Muchos contribuyeron al desarrollo de la Iglesia predicando o realizando asistencia espiritual. Pero el Apóstol John Erb colocó en los EE.UU. además el fundamento legal de la Iglesia Nueva Apostólica. Hoy hace 140 años fue el día del nacimiento de este hombre que vivió idas y vueltas en su vida y en su fe.
Como hijo de padres de origen alemán, John Erb nació en Volinia, que en aquel tiempo pertenecía a Polonia y hoy es parte de Rusia. Recién tiene seis meses cuando muere su madre. Por su situación financiera resulta muy difícil al padre llevar adelante la familia él solo. John, de doce años, deja la casa paterna y se las arregla como «chico de la calle».
Una Biblia como compañera
Pero entonces el destino le es favorable: John Erb encuentra un hogar en lo de un oficial del 5º Regimiento de Cosacos del Don y crece allí como hijo adoptivo. Con 18 años ingresa como soldado a servir en esa unidad. Sus primeras vacaciones lo llevan a los Estados Unidos, visitando a su hermana en Nueva York. Pero allí queda varado, por falta de dinero para el viaje de regreso. Una vez más tiene que arreglarse como puede. Durante cinco años el hambre es su acompañante diario, hasta que finalmente encuentra un empleo.
En ese tiempo el joven lee mucho en la Biblia que su padre le había dado hacía años para su camino. Alrededor del cambio de siglo toma contacto con la Iglesia Nueva Apostólica, que en los EE.UU. había comenzado con el nombre de «First General Apostolic Church» (Primera Iglesia Apostólica General) y que tuvo sus orígenes en Chicago. Hay una pequeña comunidad en Nueva York, en su mayoría son damas mayores las que concurren a los Servicios Divinos. En noviembre de 1899 llega el Apóstol Georg Ruff y sella a 32 creyentes, entre ellos a John Erb, quien al mismo tiempo es instituido en el ministerio de Diácono.
Una crisis de fe
Pero la situación no es fácil: pocos años antes el Apóstol Heinrich Ferdinand Hoppe, que había sido enviado a los EE.UU., renuncia a su ministerio por motivos personales. Y las condiciones tampoco mejoran cuando es delegado un Evangelista de Alemania, el cual en parte choca con resistencia. Esto llega al punto de que finalmente se cierre la comunidad, se ceda el sencillo lugar de reuniones y se venda el inventario.
Entonces también el Diácono Erb cae en una crisis de fe. Pero sigue sujeto a su Confesión y queda en contacto con el Apóstol Mayor Friedrich Krebs mediante cartas. Las cosas empiezan a mejorar cuando es enviado a los Estados Unidos el Evangelista Friedrich Eduard Mierau, quien en abril de 1901 es llamado como Apóstol: es la hora del nacimiento de la Iglesia regional Norteamérica.
Crecimiento y reconocimiento
Como trabajador entusiasta al lado del Apóstol Mierau, John Erb primero es colocado como Pastor para la comunidad Brooklyn, más tarde como Anciano para el distrito Buffalo. Pocos meses después de su casamiento, en junio de 1906, se enferma gravemente. Lucha por su vida, pierde un riñón. Recién cinco años más tarde, después de un tratamiento en Alemania, vuelve a recuperar en cierta medida su salud, pudiendo dedicarse por completo a la edificación de la Iglesia, mientras tanto en el distrito Chicago.
Cuando pasa a descanso Edward Mierau, a consecuencia de una grave enfermedad, John Erb en 1924 se hace cargo de su sucesión como Apóstol de Distrito para Norteamérica. Bajo su actividad, la Iglesia en los EE.UU. no sólo crece de 28 comunidades al comenzar a ejercer su ministerio a 61 comunidades y 11 estaciones en su pase a descanso. El Apóstol Erb también impulsa el reconocimiento nacional de la Iglesia Nueva Apostólica en los EE.UU. El registro avanza estado tras estado, hasta que el distrito de Apóstol en el año 1932 obtiene en los Estados Unidos los derechos de corporación.
El Apóstol Erb fallece el 22 de octubre de 1942, cinco años después de la muerte de su esposa, a la que extrañaba con mucho dolor. Sus honras fúnebres fueron conducidas por el posterior Apóstol de Distrito John P. Fendt con el texto bíblico de la segunda epístola a Timoteo: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe».