Al que madruga, Dios lo ayuda, dice un proverbio. El hecho bíblico de Elías y la viuda de Sarepta nos habla de ello. La historia revela mucho más sobre cómo, cuándo y a quién bendice Dios.
“Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías”. Esta fue la palabra bíblica de 1 Reyes 17:16 para el Servicio Divino del 9 de junio de 2023 en Mfuwe, Zambia.
No exentos del sufrimiento del mundo
El trasfondo: Había sequía en Israel. Pero Dios proveyó a Elías en el desierto. “Elías, el fiel siervo de Dios, estaba tan sujeto a las circunstancias del mundo como cualquier otro”, explicó el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider. “Dios lo ayudó. Hizo un milagro por él, envió pájaros para alimentarlo”.
“Amados hermanos y hermanas, somos hijos de Dios, somos siervos de Dios. Eso no nos salva del sufrimiento que les ocurre a todas las personas”. Pero, “nuestro Dios es el Todopoderoso. Es nuestro Padre celestial. Él sabe exactamente lo que necesitamos, Él provee para nosotros y nada es imposible para Él”.
Dios da y el ser humano distribuye
Cuando se secó el arroyo donde Elías había acampado, fue a Sarepta. Y Dios ordenó a la viuda, que apenas tenía para vivir, que diera de comer a Elías. Solo a veces Dios interviene directamente, dijo el Apóstol Mayor. La mayoría de las veces pide ayuda a las personas.
“Dios cuida de los seres humanos y les da todo lo que necesitan para vivir en la tierra. Pero el ser humano es responsable de distribuir los bienes”. Sin embargo, “como podemos ver, la distribución de los recursos en la tierra es en su mayor parte injusta. Esto no es culpa de Dios, sino del hombre”.
Es cierto, “no podemos cambiar la sociedad”. Pero “es nuestra responsabilidad hacer el bien con lo que tenemos y utilizar nuestros recursos de forma justa. Y el ejemplo de la viuda nos demuestra que nadie es demasiado pequeño ni demasiado pobre para hacer el bien”.
Aunque parezca imposible
“Para ser bendecidos por Dios, tenemos que hacer lo que Dios quiere de nosotros. Y a veces eso parece imposible”, dijo el Apóstol Mayor refiriéndose a la viuda pobre. “Pero como fue obediente, fue bendecida y salvada”.
Hoy en día, Dios pide a los seres humanos que cumplan sus mandamientos, incluso si eso inicialmente solo empeora su propia situación. Y nos llama a perdonar, a reconciliarnos y a responder al mal con el bien. “La bendición que Dios quiere darnos no es una bendición terrenal, sino espiritual. Él nos da todo lo que necesitamos para permanecer fieles hasta el retorno de Jesucristo”.
Amar ayuda a salvarse
Dios concede esta bendición de tres maneras:
- Directamente, santificando a las personas: “Nadie más puede hacerlo”.
- A través del apostolado y de los portadores de ministerio: “Dios también se sirve de las personas para bendecirnos” mediante la prédica, la Absolución y los Sacramentos.
- En la comunión de hermanos y hermanas en la fe: Elías también tuvo que salir de su autoaislamiento. “Solo puedo salvarme si formo parte de la comunidad. Necesito las oraciones y el apoyo. Necesito amar y ser amado. Es el amor a nuestros hermanos y hermanas lo que nos ayuda a salvarnos”.
Como entonces con la viuda, Dios espera que los creyentes de hoy hagan algo por sí mismos:
- Renunciar a todo lo que solo se puede conseguir cometiendo un pecado: “Tus necesidades y deseos no son excusa para pecar”.
- Abstenerse de pensar que de alguna manera uno puede haberse ganado la salvación: “Nos salvamos por gracia y todo lo que hacemos por Dios y por nuestro prójimo es por gratitud y por amor”.
- Renunciar a rasgos de carácter incompatibles con nuestro objetivo de conformarnos a la imagen de Cristo: “Jesús dijo que quien pierda su vida por mí, la ganará”.
El Apóstol Mayor concluyó: “Dios bendice a los suyos. Quiere hacer el bien a los demás a través de nosotros. Su bendición es la vida eterna. Renunciamos a todo lo que pueda impedirnos alcanzarla”.