Cubrir la desnudez: ya sea con una piel de animal, blancas vestiduras o piedad
Este artículo habla de amor y desnudez, los que no tienen necesariamente connotación sexual. Porque cuando en el lenguaje figurado de la Biblia se habla de desnudez o de desnudarse, las miradas no se centran en el cuerpo, sino en el alma. Cubrir o no cubrir la desnudez es otro de los interrogantes que se abordan.
Ahí estaban, despojados de vestimenta y ante la perspectiva de tener que esforzarse, sufrir dolores y hacer frente a la muerte en lugar de gozar de “todas las comodidades y beneficios” que incluía el huerto del Edén. En adelante, todo esto esperaba a ādām, “el hombre”, y a ḥawwāh, “la madre de todos los vivientes“, más conocidos para los cristianos como Adán y Eva.
Ellos habían violado la única regla impuesta y, por consiguiente, destruido lo que les servía se sustento. Pero antes de sufrir en carne propia al menos una vez todas estas preocupaciones, alguien ya les había ayudado: “Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió” (Gn. 3:21). Por eso, desnudos no estaban al abandonar el paraíso.
Los hechos narrados echan luz sobre tres aspectos:
- Que Dios no sólo obra como Creador que se retira o se llama a recogimiento al concluir su tarea, sino que acompaña al hombre como su asistente, protector y cuidador.
- Que las acciones del hombre, como coser los delantales de hojas de higuera con sus propias manos, no alcanza. La ayuda genuina requiere del obrar divino.
- Que la ayuda brindada por Dios tiene algún costo. Para vestirse, para la túnica, fue necesaria la muerte de un animal.
El hombre necesitado de redención, el hecho de estar supeditado a la dedicación divina y el acto divino de redención en la ofrenda son el punto desde el que parte la línea recta que señala en dirección a Jesucristo. Dicha línea pasa por “el vestido de justicia” del que se habla en Salmos o por el hecho de “ser vestidos del nuevo hombre” como se menciona en las epístolas de Pablo, y culmina en “las vestiduras blancas” que se mencionan en el Apocalipsis, lavadas en la sangre del Cordero.
Con y sin vergüenza
„Bienaventurado es saber, Jesús mío es“ – Pero ¿qué significa esto para mi vida cotidiana como cristiano? A este interrogante también aporta una respuesta el suceso narrado en torno a la creación de vestimenta, para la cual es necesario analizar en mayor detalle la parte central del texto, ante todo en lo que se refiere a los hechos que quedan a la vista sin tapujos.
El idioma hebreo utiliza dos palabras diferentes –ārôm y êrom– para referirse al término “desnudo”. Una de ellas se encuentra en la última oración sobre la creación del hombre en el versículo bíblico Génesis 2:25. La otra se encuentra inmediatamente después en Génesis 3:7, al finalizar la situación del pecado original. La única diferencia entre ambas es que primero, los hombres no sintieron ni siquiera un poco vergüenza de estar desnudos; después, sin embargo, sintieron mucha vergüenza.
¿De qué avergonzarse? ¿De Dios, ante cuyos ojos “todas las cosas están desnudas y abiertas “ (Hebreos 4:13)? ¿O de ellos mismos? No sólo porque la palabra hebrea bôš siempre se refiere a una interacción en el sentido de que sentían vergüenza el uno del otro o de que uno de los hombres sentía vergüenza del otro. Se habían mostrado al desnudo, vulnerables. Y Dios cubrió justamente esa desnudez. Asimismo, en este contexto se nos plantea otro interrogante: ¿cómo manejamos la desnudez de nuestro prójimo?
La crítica gratuita, un deporte popular
En la actualidad también hay personas que dejan al otro al desnudo, que sienten placer agraviándolo. Y los demás reaccionan a su manera, linchándolo en los medios con expresiones como: “Parece que no pensó bien antes de hablar y ahora le llueven las burlas para humillarlo”. Cuando alguien es corpulento o tiene sobrepeso y se avergüenza de cómo luce su cuerpo, es posible que se sienta públicamente abochornado. Es lo que en las redes hoy se llama body shaming. Puede ocurrir también que, comparado con el desempeño de otros, el de cierta persona no sea bueno y que, por eso, es ridiculizado frente al mundo entero.
Y los humillados, los que han sido dejados al desnudo, manejan su exposición disfrazando los hechos, usando trucos y engañando a otros. Tapar con una hoja de higuera lo que ha quedado al desnudo, las dudas planteadas, parece a primera vista ser una buena idea. La culpa siempre la tiene el otro, igual que en el paraíso en tiempos remotos: “Si fue Eva, la que…” o “Si fue la serpiente, la que me engañó”.
Un manto de piedad para cubrir los hechos
Las palabras “desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” forman el campo semántico del que se vale Apocalipsis 3:17 y que describe la desnudez como se la define en la Biblia en el sentido de flaqueza, desamparo o de estar a merced de otros. ¿Acaso todo ello no merece piedad? O, dicho de otro modo, ¿no es digno de una actitud piadosa?
La respuesta no sólo la da Dios, el Padre, el que a lo sumo tapará al hombre desnudo. La respuesta concreta también la encontramos en Mateo 25, cuando Jesucristo, el Hijo de Dios pronuncia los discursos del tiempo final delante de sus discípulos: “[…] estuve desnudo, y me cubristeis […]” porque, “[…] en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”
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