«Ahora está turbada mi alma», ¿a quién no le pasa? Pero existe un camino de la turbación al consuelo, e incluso la ayuda de un acompañante: una guía en cuatro pasos basada en el ejemplo de Jesús.
«Sucede con frecuencia que estamos turbados». También lo sabe el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider. «Experimentamos el dolor de diferentes maneras». Algunos tienen que enfrentarse con enfermedades, con la muerte y el duelo. Y otros experimentan injusticias, tienen miedo al futuro o están descontentos con Dios. «Entonces sigamos el ejemplo de Jesús».
¿Y qué ejemplo, exactamente? El de Juan 12:27-28: «Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez». Sobre esto predicó la máxima autoridad de la Iglesia el 2 de abril de 2017 en Buenos Aires (Argentina).
Detenerse
Días antes de su muerte, Jesús sabe lo que le espera. «Ahora está turbada mi alma». Entonces se pregunta: «¿Y qué diré?». «No oró inmediatamente a Dios», explica el Apóstol Mayor. «Se tomó tiempo para reflexionar y dejó que el Espíritu Santo trabajara en su corazón».
«Tomémonos tiempo para reflexionar» antes de orar. «Es una fuente de bendición cuando nos miramos interiormente y mantenemos una conversación con el Espíritu Santo», pues «tu corazón hace mucho que conoce la respuesta. Simplemente deja obrar al Espíritu Santo».
Escuchar
«¿Padre, sálvame de esta hora?». Como Hijo de Dios, Jesús puede llamar sin problema a legiones de ángeles para que lo protejan y lo salven. En lugar de eso, se acuerda: «Mas para esto he llegado a esta hora».
El Espíritu Santo dentro de nosotros nos dice: «Acuérdate del plan redentor de Dios. Piensa que debes cumplir una misión. Tu misión consiste en revelar la gloria de Dios hoy en este mundo. Tu misión consiste en mostrar a las personas que Jesús está presente».
Entender
«Y entonces nos damos cuenta de que el plan de redención es mucho más importante que mis sentimientos de hoy», pues cuando el plan de Dios se cumpla todo quedará resuelto. Él lleva a la gloria eterna. «¿No es este nuestro mayor deseo?».
Entonces la oración cambia: «¡Padre, glorifica tu nombre!». Así dice Jesús.
Experimentar
«Entonces vino una voz del cielo». No faltó la respuesta de Dios. «Nosotros tenemos esta promesa de Dios: ‘Tú experimentarás mi gloria»‘, dice el Apóstol Mayor. Ya se lo puede percibir hoy: «Lo podemos experimentar en el Servicio Divino, cuando celebramos la Santa Cena, cuando tenemos profunda comunión con Dios. Esto es como un anticipo de la gloria de Dios en la eternidad».