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Donde son redimidos los pobres y los inferiores

mayo 17, 2017

Autor: Andreas Rother

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¿Enfermo, pobre, débil o simplemente sólo diferente? Ante Dios nadie queda olvidado, ni en este mundo ni en el de allende. El Apóstol Mayor lo deja en claro. Aún más: Jesús vino precisamente para esas almas.

«Alabad a Jehová, invocad su nombre; dad a conocer sus obras en los pueblos». En torno a este texto bíblico de Salmos 105:1 giró el Servicio Divino con el Apóstol Mayor Jean-Luc Schneider el 5 de marzo de 2017 en Neumünster (Alemania).

«Hagamos de este Servicio Divino en ayuda para los difuntos un Servicio Divino de alabanza y agradecimiento», expresó el Apóstol Mayor: «Con la razón humana no lo podemos entender en lo más mínimo, pero por el accionar del Espíritu Santo podemos reconocer que Dios concede salvación en este mundo y en el de más allá».

Ya sólo «es motivo de agradecimiento el saber que para Dios la muerte no es un obstáculo», destacó, pues «Él también puede salvar en el más allá. Estamos agradecidos por ello. Y lo queremos anunciar al seguir orando también por las almas en el más allá».

Valorar a todos

«El Señor Jesús vino a la tierra para la salvación de los pequeños, los pobres, los inferiores». Con esto no sólo se hace referencia a la pobreza espiritual, sino también a la material. «Lo demostró en toda su actividad sobre la tierra». Al fin y al cabo, «cuando una persona vive en esta pobreza, existe una necesidad terrenal», dijo el Apóstol Mayor mencionando sentimientos como desesperación y vergüenza. «Esto también existe en nuestras comunidades».

«Vivimos en una sociedad en la que el rendimiento casi se convierte en un dios», dijo para referirse a los inferiores. «También hay muchas personas que no son capaces de un rendimiento muy alto. Quedan rezagadas y así son empujadas a los márgenes de la sociedad. ¿Cuánta necesidad espiritual surge entonces?»

«Qué hermoso es saber que Jesús vino precisamente para ellos y les trae el alegre mensaje: Aquí puedes tener todo. Gratuitamente. Aquí no importa el rendimiento. Aquí no importa la riqueza. Sólo tienes que creer».

«Demostremos una y otra vez que nuestra valoración del prójimo es completamente independiente de su riqueza, de su rendimiento, de su posición en la sociedad», fue su llamado. «Aquí está la Obra de Redención para los pobres y para los inferiores».

Aceptar a todos

«Jesús concede consuelo. Él puede aliviar cualquier dolor», dijo en referencia a las personas que sufren por enfermedades y por guerras. «Esta es una promesa de Dios. Por más grande que haya sido la desgracia, por más grande que haya sido la aflicción, vendrá el día, a más tardar en la nueva creación, en el que ningún ser humano pensará más en ese dolor, en esa aflicción».

Jesús también vino para vencer todo lo que separa. «¿Cuánta miseria hay en este mundo porque al hombre todavía le cuesta entender que el prójimo es diferente?». Entretanto, «en Cristo se pueden vencer todas las diferencias». Y, «en nuestras filas mostremos una y otra vez que el Señor nos da las fuerzas para aceptar al otro así como es». Pues, «Dios también me acepta a mí. Pero tampoco yo puedo alcanzar la salvación si no cambio».

No olvidar a nadie

Jesús, al fin y al cabo, vino para salvar a los pecadores. Es tan hermoso saber que no hay pecado demasiado grande, Jesucristo puede perdonar todo a aquel que cree en Él. ¿No vale esto un agradecimiento?». Este agradecimiento lo vio el Director de la Iglesia en el obrar: «Pongamos énfasis en esto. ¡Aquí hay gracia! ¡Aquí se perdona!»

Para terminar, todavía se refirió a los hermanos y hermanas que han dejado la comunidad: «Estamos tan agradecidos de que Dios, nuestro Padre, nos da la certeza de que Él no olvida a sus hijos, aunque sus hijos lo hayan olvidado». Por también vale para la comunidad mostrarle a sus anteriores compañeros de camino: «No os hemos olvidado, siempre sois bienvenidos, os amamos».

«Agradezcamos hoy a Dios porque Él nos concede la salvación, aquí y en el más allá», fue la conclusión del Apóstol Mayor. «Agradezcamos a Dios porque Él no olvida a nadie, no descarta a nadie y para Él nadie está condenado eternamente. Él concede a todos su gracia. ¡Alabado sea Dios, nuestro Padre!»

mayo 17, 2017

Autor: Andreas Rother

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