El Rey de todos los reyes se humilla y muere como los peores pecadores. Para que los pecadores no tengan que sufrir la muerte eterna y a través de su resurrección puedan esperar la comunión eterna con Dios, aquí los temas de los Servicios Divinos de abril.
El mes de abril está marcado por los acontecimientos del Domingo de Ramos, el Viernes Santo y la Pascua. Los demás Servicios Divinos dominicales del mes de la serie temática “Tiempo posterior a la Pascua” ponen de manifiesto cómo Cristo acompaña y fortalece a aquellos que lo siguen, incluso después de su resurrección.
Cómo reina Cristo realmente
El Domingo de Ramos conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén y las expectativas del pueblo vinculadas a su llegada. Hacia el final de la lectura bíblica se puede ver con cuánta euforia fue recibido Jesús en Jerusalén: “¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!”. Jesús dejó claro que, aunque es Rey, su reinado no se refiere a un reino terrenal. Incluso sus seguidores más cercanos no lo comprendieron hasta más tarde. El contenido del Servicio Divino del Domingo de Ramos trata de esta dimensión espiritual del reino de Dios. Jesucristo es Rey y reina también hoy en su Iglesia. Su reinado se caracteriza por el amor y la gracia para todos.
La muerte como ser humano
Para Viernes Santo, la lectura del Evangelio de Lucas narra la condena de Jesús. Pilato hubiera preferido liberar a Jesús, pero el pueblo exigía su muerte. Y así, Cristo pasó por una muerte que, en realidad, solo se imponía a los peores malhechores. Él, que no tenía pecado, estuvo dispuesto a morir como el peor pecador. Jesús vivió los momentos de su pasión y muerte como hombre verdadero.
Este sacrificio perfecto significa que todos los pecadores tienen la oportunidad de vivir eternamente. Para ello no es necesario que hagan un sacrificio que tenga el mismo valor, sino que el único requisito es seguir a Jesucristo. Vivimos en el que murió por nosotros.
La vida en Dios
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?”. Esta pregunta de la lectura bíblica del Evangelio de Lucas resume perfectamente el acontecimiento pascual. Cristo dejó claro a sus discípulos durante su vida que los acompañaría incluso después de su muerte terrenal.
Y así, después de su resurrección se encontró con muchas personas. Además de las mujeres junto al sepulcro, acompañó a los discípulos de Emaús en su camino, tuvo comunión con los Apóstoles y con un grupo de 500 hermanos.
Como entonces, también hoy se encuentra con los que creen en Él para asegurarles: “Yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19).
La confianza desafía a la duda
En el tiempo posterior a la Pascua, el tercer domingo del mes trata el tema de las dudas de los primeros Apóstoles. Los confidentes más íntimos de Jesús no creyeron a los testigos de su resurrección. Su dolor y desesperación no les permitían cambiar de perspectiva. Así que el Resucitado se les apareció y les reprochó “su incredulidad y dureza de corazón” (Marcos 16:14). A pesar de esta duda, los discípulos recibieron el encargo de llevar el Evangelio por el mundo. Cristo no se dio por vencido ante los escépticos, ni entonces ni ahora.
El obrar de Dios desafía la comprensión puramente racional. Solo con una fe caracterizada por una gran confianza en Dios pueden superarse las dudas comprensibles. Pero ninguna duda humana sobre el plan de Dios puede hacer tambalear su actitud llena de amor hacia todos los seres humanos.
La cuestión del yo futuro
“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15). La palabra bíblica del cuarto domingo subraya la voluntad de Dios de dar gracia a todos los seres humanos y la confesión a Cristo necesaria para ello.
Tras el encuentro con Jesús el perseguidor de los cristianos se convirtió en el confesor. Pablo se reconoció pecador y se confesó a Cristo como su Salvador.
Como Pablo, Dios llama a los pecadores a servir y, como Pablo, los que son llamados deben arrepentirse. Esto implica una autorreflexión honesta y un examen de sí mismos con la pregunta: “¿Quién quiero ser?”.
Superar los límites en nombre de Jesús
El último domingo del mes gira en torno a la gran comisión. Cuando Cristo se la dio a sus discípulos, significaba para ellos superar todos los límites que conocían y bautizar y enseñar en todo el mundo más allá de su imaginación.
El contenido que los Apóstoles enseñan incluso hoy debe estar siempre relacionado con Jesús y su Evangelio. Así lo deja claro Jesús con la imagen de la vid: “Porque separados de mí nada podéis hacer”. Esto incluye también a todos los siervos enviados por el apostolado.
Pero los que apoyan activamente esta misión tropiezan a menudo con sus propios límites. Aquí se aplica la promesa de Jesús del texto bíblico: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).
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