No solo en el último año, sino hace siglos, explicó el máximo dirigente de la Iglesia, refiriéndose a Abraham. Primero, Dios le prometió un hijo, luego Abraham tuvo que esperar el nacimiento y después debía sacrificarlo. “Dios quiso explicarle que la confianza supera al intelecto”. La confianza del pueblo de Israel también fue sometida a prueba: Dios había provisto al pueblo en el desierto, dándole agua y comida. “¡Y un día no había más nada!”. La gente murmuró. “¿Cuál fue la lección? Tu relación con el dador es más importante que la dádiva que te ofrece”.

También Jesucristo fue probado muchas veces. “¡Di que estas piedras se conviertan en pan! Una vez más, se trataba de saber qué era más importante en ese momento. ¿La dádiva o el dador?”. O cuando le fue pedido que se eche abajo desde el pináculo del templo y los ángeles lo guardarían. El Apóstol Mayor Schneider señala el paralelismo con la actualidad: “¿Puedes creer sin señales, o necesitas señales para creer?”. Jesús superó las pruebas; lo importante para Él era la palabra de Dios, la relación con Dios. Jesús también pasó la última y gran prueba: En la cruz “el Padre evidentemente lo abandonó, dejó de responderle, dejó de ayudarlo, ya no hizo nada. El cielo guardó silencio”. La frase de Jesús marca el drama: “‘¿Por qué me has desamparado?’. La gran prueba. ‘Ya no te entiendo, pero confío’”. Jesús pasó la prueba aferrándose a su relación con el Padre, a su confianza en Dios.

Dios no quiere el dolor

“Así es exactamente como Dios lo hace con nosotros. Pone a prueba nuestra confianza”, explicó el Apóstol Mayor. “Aquí se habla del virus, en otras partes del mundo se habla de la guerra, el hambre, terremotos, inundaciones”. Sea lo que sea, “ahora uno podría preguntar: “¿Por qué el buen Dios permite esto? Quiero dejarlo claro: ¡Eso no viene de Dios! Dios no quiere que las personas sufran. Dios no quiere el dolor. Eso no es la voluntad de Dios, eso es simplemente una consecuencia del poder que tiene el dominio del pecado”.

El Apóstol Mayor Schneider dejó claro que desde la caída en el pecado, las relaciones se han visto alteradas: “La relación con Dios está alterada. La relación de las personas entre sí está alterada. La relación con la creación está alterada y la misma creación está bajo la maldición del pecado”.

Dios quiere la salvación de la humanidad

“Dios quiere redimirnos de todo eso y llevarnos a un mundo nuevo donde todo vuelva a ser como Él quiere, y las personas sean como Él quiere que sean, y las relaciones de las personas entre sí sean como Él quiere que sean”. Este es el plan de salvación, dejó claro el director de la Iglesia.

febrero 10, 2021

Autor: Oliver Rütten

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