El bien siempre es más fuerte que el mal
Guerra, pandemia, cambio climático. Las malas noticias dominan los medios de comunicación y hacen casi invisible lo bueno de este mundo. Se olvida rápidamente que la victoria sobre el mal hace mucho que es una realidad, y que todos pueden participar en ella.
El Evangelio de Lucas lo relata: Jesús envió a 70 discípulos a lugares que Él quería visitar. Tenían la tarea de preparar a los habitantes para su visita llevando la paz a las casas, curando a los enfermos y anunciando su llegada. Después de su regreso, los setenta informaron con entusiasmo sobre su experiencia y que incluso tenían poder sobre los demonios.
Sin embargo, Jesús señaló a sus discípulos el verdadero motivo de regocijo, que era que sus nombres están escritos en los cielos. Y les aclaró: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18).
El origen del mal
Esta expresión de Jesús puede ser entendida como una referencia a cómo llegó el mal al mundo. La creación de Dios originalmente y sin excepción era buena. Satanás, el diablo, es un ser espiritual creado por Dios que fue echado del cielo y de la comunión divina por su desobediencia, envidia y mentira. Así lo explica el Catecismo de la Iglesia Nueva Apostólica en preguntas y respuestas (Catecismo INA PyR) en la sección 74.
Satanás cayó del cielo como un rayo. El origen del mal, sin embargo, no está en Dios, sino que el mal surge en la intención de ser independiente de Dios. Este poder cambia totalmente al que cae en él: el ángel se convierte en demonio, el ser humano en pecador (Catecismo INA 4.1.1).
La influencia del mal
El afán de independizarse de Dios lleva al ser humano a un callejón sin salida. Así, el hombre pecador siempre toma los impulsos de Satanás. Los cristianos también están abiertos a estos impulsos, que a menudo tienen por consecuencia acciones sin amor, egoístas o creerse superiores.
El deseo de ser independiente de Dios conduce automáticamente al distanciamiento de Dios. Uno ya no se imagina dependiente de la gracia de Dios, sino en una engañosa libertad. Porque el ser humano solo puede existir en completa dependencia de su Creador. El hombre fue creado a partir del polvo (Génesis 2:4b-25) y después de su muerte terrenal, vuelve al polvo.
Cristo es Vencedor
Aunque las personas de hoy en día están influenciadas por los impulsos de Satanás, este ya ha sido derrotado. El Apóstol Pablo lo describe en la epístola a los Colosenses: “El cual (Dios) nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de los pecados” (Colosenses 1:13-14).
El mal ya ha caído y ha sido vencido. Cada alma que acepta a Cristo como su Señor y Salvador comparte esta victoria. Pablo lo describe así en Gálatas 5:1: “En la libertad con que Cristo nos hizo libres”.
En una completa dependencia de Jesús se encuentra la libertad real. Los creyentes son librados de su dependencia del pecado al volverse totalmente dependientes de Jesús y su doctrina. Quienes permanecen en su palabra llegan a ser verdaderamente libres (Juan 8:31-32). Libres de viejos apegos, rasgos de carácter y culpad. Y finalmente, también se independizan de las influencias del maligno.
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