Pentecostés 2020: El Apóstol Mayor Schneider predica sobre el poder del Espíritu Santo que asegura que personas de diferentes tradiciones y culturas puedan encontrarse. Un mandamiento también para los cristianos de hoy en día.
Ser uno en el Señor. Esto es lo que pide Jesucristo a sus discípulos, y esto es lo que enseñan los mandamientos cristianos hasta hoy. Se dice rápidamente y, sin embargo, requiere un gran esfuerzo. Necesita más que tolerancia, necesita comprensión y amor al prójimo. Hasta que todos los miembros del cuerpo de Cristo reconozcan el valor de la cohesión y la comunión interior, a veces se necesitan experiencias drásticas.
Pedro, por ejemplo, el Apóstol, necesitó una visión: un gran lienzo con “animales inmundos” descendió ante él y él debía comerlos. Él jamás haría eso, dijo Pedro. Los judíos no comen animales que se consideran inmundos según sus leyes dietéticas. Pero Pedro debe hacerlo si quiere iniciar una nueva era para él y la comunidad: Lo viejo ya no cuenta, ¡se necesita un pensamiento nuevo! Quien pertenece a Cristo debe cumplir mandamientos nuevos.
Dios es más grande que la nación
A partir de ese momento la misión entre los gentiles se hace oficial. Ya no solo los judíos deben conocer la nueva doctrina del Salvador Jesucristo, sino también los romanos, los griegos, los samaritanos y muchas nacionalidades diferentes. “Gentiles” solían llamarlos antiguamente, lo que significaba no judíos. Muchas sociedades colisionan en Jerusalén, un crisol de culturas en unos pocos kilómetros cuadrados. Y los discípulos del Señor y la joven comunidad cristiana están justo en el medio. De repente esta exigencia de Dios entra en consideración para abrir fronteras, para ampliar horizontes, después de miles de años de otros métodos de educación. ¿Debe relajarse la observancia de interpretaciones estrictas de las leyes eternas? ¿Es esto lo que Jesucristo realmente espera?
«Creo que solo tenemos una pequeña comprensión de cuán grande era la distancia entre judíos y gentiles, romanos y griegos en ese momento», explicó el máximo dirigente de la Iglesia en su prédica de Pentecostés. Y de hecho, los judíos y los no judíos eran mundos separados. El pueblo judío formaba una unidad étnica muy diferente a la de los pueblos que lo rodeaban. El judaísmo no solo era una congregación religiosa, sino también una nacionalidad, una congregación cultural con sus propias tradiciones y su propio destino. Judío era quien confesaba la Torá –los cinco libros de Moisés–, aceptaba el Talmud –la interpretación de la Torá–, escuchaba a los rabinos y tenía una madre judía. ¿Y todo esto debería terminar ahora? ¿Esas diferencias, algunas de las cuales eran muy queridas, ya no valían nada? ¿Debían los cristianos judíos ponerse al mismo nivel que los cristianos romanos o los cristianos griegos? Para muchos, esto era más un descenso que un ascenso. Los argumentos sobre esta cuestión en las comunidades cristianas se pueden leer en las cartas de los Apóstoles.
La fe en el Evangelio debe unir
Romanos, griegos, gentiles. Todos eran politeístas que adoraban a un dios diferente en cada oportunidad. Su moralidad tenía –por decirlo suavemente– diversos grados, holgazaneaban, asesinaban, saqueaban, se prostituían, así los describían brevemente los judíos. Pero es precisamente aquí, en Jerusalén, en el centro de las diferencias, donde Jesucristo exige a sus Apóstoles reunir un nuevo pueblo unido. En su prédica de Pentecostés, el Apóstol Mayor enfatizó: “Pensemos en los primeros cristianos. Primero fueron los judíos, y luego vinieron los gentiles. Creo que solo tenemos una pequeña comprensión de cuán grande era la distancia entre judíos y gentiles, romanos y griegos en ese momento. Los judíos habían experimentado siglos de cultura y religión, y los otros eran todos tan diferentes, en todos los sentidos. Jesús les dijo: Ahora sed uno”.
Esto no ocurrió de la noche a la mañana y solo fue posible por la fe en el Salvador. Y eso nos ocupa hoy. Apóstol Mayor Schneider: “Creo que esa diferencia era al menos tan grande como la que conocemos hoy en día. Hoy en día tenemos diferencias que se basan en el estatus social, la edad y el género son diferentes, la orientación sexual es diferente. Para nosotros estas diferencias son enormes. Pero no estoy seguro de que esta diferencia sea mayor que la que existía entre un judío devoto y un gentil”.
Superar las diferencias
En aquel momento, las personas fueron capaces de superar esas diferencias a través del poder del Espíritu Santo, dijo el Apóstol Mayor. Y: “Lo que han hecho, podemos hacerlo hoy. Hay diferentes miembros en el cuerpo de Cristo. Algunos tienen dones especiales, otros tienen tareas especiales que deben cumplir. Así que nunca, nunca olvidemos que cada uno de los miembros es tan importante para el Señor como el otro. Los dones y las tareas pueden ser diferentes, pero cada miembro tiene el mismo valor para Dios, para el Señor Jesús, y debería tener el mismo valor para nosotros”.
Su llamamiento: «Reunid a todos, superad las diferencias, superad los propios intereses para contribuir al bienestar de todos, y considerad a cada miembro de la misma manera y con el mismo valor”.
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