Hay muchas similitudes entre los creyentes de hoy y María, la madre de Jesús, de aquel entonces, dice el Apóstol Mayor. Se trata de la fe, la confianza y la paciencia, así como de los poderosos que son derribados y los ricos que se quedan con las manos vacías.
El texto bíblico para el Servicio Divino del 17 de diciembre de 2023 en la comunidad de Magdeburgo Sur (Alemania) fue tomado del himno de alabanza de María: “Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos” (Lucas 1:52-53).
Creer en la promesa
“Admiro a esta mujer”, dijo el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider acerca de la madre de Jesús. “Una joven sencilla, que no llamaba la atención, pero que fue elegida por Dios”. El ángel le prometió que concebiría un hijo que reinaría para siempre. “Ella lo creyó” y pronto experimentó la confirmación: realmente quedó embarazada. Y Elisabet, su pariente, la reconoció como “la madre de mi Señor”.
“Amados hermanos y hermanas, ninguno de nosotros es una persona especial, ¿verdad?”. Pero “has sido elegido por Dios y Él quiere que reines con Jesús por toda la eternidad”. Y “en efecto, Dios está con nosotros. Lo hemos experimentado”.
Pero luego vinieron las dificultades.
Confiar con paciencia
“Primero María tuvo que anunciar a su prometido: ‘Estoy embarazada’. Luego tuvieron que huir a Egipto”. Hasta unos 30 años después no lo vio hacer milagros. A veces oyó de Él palabras duras. Al final, lo vio morir en la cruz. “Durante todo ese tiempo creyó y permaneció fiel”, subrayó el Apóstol Mayor. “Solo después de la resurrección del Señor quedó realmente claro: ¡Sí, la promesa se ha cumplido, es verdaderamente el Hijo de Dios!”.
Hoy los creyentes también experimentaron algo similar: “A veces, durante mucho tiempo, no pasa nada. A veces también el amado Dios es un poco duro con nosotros cuando dice: Bástate mi gracia”. “Entonces el ejemplo de María cobra realmente sentido para nosotros. Quiero hacer lo que ella hizo”, dijo el máximo dirigente de la Iglesia. “Eres un hijo de Dios, elegido por Dios, la promesa se cumplirá. Creamos en ella y confiemos en Dios, en las buenas y en las malas”.
Los humildes son exaltados
En el himno de alabanza, María anuncia que el Salvador derribará a los poderosos de sus tronos. “Pero esto no se refiere a la sociedad, a los gobernantes terrenales. Se refiere al reino del mal”, explicó el Apóstol Mayor. “Creemos en la victoria de Jesucristo, creemos que Él ha vencido el mal”.
Hoy en día, las filosofías y los puntos de vista hostiles a Cristo a menudo se hacen oír con fuerza. “No nos inquietemos porque muchas personas no estén de acuerdo con nosotros. Eso no significa que sea la verdad. La verdad viene del Espíritu Santo”. Aunque estas opiniones parezcan poderosas: “¡Dios las derribará! Su verdad prevalecerá”.
“Los humildes serán exaltados: es un mensaje para todos”. Porque así se describe el camino a la salvación. Quienes quieren ser iguales a Dios no pueden salvarse. Dios reserva la salvación para los humildes que se someten a su autoridad, hacen su voluntad y siguen a quienes Él envió.
Tener hambre de gracia
Incluso en cuanto a los “ricos” y los “hambrientos”, no se trata de lo terrenal, sino de lo espiritual. Los “ricos” son sobre todo “los que se jactan de sus obras, que piensan que por ser tan buenos, por portarse tan bien, por ser tan lindos, tan correctos, merecen la salvación”, subrayó el dirigente de la Iglesia.
“No puedes ganarte la salvación, solo puedes salvarte por gracia”. La oración: “Señor, ten misericordia de mí” no es una expresión de miedo, sino “una expresión de nuestro anhelo de estar con Él” y una expresión de ser conscientes de la gloria y la perfección de Dios. “Tengamos hambre de gracia”.
La riqueza no es intrínsecamente mala. Tener poder, dinero, conocimientos o dones especiales no es necesariamente un obstáculo en el camino a la salvación. “Todo depende de para qué los utilicemos. Pongamos estos dones, sean cuales sean, al servicio de Dios y del prójimo”.